Linklater, cine contra el algoritmo
El cineasta texano recibió el Premi d’Honor del BCN Film Fest y presentó la comedia ‘Hit Man’, un brillante ejercicio de demolición del subgénero de las películas de asesinos a sueldo.
Contemplada desde una cierta distancia, Hit Man. Asesino por ca
sualidad parece una simpática mezcla de thriller policiaco y comedia romántica que avanza con la elegante fluidez de un ragtime de Nueva Orleans. Vista de cerca, la película revela que bajo su brillante superficie se esconden más capas que en el vestidor de los tres mosqueteros. No podía ser de otra manera, siendo su director el texano Richard Linklater, un cineasta capaz de inyectar humanismo y verdad hasta en los géneros más estereotipados.
Linklater (Houston, 1960) pasó por Barcelona para recibir el Premi d’Honor del BCN Film Fest, certamen que se clausura con la proyección de Hit Man, cuyo estreno en salas está previsto para el 7 de junio. La película, basada en un caso real que apareció en una revista de sucesos, relata la historia de un anodino profesor de filosofía que colabora con la policía y acaba haciéndose pasar por un asesino a sueldo en operaciones encubiertas. Esta premisa sirve a Linklater para llevar a cabo una hilarante demolición del subgénero de las películas de asesinos a sueldo.
«En la programación del festival de Venecia, donde Hit Man se presentó por primera vez, había cuatro películas sobre asesinos a sueldo –explica el cineasta en un encuentro con periodistas–. La única que no se tomaba el asunto en serio era la nuestra, que es una deconstrucción. Lo curioso es que una película tan seria como The ki
ller, de David Fincher, se basa en un cómic, mientras que Hit Man se basa en una historia real. El asesino a sueldo es un mito de la cultura popular, no existe en la vida real, pero es un gran personaje que sirve para producir buenas películas. Es curioso que a la gente le decepcione saber que ese tipo de asesinos no existen; es algo que debería alegrarlos, ¿no? [risas]».
En Hit Man, la vida del personaje central (interpretado con arrolladora solvencia por Glen Powell) da un giro cuando este se deja llevar por una de las identidades falsas que adopta en sus misiones. A partir de ahí, Linklater plantea un juego entre realidad e impostura que tiene que ver con un presente marcado por la omnipresencia de las redes sociales, pero también por las políticas identitarias. «Vivimos en un tiempo en el que no tienes que ser necesariamente quien se supone que eres –señala el cineasta–. Ya sea a través de las redes sociales o como resultado de un proceso personal, te puedes presentar al mundo como alguien diferente, y creo que esa es una idea muy interesante y que plantea muchas cuestiones».
Contradicciones
Incluso en una comedia como esta, a Linklater no le interesa tanto emitir juicios como abrir espacios de duda y enfrentar al espectador a sus contradicciones. Y forma parte de su talento la capacidad de generar empatía con una pareja protagonista que no es un dechado de rectitud. «El cine no sirve para impartir lecciones de moralidad, sino para explicar historias y hacer preguntas –asegura–. Por otra parte, aquí me interesaba explorar esas zonas grises que resultan un poco dudosas desde un punto de vista moral y legal. Y, luego, proporcionarle un final propio de la screwball comedy ». Es un final que no desvelaremos pero que pocos cineastas se atreverían a introducir en un producto aparentemente mainstream. Desde luego, ninguna inteligencia artificial ni ningún algoritmo plantearían algo parecido. Richard Linklater tiene algunas cosas que decir al respecto: «Hoy en día, el algoritmo se ha convertido en un adversario extraordinario para los creadores. Pero la industria debe entender que al final no va a funcionar. Si lo
que buscas es la norma, el promedio, te saldrá por definición algo aburrido, algo antiartístico. Por otro lado, si lo piensas, antes el cine servía para vender palomitas al público y ahora sirve para vender los datos del público. Es extraño».
La reflexión del director texano tiene interés, porque los derechos de Hit Man han sido adquiridos por Netflix, que ya distribuyó su anterior película, Apolo 10 ½. Una in
fancia espacial. «Desde luego, el lugar ideal para ver una comedia como esta es la sala de cine, resulta más divertida ahí –apunta–. Desgraciadamente, la experiencia de ver cine en las salas se ha encogido en los últimos años. Mis primeros filmes estuvieron en cartel seis meses o un año, en sesiones nocturnas. Hoy sería imposible».
Aunque a lo largo de su carrera Linklater ha transitado por diversos géneros y temáticas, a menudo es presentado como un cineasta obsesionado con el paso del tiempo, percepción apuntalada por Boyhood y la trilogía de Antes
del amanecer. “No creo que el paso del tiempo sea más importante en mi cine que en el de otros directores –apunta–, porque, de hecho, el tiempo es la piedra angular de todo el cine. El cine es el arte de manipular el tiempo». Admite, eso sí que muchas de sus películas adoptan el tiempo como «dispositivo de estudio».