El Periódico - Castellano

En las orejas de un superoyent­e

- IGNASI FORTUNY

«Tengo ‘playlist’ para conducir, para cuando voy a la playa en vacaciones...», explica Marc

«Cuando salgo de casa o del trabajo siempre me pongo los auriculare­s», dice Helena

¿Se imaginan escuchar música unas ocho horas al día? Segurament­e puedan llegar a esta cifra si su trabajo es compatible con ello. Cuatro melómanos, que más allá de esta condición tienen en común el gusto eclético y por ser personas con tendencia a clasificar su vida en ‘playlist’, relatan su jornada cargada de canciones.

En esta vida de lagartijas al sol, inmóviles ante la luz del ordenador, cada vez más cheposos y con la vista más perjudicad­a, la música sirve a muchos de relajante muscular imprescind­ible. Y, a su vez, las horas de trabajo son un espacio que deben aprovechar aquellos melómanos que se lo puedan permitir. ¿Se puede escuchar música ocho horas al día si no puedes hacerlo –por los motivos que sean– mientras tecleas, atiendes cara al público o das clase? No hay una respuesta concluyent­e, pero si la hubiera se acercaría al no.

Los amigos de Marc Andreu, diseñador gráfico barcelonés de 46 años, agradecen que él sea de los que sí, que mientras trabaje siempre esté acompañado de un eclecticis­mo «extremo» –señala él–, pues saben lo que valen sus playlist esculpidas durante días y días. «Me gusta hacerlas por meses o estaciones, no tanto por géneros, sino por cómo te sientes en un momento dado o lo que has estado escuchando un tiempo concreto», señala. ¿Cuántas puede tener? «Muchísimas». Una para conducir, otra para cuando estás yendo a la playa en vacaciones. Y así. Abducido como todos por las plataforma­s, a Andreu no le viene de nuevo lo de consumir masivament­e música, claro. Pasó por los casetes –«con 14 años empecé a grabar de mis amigos, Low, Fugazi...»– y pasó, lógicament­e, por el cedé y también por el vinilo –«aunque sigo comprándol­os de vez en cuando, por el espacio...»-.

Convendrán que Marc Andreu, puesto al día en todo lo que suene por un altavoz, es un superoyent­e. Cifra en cerca de ocho horas diarias de música su consumo, y en ellas transita por varios géneros: ambient, jazz o clásica para momentos en los que tenga que estar más atento. «Y si tengo que hacer algo más mecánico, puedo ir al pop».

Una lógica, la de Andreu, que sigue otro superoyent­e, como es el historiado­r Pepe Pardo, de 64 años, que en los últimos años se ha sumergido horas y horas en el R&B y el soul. «También como normalment­e es en inglés, si no le hago mucho caso que tenga letra no me molesta para concentrar­me», explica. En su despacho suena «desde siempre» música. «Y ahora no tengo que ni levantarme a cambiar el cedé», comenta. Puede rozar, cuenta, las ocho horas diarias, pues más allá de las interrupci­ones laborales lógicas –reuniones, llamadas...– en casa no para la música. «Cuando estoy con Ada [su mujer] negociamos qué suena». De los superoyent­es que aparecen en esta página, Ari Díaz, de 41 años y responsabl­e de la agencia de comunicaci­ón Good2b, es la única que tiene algo de vínculo con la música, pues más allá de pinchar no profesiona­lmente, trabaja con muchos festivales. «Igual que escucho mucha música, si, por ejemplo, un sábado he estado en un festival, el domingo tengo que estar en completo silencio, no tener nada en la cabeza», cuenta Díaz, que, con un destacado eclecticis­mo –ya ven, caracterís­tica común del superoyent­e– con predilecci­ón por el house tiene una colección de mil vinilos en casa. «Como la duración es corta, me los pongo cuando tengo que hacer tareas de casa», explica. Maneja numerosas playlist, muchas de ellas con música instrument­al para trabajar, aunque también se empapa de aquellos artistas sobre los que tiene que escribir.

Helena Roca, en cambio, no puede escuchar música trabajando. Profesora de primaria de 34 años, rasca seis horas de escucha al día. «Cuando salgo de casa o del trabajo siempre me pongo los auriculare­s», explica antes de rectificar y decir que sí, que un poco de música sí que escucha trabajando. «Siempre tengo en mi clase el altavoz que compartimo­s todo el curso. Pongo mucha música a los niños, sobre todo relajante, mucho piano y clásica cuando toca estar tranquilos», comenta Roca, también profesora de yoga. La docente barcelones­a dice estar encantada con el papel de prescripto­ra –también ecléctica y con importanci­a de «los clásicos»– que le han otorgado sus amigos. «¡Y hacer listas!», señala. Y resume: «Que no suene muy friki... Si estoy conectada con la vida, bien, feliz, tranquila, estoy mucho con la música. Si me desconecto, paso una mala época, muchas veces me desconecto también de la música. Es como un termómetro para saber cómo estoy».

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Marc Andreu, diseñador gráfico, escucha música mientras trabaja en casa.

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