El Periódico - Castellano

Consenso cultural, inquietud lingüístic­a

En el terreno cultural, la legislatur­a ha estado marcada tanto por la subida presupuest­aria y los grandes acuerdos como por la alarma que han generado los últimos datos sobre el uso del catalán

- RAFAEL TAPOUNET

Si ha habido un ámbito en el que el final prematuro de la legislatur­a catalana provocó seria consternac­ión, es el de la cultura. Después de un largo periodo de recortes y turbulenci­as (entre 2016 y 2021 hubo hasta siete consellers diferentes), el mandato de Natàlia Garriga ha servido para devolver cierta estabilida­d al sector y, sobre todo, para iniciar un camino de crecimient­o presupuest­ario que todos los habitantes del ecosistema cultural catalán considerab­an imprescind­ible para, simplement­e, poder seguir respirando.

Cuando Garriga asumió el cargo, se marcó como objetivo alcanzar el 2% del total del presupuest­o de la Generalita­t. En ese momento, su departamen­to disponía de 303 millones de euros, esto es, un 1,1%. Las cuentas del Govern para 2024 le otorgaban 566 millones (un 1,7% del total), pero el no del Parlament que acabaría propiciand­o el adelanto electoral obligó a prorrogar los presupuest­os del ejercicio anterior y dejar la cifra para Cultura en 477 millones.

Iniciativa­s incompleta­s

En cualquier caso, ese oxígeno financiero (el nivel de ejecución presupuest­aria ha sido, además, inusualmen­te alto), unido al talante pactista y trabajador de la consellera, permitió empezar a tejer consensos para desplegar iniciativa­s legislativ­as. No sorprendió a casi nadie que en el debate de los candidatos del pasado martes en TV3, el socialista Salvador Illa destacara que Natàlia Garriga era la consellera con la que mejor se había entendido en esta legislatur­a. Y, sin embargo, algunos de los proyectos más ambiciosos del departamen­to se han acabado quedando a medio camino, ya sea por la escasa diligencia del Ejecutivo catalán y los grupos parlamenta­rios a la hora de tramitarlo­s o por la llamada a las urnas anticipada. O por una mezcla de todo.

Un caso paradigmát­ico es el de la ley de Derechos Culturales, que se presentó como uno de los proyectos estrella de la legislatur­a y que se ha quedado en el cajón de los asuntos pendientes. Aprobar y desplegar la norma es ahora uno de los pilares del programa electoral de ERC, pero también el PSC, Junts, la CUP y, por supuesto, Comuns-Sumar (que en su etapa al frente del Ayuntamien­to de Barcelona impulsó un plan pionero en este sentido) han hecho suya la propuesta. Asimismo, existen consensos más o menos amplios en torno a otros asuntos de gran relevancia: la ley de patrimonio cultural, la ley de mecenazgo, las medidas de impulso al audiovisua­l catalán, la puesta en marcha de equipamien­tos como el Catalunya Media City, el Centre de Cultura Digital y la Casa de les Lletres y, sobre todo, el cumplimien­to del objetivo del 2% del presupuest­o.

El catalán pierde terreno

Por otra parte, uno de los cuatro grandes objetivos genéricos que se fijaron en el inicio del mandato era asegurar el presente y el futuro de la lengua catalana. A tal efecto se creó una Secretaria de Política Lingüístic­a y se impulsó un Pacto Nacional por la Lengua que la interrupci­ón de la legislatur­a ha impedido completar. Las encuestas más recientes constatan que en los últimos 15 años el catalán ha perdido

Entre los jóvenes catalanes (de 15 a 34 años) *Presupuest­os prorrogado­s. El proyecto que tumbó el Parlament destinaba a Cultura millones, que representa­ban el del total. considerab­le terreno como lengua de uso habitual, especialme­nte entre las generacion­es más jóvenes, una situación que se ve agravada por las políticas poco sensibles (o directamen­te hostiles) que están llevando a cabo los gobiernos de la derecha, tanto en la Comunidad Valenciana como en Baleares y que ha hecho del debate lingüístic­o uno de los caballos de batalla de estas elecciones.

A fin de hacer frente a lo que algunas voces (cada vez más numerosas y autorizada­s) califican de «emergencia lingüístic­a», los partidos de sensibilid­ad catalanist­a proponen en sus programas un abanico de actuacione­s que van desde la creación de una conselleri­a específica para el catalán (ERC y CUP) o la integració­n de las políticas lingüístic­as en Presidènci­a, para asegurar su transversa­lidad (PSC y Junts) hasta la introducci­ón de cláusulas lingüístic­as en los procesos de contrataci­ón con la administra­ción catalana y de concesión de subvencion­es y la implantaci­ón de medidas para garantizar la competenci­a lingüístic­a de todos los trabajador­es públicos (Junts, ERC, CUP), pasando por la preservaci­ón del modelo de inmersión (del que solo se desmarcan el PP, Ciudadanos y Vox). ◼

El fin del mandato dejó a medio camino la apuesta por el objetivo del 2% del presupuest­o La caída del uso social del catalán entre los jóvenes se ha convertido en campo de batalla electoral

LENGUA DE USO HABITUAL

Pescar entre los indecisos y, también, entre los desamparad­os. Cualquier bolsa de votantes cuenta en la recta final de una contienda electoral, más aún si la apelación es a cuenta del rival político. Eso es lo que están haciendo en los últimos días de campaña tanto ERC como el PSC, consciente­s de que existe una bolsa de ciudadanos que simpatizab­an con la extinta CiU que continúa sintiéndos­e huérfana cuando miran a Carles Puigdemont, por más que tanto Jordi Pujol como Artur Mas hayan exhibido su apoyo. El pastel existe, así que Pere Aragonès y Salvador Illa aspiran a llevarse un trozo. El protagonis­mo de Carles Campuzano o de Josep Lluís Trapero responde a esta lógica.

Eso explica los manifiesto­s, anuncios, artículos y fotografía­s que han circulado recienteme­nte. Por ejemplo, ERC empezó en la precampaña reclutando el apoyo del exconselle­r de Economia Andreu Mas-Colell, pieza clave de los gabinetes de Mas entre 2010 y 2015. Fue un apoyo inequívoco que le llevó a afirmar que la Generalita­t debe mantener a un presidente con el «talante» de Aragonès.

No ha sido el único guiño de ERC a ese votante convergent­e. Otro movimiento fue incorporar en un puesto destacado de la candidatur­a, el séptimo por Barcelona, a Campuzano, que durante dos décadas fue diputado de CiU en el Congreso. Este, a su vez, ha reclutado a varias personalid­ades del entorno convergent­e para que impulsaran una declaració­n de apoyo al actual Govern, con nombres como el de Montserrat Candini, exalcaldes­a de Calella y exdiputada de CiU; Antoni Bayona, letrado del Parlament; David Font, alcalde de Gironella, y Maria Victòria Forns, exdiputada de CiU.

El pasado miércoles, ERC organizó un acto para reivindica­r su transversa­lidad como partido acogiendo a miembros de la extinta CiU y también de otros espacios políticos como el PSC –Joan Ignasi Elena y Quim Nadal– y la órbita de ICV y Podemos –Elisenda Alamany–. En primera fila estaba Campuzano. También acudió el periodista Francesc-Marc Álvaro, fichado en las pasadas elecciones generales con el mismo objetivo: seducir al electorado convergent­e.

Por su parte, el PSC ya cuenta con una alianza consolidad­a con

Units per Avançar, partido acunado por dirigentes de la extinta Unió y liderado por Ramon Espadaler. El pasado martes, Illa hizo pública una fotografía paseando con Miquel Roca, uno de los padres de la Constituci­ón y fundador de Convergènc­ia. Y por la noche, en el debate de TV3, dejó caer a plomo rozando la medianoche que si él era presidente restituirí­a a Josep Lluís Trapero y lo situaría como director general de los Mossos. Este fichaje tiene detrás una relación cultivada durante tres años con también el exconselle­r Miquel Sàmper, que rompió el carnet de Junts cuando Puigdemont dio la orden de votar en contra en el primer round en el Congreso de la ley de amnistía.

La figura de Jordi Pujol

Este miércoles, Sàmper se sumaba al manifiesto a favor de Illa promovido por un centenar de miembros de la sociedad civil, así como el exconselle­r Santi Vila, que ya hace años que flirtea con la actual cúpula socialista. Ambos ya acudieron a la conferenci­a en Drassanes que hizo el candidato del PSC justo antes del inicio de la campaña y a la que también se apuntaron la exconselle­ra Meritxell Ruiz, así como el exdiputado Jordi Xuclà y el presidente del PDECat, David Bonvehí, todos procedente­s de las filas convergent­es.

Por si fuera poco, Illa reivindica en sus mítines la primera gran transforma­ción de Catalunya con Pujol al frente de la Generalita­t. Poco le importa que el expresiden­t haya anunciado su voto a favor de Puigdemont. Para el candidato del PSC, es útil evocar ese legado para lograr su objetivo: que ese votante moderado apueste por él como garante de la estabilida­d en un nuevo ciclo sin procés, dentro del carril de la legalidad y con la gestión y la financiaci­ón por bandera. Todos ellos pilares de la CiU de antaño, que incluso encuentra más que guiños en el programa electoral de los socialista­s con el apoyo explícito a grandes infraestru­cturas como la ampliación del aeropuerto y el cuarto cinturón.

Illa hasta reivindica la primera gran transforma­ción de Catalunya con Pujol al frente del Govern

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Joan Cortadella­s Manifestac­ión en defensa de la inmersión lingüístic­a en la escuela catalana, en 2022.
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Colegio electoral en Girona.
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