La paciencia con Netanyahu se agota para las familias de los rehenes israelís
▶ «Si vuelven todos en una bolsa, habrá una guerra civil», advierte un superviviente del ataque del 7 de octubre ▶ El Ejército dice que han muerto al menos 30 de los 133 secuestrados que se estiman en Gaza
A medida que estos interminables seis meses iban avanzando, meses sin apenas noticias de los suyos, el movimiento para liberar a los rehenes israelís secuestrados por Hamás el 7 de octubre ha ido colonizando nuevos espacios para aumentar la presión sobre los líderes que tienen una de las llaves de su liberación. Han acampado a una calle del Ministerio de Defensa en Tel Aviv, la conocida ahora como plaza de los Rehenes, frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, su oficina y hasta su casa particular en Cesarea. Han irrumpido a las bravas en el Parlamento y han bloqueado carreteras. Muchos están furiosos con Binyamín Netanyahu. Son conscientes de que el tiempo se agota y todo son malas noticias desde hace semanas. «Si los 133 rehenes llegan en una bolsa, habrá una guerra civil en Israel», decía ayer Avi Zilverstein, uno de los supervivientes de la matanza, en la plaza de los Rehenes.
Es probable que la creciente tensión interna en el país no llegue a tanto, pero la paciencia de las familias de los rehenes y sus aliados se está agotando. «Nos sentimos abandonados y desatendidos, tanto por cómo se está tratando a los rehenes como por la poca ayuda que han recibido las familias y los supervivientes», afirma Zilverstein. Aquel fatídico 7 de octubre vio cómo 15 de sus vecinos fueron brutalmente asesinados en el kibutz Nahal Oz y otros siete secuestrados. De estos últimos, dos siguen en Gaza; el resto han sido liberados o han muerto durante el cautiverio.
Estipendio para los liberados
Esta misma semana la madre de una de las rehenes liberadas declaró ante un comité parlamentario que su hija recibe del Estado un estipendio mensual de 340 euros, lo mismo que reciben los prisioneros de guerra. «No son víctimas del terrorismo ni prisioneros de guerra liberados. Son personas que fueron secuestradas de sus camas en pijama», afirmó Simona Steinbrecher en la Knesset.
Ahora el río vuelve a sonar. Las negociaciones en El Cairo se han intensificado. El Gobierno siente la presión y algunos ministros del gabinete de guerra han dicho que las condiciones son ahora óptimas para un nuevo intercambio. La propuesta debatida, presentada por Estados Unidos, contempla seis semanas de tregua en Gaza. En paralelo, Hamás liberaría a 40 de los más de 100 rehenes que siguen en Gaza e Israel pondría en libertad a 900 presos palestinos, incluidos un centenar condenados por penas de terrorismo. Al mismo tiempo, el Estado judío permitiría el regreso al norte de la Franja –o lo que queda de ella– de 150.000 palestinos sin someterlos a registros, siempre y cuando los radicales islamistas aporten una lista con los nombres de las mujeres, ancianos y niños que siguen vivos, según ha publicado la prensa israelí.
Porque de los 133 rehenes que se estima que siguen en Gaza, el Ejército israelí ha dicho que al menos 30 estarían muertos. Y Hamás habría comunicado, según varios medios, que está teniendo dificultades para localizar si quiera a los 40 propuestos en el intercambio.
Para las familias es una constante montaña rusa emocional. Marcelo Garzón se ha acostumbrado a vivir siempre pendiente de las alertas del teléfono y las noticias. Su yerno, Dolev Yehoud, sigue en Gaza, al igual que la hermana de
Algunos ministros afirman que las condiciones son ahora óptimas para un nuevo intercambio
este, Arbel, lo que ha dejado a sus cuatro nietos sin su padre ni su tía. «Vives con una angustia impresionante que te saca el brillo de los ojos al no poder estar con los tuyos», dijo en la acampada frente a la oficina del primer ministro en Jerusalén. Nacido en Argentina hace 62 años, le cuesta mantener la sobriedad al rememorar aquel 7 de octubre «salvaje e inhumano», que compara con el Holocausto al calcular el promedio de las víctimas diarias de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial con las que causó Hamás en un par de días. Unas 1.150.
Los traumas del 7 de octubre
Aquel día de la infamia le despertaron las sirenas al alba, seguidas por disparos y lanzacohetes. No tardó en llamar a su hija, que vivía en el kibutz Nir Oz, todavía más pegado a las fronteras de Gaza que el suyo. Se había encerrado con sus tres niños en el cuarto seguro, embarazada de 38 semanas. A diferencia de lo que hizo su marido, paramédico, que cogió el equipo de primeros auxilios y salió a las calles a tratar de ayudar a los vecinos. «A las 8.52 de la mañana le envío el último mensaje a mi hija. Le dijo que la quería y desde entonces no hemos sabido nada más de él. No se encontró su cuerpo en el kibutz ni tampoco ninguna prueba forense, lo que significa que los terroristas se lo llevaron vivo a Gaza», aseguró.
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