«Nos están ofreciendo miseria»
Los servicios de atención a domicilio representan un mercado sostenido con contratos públicos millonarios. Sus profesionales, la mayoría mujeres, llevan sin embargo dos años con los sueldos congelados. Tras 15 reuniones, patronales y sindicatos apenas han logrado acercar posiciones.
Catalunya tiene actualmente casi el doble de octogenarios que cuando empezó el siglo XXI. Y en 2050 habrá prácticamente el doble de octogenarios que hay ahora, según las últimas proyecciones publicadas por Idescat, lo que planteará una serie de retos demográficos como, por ejemplo, la sostenibilidad del sistema de pensiones. En ese contexto de envejecimiento demográfico, los servicios de atención a domicilio prometen ir ganando mercado. Un mercado que actualmente se reparten en Catalunya entre grandes constructoras, que han visto en esa silver economy (por las canas) una lucrativa vía para expandir su cuenta de resultados, y cooperativas de origen social.
«Cada sociedad decide cómo cuida a sus mayores. En la nuestra, la reciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo ha provocado que estas hayan dejado de encargarse de ellos», explica la catedrática de la UB Ció Patxot. Si bien esa externalización de los cuidados ha recaído en otras mujeres, profesionalizadas a través de los servicios municipales del SAD (Servicio de Atención Domiciliaria). Los ayuntamientos adjudican cada cierto tiempo contratos millonarios para ofrecer a unas 70.000 personas en Catalunya unas cuatro horas de atención semanal por usuario, según coinciden las distintas fuentes consultadas del sector. Si bien desde el sector también apuntan a que la mayoría de los cuidados los costean íntegramente las familias y que lo hacen mediante trabajadoras sin contrato laboral.
Adjudicaciones millonarias
Volviendo a los contratos públicos, estos se los están llevando, entre otros, grandes cotizadas del Ibex como ACS –que en Catalunya actúa a través de Accent Social SLU– o Sacyr. La primera, propiedad de Florentino Pérez, se ha adjudicado en los últimos tres años contratos por valor estimado de 92,9 millones de euros y gestiona el SAD de municipios de toda Catalunya, según los datos disponibles extraídos de la plataforma de contratación del sector público. Desde capitales como Lleida, hasta ciudades metropolitanas como Castelldefels o Sant Adrià de Besòs. La segunda corporación tiene un peso menor actualmente y en ese mismo periodo se ha adjudicado contratos por valor estimado de 15,8 millones de euros.
El sector lo comparten esas grandes empresas multiservicios con algunas cooperativas sin ánimo de lucro o empresas mercantiles especializadas en el sector. La ciudad de Barcelona es un ejemplo de ello. Sus barrios están divididos en cuatro lotes, que en 2020 (y hasta el año que viene se repartieron a partes iguales Servisar Servicios Sociales (Domusvi) y la cooperativa Suara Serveis.
A los ancianos los duchan, escuchan y atienden trabajadoras que llevan dos años con los sueldos congelados. La cuantía que marca el último convenio negociado, cuyas tablas solo abarcan hasta 2022, fija un salario mensual de 1.252,39 euros brutos en el caso de una trabajadora familiar. Al de las auxiliares de limpieza, de 1.073,69 euros, ya le ha pasado por delante el vigente salario mínimo interprofesional, en 1.134 euros.
«Nos están ofreciendo miseria y venimos de un sector precarizado desde hace años. Quien puede sale corriendo», afirma Noelia Santiago, delegada de CCOO. Lesiones de
El último convenio fija 1.252,39 euros brutos al mes para los trabajadores familiares
El salario para auxiliares de limpieza todavía no alcanza el mínimo interprofesional
espalda –«somos grúas humanas»– o del túnel carpiano por levantar a ancianos de la cama o el sillón; dolencias en las rodillas de agacharse en las bañeras; codo de tenista de apoyarse los usuarios… «No tenemos ni una enfermedad profesional reconocida. Junto a las kellys [camareras de piso] somos el colectivo profesional más hecho polvo», afirma la representante de CGT Montse García. Aunque no solo el cuerpo sufre, sino también la mente. «Es muy duro, quema mucho. La mayoría que puede, se va», insiste Maribel, empleada del SAD en la provincia de Lleida. A sus 64 años explica que se hace en un mes entre 600 y 1.200 kilómetros para atender domicilios en varios pueblos. Con el plus por kilometraje congelado desde hace dos años y la reciente subida de los carburantes, hay meses que desplazarse le sale a pagar. «El coche también lo pongo yo», añade.
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