Consenso cultural, inquietud lingüística
En el terreno cultural, la legislatura ha estado marcada tanto por la subida presupuestaria y los grandes acuerdos como por la alarma que han generado los últimos datos sobre el uso del catalán
Si ha habido un ámbito en el que el final prematuro de la legislatura catalana provocó seria consternación, es el de la cultura. Después de un largo periodo de recortes y turbulencias (entre 2016 y 2021 hubo hasta siete consellers diferentes), el mandato de Natàlia Garriga ha servido para devolver cierta estabilidad al sector y, sobre todo, para iniciar un camino de crecimiento presupuestario que todos los habitantes del ecosistema cultural catalán consideraban imprescindible para, simplemente, poder seguir respirando.
Cuando Garriga asumió el cargo, se marcó como objetivo alcanzar el 2% del total del presupuesto de la Generalitat. En ese momento, su departamento disponía de 303 millones de euros, esto es, un 1,1%. Las cuentas del Govern para 2024 le otorgaban 566 millones (un 1,7% del total), pero el no del Parlament que acabaría propiciando el adelanto electoral obligó a prorrogar los presupuestos del ejercicio anterior y dejar la cifra para Cultura en 477 millones.
Iniciativas incompletas
En cualquier caso, ese oxígeno financiero (el nivel de ejecución presupuestaria ha sido, además, inusualmente alto), unido al talante pactista y trabajador de la consellera, permitió empezar a tejer consensos para desplegar iniciativas legislativas. No sorprendió a casi nadie que en el debate de los candidatos del pasado martes en TV3, el socialista Salvador Illa destacara que Natàlia Garriga era la consellera con la que mejor se había entendido en esta legislatura. Y, sin embargo, algunos de los proyectos más ambiciosos del departamento se han acabado quedando a medio camino, ya sea por la escasa diligencia del Ejecutivo catalán y los grupos parlamentarios a la hora de tramitarlos o por la llamada a las urnas anticipada. O por una mezcla de todo.
Un caso paradigmático es el de la ley de Derechos Culturales, que se presentó como uno de los proyectos estrella de la legislatura y que se ha quedado en el cajón de los asuntos pendientes. Aprobar y desplegar la norma es ahora uno de los pilares del programa electoral de ERC, pero también el PSC, Junts, la CUP y, por supuesto, Comuns-Sumar (que en su etapa al frente del Ayuntamiento de Barcelona impulsó un plan pionero en este sentido) han hecho suya la propuesta. Asimismo, existen consensos más o menos amplios en torno a otros asuntos de gran relevancia: la ley de patrimonio cultural, la ley de mecenazgo, las medidas de impulso al audiovisual catalán, la puesta en marcha de equipamientos como el Catalunya Media City, el Centre de Cultura Digital y la Casa de les Lletres y, sobre todo, el cumplimiento del objetivo del 2% del presupuesto.
El catalán pierde terreno
Por otra parte, uno de los cuatro grandes objetivos genéricos que se fijaron en el inicio del mandato era asegurar el presente y el futuro de la lengua catalana. A tal efecto se creó una Secretaria de Política Lingüística y se impulsó un Pacto Nacional por la Lengua que la interrupción de la legislatura ha impedido completar. Las encuestas más recientes constatan que en los últimos 15 años el catalán ha perdido
Entre los jóvenes catalanes (de 15 a 34 años) *Presupuestos prorrogados. El proyecto que tumbó el Parlament destinaba a Cultura millones, que representaban el del total. considerable terreno como lengua de uso habitual, especialmente entre las generaciones más jóvenes, una situación que se ve agravada por las políticas poco sensibles (o directamente hostiles) que están llevando a cabo los gobiernos de la derecha, tanto en la Comunidad Valenciana como en Baleares y que ha hecho del debate lingüístico uno de los caballos de batalla de estas elecciones.
A fin de hacer frente a lo que algunas voces (cada vez más numerosas y autorizadas) califican de «emergencia lingüística», los partidos de sensibilidad catalanista proponen en sus programas un abanico de actuaciones que van desde la creación de una conselleria específica para el catalán (ERC y CUP) o la integración de las políticas lingüísticas en Presidència, para asegurar su transversalidad (PSC y Junts) hasta la introducción de cláusulas lingüísticas en los procesos de contratación con la administración catalana y de concesión de subvenciones y la implantación de medidas para garantizar la competencia lingüística de todos los trabajadores públicos (Junts, ERC, CUP), pasando por la preservación del modelo de inmersión (del que solo se desmarcan el PP, Ciudadanos y Vox). ◼
El fin del mandato dejó a medio camino la apuesta por el objetivo del 2% del presupuesto La caída del uso social del catalán entre los jóvenes se ha convertido en campo de batalla electoral
LENGUA DE USO HABITUAL
Pescar entre los indecisos y, también, entre los desamparados. Cualquier bolsa de votantes cuenta en la recta final de una contienda electoral, más aún si la apelación es a cuenta del rival político. Eso es lo que están haciendo en los últimos días de campaña tanto ERC como el PSC, conscientes de que existe una bolsa de ciudadanos que simpatizaban con la extinta CiU que continúa sintiéndose huérfana cuando miran a Carles Puigdemont, por más que tanto Jordi Pujol como Artur Mas hayan exhibido su apoyo. El pastel existe, así que Pere Aragonès y Salvador Illa aspiran a llevarse un trozo. El protagonismo de Carles Campuzano o de Josep Lluís Trapero responde a esta lógica.
Eso explica los manifiestos, anuncios, artículos y fotografías que han circulado recientemente. Por ejemplo, ERC empezó en la precampaña reclutando el apoyo del exconseller de Economia Andreu Mas-Colell, pieza clave de los gabinetes de Mas entre 2010 y 2015. Fue un apoyo inequívoco que le llevó a afirmar que la Generalitat debe mantener a un presidente con el «talante» de Aragonès.
No ha sido el único guiño de ERC a ese votante convergente. Otro movimiento fue incorporar en un puesto destacado de la candidatura, el séptimo por Barcelona, a Campuzano, que durante dos décadas fue diputado de CiU en el Congreso. Este, a su vez, ha reclutado a varias personalidades del entorno convergente para que impulsaran una declaración de apoyo al actual Govern, con nombres como el de Montserrat Candini, exalcaldesa de Calella y exdiputada de CiU; Antoni Bayona, letrado del Parlament; David Font, alcalde de Gironella, y Maria Victòria Forns, exdiputada de CiU.
El pasado miércoles, ERC organizó un acto para reivindicar su transversalidad como partido acogiendo a miembros de la extinta CiU y también de otros espacios políticos como el PSC –Joan Ignasi Elena y Quim Nadal– y la órbita de ICV y Podemos –Elisenda Alamany–. En primera fila estaba Campuzano. También acudió el periodista Francesc-Marc Álvaro, fichado en las pasadas elecciones generales con el mismo objetivo: seducir al electorado convergente.
Por su parte, el PSC ya cuenta con una alianza consolidada con
Units per Avançar, partido acunado por dirigentes de la extinta Unió y liderado por Ramon Espadaler. El pasado martes, Illa hizo pública una fotografía paseando con Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución y fundador de Convergència. Y por la noche, en el debate de TV3, dejó caer a plomo rozando la medianoche que si él era presidente restituiría a Josep Lluís Trapero y lo situaría como director general de los Mossos. Este fichaje tiene detrás una relación cultivada durante tres años con también el exconseller Miquel Sàmper, que rompió el carnet de Junts cuando Puigdemont dio la orden de votar en contra en el primer round en el Congreso de la ley de amnistía.
La figura de Jordi Pujol
Este miércoles, Sàmper se sumaba al manifiesto a favor de Illa promovido por un centenar de miembros de la sociedad civil, así como el exconseller Santi Vila, que ya hace años que flirtea con la actual cúpula socialista. Ambos ya acudieron a la conferencia en Drassanes que hizo el candidato del PSC justo antes del inicio de la campaña y a la que también se apuntaron la exconsellera Meritxell Ruiz, así como el exdiputado Jordi Xuclà y el presidente del PDECat, David Bonvehí, todos procedentes de las filas convergentes.
Por si fuera poco, Illa reivindica en sus mítines la primera gran transformación de Catalunya con Pujol al frente de la Generalitat. Poco le importa que el expresident haya anunciado su voto a favor de Puigdemont. Para el candidato del PSC, es útil evocar ese legado para lograr su objetivo: que ese votante moderado apueste por él como garante de la estabilidad en un nuevo ciclo sin procés, dentro del carril de la legalidad y con la gestión y la financiación por bandera. Todos ellos pilares de la CiU de antaño, que incluso encuentra más que guiños en el programa electoral de los socialistas con el apoyo explícito a grandes infraestructuras como la ampliación del aeropuerto y el cuarto cinturón.
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Illa hasta reivindica la primera gran transformación de Catalunya con Pujol al frente del Govern