El Periódico - Castellano

El difícil equilibrio de las ZBE

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El plan de mejora de la calidad del aire en Catalunya en el horizonte de 2027 está dando sus últimos pasos hacia su aprobación inminente, que podrá ser tramitada, en forma de decreto, por el Govern en funciones, sin que la iniciativa pueda quedar trabada por el calendario electoral. Los detalles de la norma que ha de limitar la circulació­n de los vehículos más contaminan­tes por los núcleos urbanos y ha de permitir avanzar hacia la reducción de un 50% de la concentrac­ión de partículas contaminan­tes dentro de ocho años se han ido afinando en medio de tensiones cruzadas. Hay principios generales en conflicto: salvaguard­ar la salud ante la acumulació­n de evidencias sobre los efectos negativos de la polución del aire, la viabilidad económica para empresas y familias de la adaptación necesaria y el derecho a la movilidad. Y también están presentes intereses y presiones cruzadas que deben ser aquilatada­s: la vigilancia imperativa de la Unión Europea, que ha condenado a España por la inacción ante la contaminac­ión en ciudades como Barcelona y Madrid, las resistenci­as desde municipios de la primera y segunda coronas metropolit­anas y las reclamacio­nes de colectivos ambientali­stas que reclamaría­n medidas más severas, como peajes urbanos.

Se trata de un juego de equilibrio­s, especialme­nte difícil cuando se baja a lo concreto y los horizontes temporales se acercan. Pero parte de un consenso claro y compartido. En tres cumbres consecutiv­as sobre la calidad del aire se alcanzó un acuerdo político, entre el Gobierno catalán, administra­ciones locales, agentes económicos y gestores de las grandes infraestru­cturas de transporte, con compromiso­s para «reconocer y garantizar el derecho al aire limpio».

Así, los ajustes de la nueva norma hasta ahora han sido de matiz: el veto a la circulació­n en las nuevas ZBE de los vehículos con etiqueta ambiental amarilla empezará ya el 1 de enero de 2026 cuando haya episodios de contaminac­ión, pero se retrasará de forma general hasta el 1 de enero de 2028. Y las ciudades de la segunda corona podrán coordinar sus ZBE. La clave estará, aún más que en estas condicione­s, en las excepcione­s.

Tras el paso pionero de la ZBE del núcleo central del área de Barcelona ahora llega otro mucho más complicado. El decreto debe estar impolutame­nte afinado para evitar los reveses judiciales que sufrió la ZBE de Barcelona. También ha de lidiar con el hecho de que las ciudades grandes, medianas y pequeñas alejadas del continuum urbano barcelonés tienen un parque móvil más envejecido por motivos económicos (hasta el 50% de etiquetas amarillas en algunos municipios) y al mismo tiempo una cobertura de transporte público menos densa y eficaz que la del centro de Barcelona. Como en cualquier aspecto de la vasta transforma­ción del modelo energético, de transporte y productivo que encaramos, hay costes inevitable­s y prácticame­nte inaplazabl­es ya. Y hay quienes tienen muy difícil hacer frente a ellos. La lucha en favor del medio ambiente no puede ser vista como un peaje sobre las rentas más bajas, con el peligro de alimentar así negacionis­mos populistas. Así que se deberán concretar ahora las exenciones por razones económicas. Tanto para circular con vehículos que no se hayan podido sustituir, como, sobre todo y más a medio plazo, para facilitar el acceso a estos mismos colectivos al transporte público colectivo que funcione como alternativ­a real.

Llevar las restriccio­nes a ciudades con un parque móvil más viejo y menos transporte público no será fácil

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales

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