Un «bálsamo para el alma»
La ‘Novena Sinfonía’ de Beethoven, himno de Europa, cumple 200 años. «No hay otra obra musical capaz de transmitir tantos sentimientos universales como la ‘Novena’», asegura la directora alemana Joana Mallwitz, titular de la Konzerthaus de Berlín.
«Es la sinfonía más universal, la más humanizada, la que hace que nos sintamos mejor, la que nos da esperanza, un bálsamo para el alma», comenta a EL PERIÓDICO Martina Rebmann, «guardiana» de la partitura original de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Ayer, coincidiendo con el 200 aniversario de su estreno, el 7 de mayo de 1824, se abrió al público el «tesoro» de la partitura original, en la Stabi –la Biblioteca Estatal de la avenida Unter den Linden de Berlín–. Ahí quedará expuesta, con entrada gratuita, hasta agosto.
La víspera del bicentenario, Rebmann asistía sonriente a las decenas de miradas y manos que buscaban afanosas en un facsímil del manuscrito la palabra mágica,
Freude, alegría. La misma Freude que se dibujó en el rostro del pianista israelí Jonathan Aner al llegar al punto del cuarto movimiento que marca el arranque de la Oda a la alegría. «Imposible no contagiarse de ese sentimiento», decía al término de su concierto conmemorativo, que fue en formato de orquesta de cámara.
«La Novena admite cualquier formato. De la gran orquesta de Leonard Bernstein al cuarteto o el solista», prosigue Rebmann. La pieza más universal de Beethoven se adapta a cualquier formato, pero también a cualquier mensaje político, según demostró la historia.
El impacto que causó entre el público fue inmediato. Una clamorosa ovación cerró el estreno de la pieza hace dos siglos en Viena. Beethoven (1770-1827) no alcanzó a escucharla, porque estaba ya completamente sordo. Ni siquiera pudo dirigir su estreno en el Theater am Kärntnertor de Viena, su ciudad de adopción. Quien tomó la batuta para su última y revolucionaria sinfonía fue Michael Umlauf. Fue la última aparición en público de Beethoven.
Clásica y trasgresora
«La pieza admite cualquier formato, de la gran orquesta al solista», explica Rebmann
El canal Arte celebra el bicentenario con un documental y un concierto extraordinario
La había compuesto transgrediendo la norma de que una sinfonía era una pieza esencialmente instrumental y de 30 minutos. La suya excedía los 70 minutos de duración y había incorporado solistas y un coro. Era algo radicalmente innovador, recuerda con motivo del aniversario Malte Boecker, el director de la Casa Museo de Bonn, la ciudad natal de Beethoven (177-1827). Adoptó para su oda el texto del poeta alemán Friedrich Schiller, un tributo a la esperanza y la humanidad.
El canto al júbilo, la fraternidad y la esperanza fue lo que determinó que el Consejo de Europa la adoptara como símbolo musical del Viejo Continente en 1972 y que la Unión Europea lo entronizara como himno oficial en 1985. Para entonces, se había consolidado la versión para gran orquesta de Herbert von Karajan.
Mucho antes de erigirse en símbolo del proyecto europeo y sus democracias, la Oda había sido utilizada a discreción por todo tipo de dictadores y autócratas. Se interpretó en un cumpleaños de Adolf Hitler y también en la inauguración de los Juegos Olímpicos del nazismo, en 1936; ese mismo año, el soviético Josef Stalin la eligió para celebrar la constitución de su dictadura totalitaria; la Oda fue también la obra asumida por otro régimen totalitario, la Alemania comunista, para celebrar su fundación como país satélite de Moscú. Se rehabilitó para la historia como el himno con el que los alemanes celebraron el abrazo nacional que siguió a la caída del Muro, en noviembre de 1989, la hermosa noche que puso fin a décadas de traumática división. Tomó la batuta Bernstein, quien se permitió la licencia de sustituir la palabra Freude, o la alegría, por Freiheit, libertad. Esa noche, ambos términos fueron sinónimos.
A la Novena se ha recurrido más recientemente para agasajar a los líderes del G7, el club de los países más poderosos del planeta, en su cumbre de Hamburgo, en 2017. O para transmitir algo de esperanza en el peor momento, como el concierto dirigido por la ucraniana Oksana Lyniv tras el inicio de la invasión a gran escala por Rusia de su país, en febrero de 2022.
Conciertos en cuatro ciudades
«No hay otra obra musical capaz de transmitir tantos sentimientos universales como la Novena», comentaba estos días otra directora, la alemana Joana Mallwitz, titular de la Konzerthaus de Berlín. Mallwitz forma parte del proyecto impulsado por el canal franco-alemán Arte en ocasión de este bicentenario, consistente en un documental y en un concierto extraordinario que discurrió ayer por la noche por cuatro ciudades: Leipzig, París, Milán y Viena. A la batuta de la orquesta de Leipzig se colocará Andris Nelsons, que dará paso a una transmisión técnicamente compleja desde cuatro ciudades por las que discurrió la vida y obra del genio.
■
las grandes decisiones vitales ya tomadas. ¿Reflexiona mucho, o demasiado, sobre el pasado y los futuros perdidos?
— A veces cavilo demasiado sobre las cosas más pequeñas [ríe a carcajadas]. Lo más pequeño, absurdo y tonto que se pueda imaginar. Lo reconozco y me hace sentir culpable. Pero, en cambio, no es algo que me pase con las decisiones importantes de la vida. Supongo que porque no tengo derecho a quejarme. Soy afortunada de estar donde estoy y soy consciente de ello.
— Esta es solo su tercera serie en más de cuatro décadas de carrera. ¿Alguna vez tuvo dudas sobre la televisión como buen camino a seguir? ¿Se ve o se veía esencialmente como actriz de cine?
— Hace tiempo que he dejado de hacer distinciones entre cine y televisión. Se están haciendo un montón de grandes cosas en la tele: tantos buenos guiones, tantos directores y actores de cine trabajando en series… Ahora solo me concentro en el proyecto, en el material que tendría que trabajar y en los colaboradores que podría tener.
— En este nuevo orden no extraña que Jennifer Connelly pueda pasar del segundo mayor blockbuster cinematográfico de 2022 [Top Gun: Maverick] a una serie de streaming.
— Es que creía que tenía mucho potencial para ser divertida, emocionante y entretenida. Me intrigaba el mundo alrededor del que giraba y quería ver de cerca cómo se daba forma a algo así. Su uso del concepto del universo alternativo es muy inteligente. Se sirven de él para, básicamente, explorar un largo matrimonio y hacer una especie de repaso de todas las dudas, todos los remordimientos, todas las quejas, todas las pérdidas que han tenido impacto en esa pareja.
— Digamos que es un drama conyugal disfrazado de thriller revientamentes. Desde la perspectiva de su personaje, la pregunta inicial más importante parece: ¿conozco a la persona con que estoy durmiendo?
— Sí, es cierto, es como una historia doméstica contada del modo más espectacular. Narrar algo así a través de un dispositivo de ciencia ficción me parece una gran idea. Es una forma fantástica de visualizarlo. Diría que nunca antes había visto algo similar.
— ¿Fue divertido hacer de versiones distintas del mismo personaje? ¿O, en cambio, se indignó un poco y llegó a plantearse pedir un aumento de sueldo, dada la multiplicidad de sus tareas?
— [Ríe]. En realidad fue divertido. Cuando trabajaba en la segunda Daniela, disfruté pensando qué aspecto habría tenido la misma mujer de no haber perdido a un hijo, de no haber decidido casarse, de haber seguido soltera a su edad y haberse convertido en una exitosa artista visual. Casi todas las otras versiones de mi personaje hacen apariciones muy breves; a menudo son cosa de una escena o un pequeño vistazo.
— ¿De qué clase de referencias habló con el creador, Blake Crouch, o el director principal de la serie, Jakob Verbruggen [The fall, House of cards, Black mirror]?
— Pasamos muy poco tiempo con el primer Jason y la primera Daniela. Debíamos conseguir que el espectador creyera conocer a esta pareja en tiempo récord. Recuerdo que hablamos bastante sobre la presentación de los personajes de Anne Archer y Michael Douglas en Atracción fatal; cómo en muy pocos minutos estás empapado de la domesticidad del matrimonio.
— Parece sentir una gran conexión en el fantástico. Hizo terror con Dario Argento [Phenomena], fantasía con Jim Henson [Dentro del laberinto] o ciencia ficción noir con Alex Proyas [Dark city]. También ha probado suerte con los superhéroes, como en la reivindicada Rocketeer o la Hulk de Ang Lee.
— Es cierto, pero en realidad me interesan toda clase de películas. Tampoco creo que busque el cine fantástico de forma consciente. Solo me acerco a las ideas que me atraen y a los cineastas con estilo propio.
■
«Creía que esta serie tenía potencial para ser divertida, emocionante y entretenida» «Solo me acerco a las ideas que me atraen y a los cineastas con estilo propio»