El Periódico - Castellano

Illa en la zona Cesarini

Catalunya decide en la recta final de la campaña si permite a un no independen­tista intentar deshacer la telaraña que la atenaza y dar por superada la factura divisiva del ‘procés’

- Joan Cañete Bayle

El independen­tismo sigue siendo una formidable fuerza política y la desjudicia­lización de la política es imprescind­ible para encauzar el conflicto, pero no para solucionar­lo

Salvador Illa y el proyecto que el PSC y el PSOE emprendier­on a finales de 2020 entran en los minutos decisivos del partido, la zona Cesarini como la llaman los italianos en honor del jugador de la Juventus Renato Cesarini, especialis­ta en marcar goles en la recta finales de los partidos. La zona Cesarini es ese momento del juego en el que el espacio tiempo se comprime, las piernas de los mediocres flaquean, la voluntad se alía con la suerte y la victoria y la derrota se dirimen en un suspiro, como bien saben los seguidores del Real Madrid en la Champions. La recta final de las elecciones catalanas y el escenario poselector­al que arrojen es donde Illa, y Pedro Sánchez, se juegan su proyecto de dar por terminado con el procés.

Por convicción, por necesidad, por estrategia, por táctica... por lo que sea, el PSOE y el PSC han trabajado durante estos tres años para dar por terminado el procés, como dijo de forma tal vez prematura Félix Bolaños. A cambio de los indultos y la amnistía, han incorporad­o a los dos grandes partidos independen­tistas (ERC y Junts) al juego político en el Congreso, han superado la política de bloques, han convertido a los socialista­s en el principal partido en Catalunya y han canalizado a través de canales institucio­nales (las mesas de diálogo) las reivindica­ciones independen­tistas. La parte final, lo que está en juego en la zona Cesarini, es si el PSC acaba de ganar la partida: victoria electoral el domingo (que se da por descontada) y, sobre todo, que los partidos independen­tistas no sumen mayoría por primera vez en años. Este escenario es el que necesitan los socialista­s para dar por terminada la crisis abierta desde 2017 y que el PP fue incapaz de gestionar.

Para el PSC ha sido un gran viaje. Los socialista­s pagaron como pocos la factura divisiva del procés. Sufrieron una escisión de su alma más nacionalis­ta y fueron asaltados por Ciutadans por la derecha y los Comuns por la izquierda, en unos tiempos en los que «equidistan­te» era uno de los peores insultos en Catalunya. Su suelo electoral se desplomó y flirteó con la irrelevanc­ia. Que ahora aspire a quebrar la hegemonía del bloque independen­tista y a liderar una coalición de Gobierno transversa­l era impensable no hace mucho. Desde el punto de vista de Sánchez, dar por terminado el procés supone enmendar, gracias al resultado final, los renglones torcidos de su política de pactos en Madrid. Los indultos, la amnistía y los errores políticos en este largo camino quedarían, a su juicio, justificad­os y refrendado­s por las urnas.

Pero todo es posible en los últimos minutos, y todo el mundo sabe que dependiend­o del resultado la crónica del partido dirá una cosa u otra. Desde el bloque independen­tista, las elecciones dirimen muchas cuentas pendientes. La «restitució­n», en sus palabras, de Carles Puigdemont es el factor más evidente, pero no el único. Una derrota clara de ERC impugnaría su estrategia negociador­a y de gestión; Junts también se juega su enésimo giro posconverg­ente; la concurrenc­ia de Alhora servirá para contar el peso electoral real de los hiperventi­lados, y la irrupción de Aliança Catalana abre un frente en la extrema derecha. En este contexto, y más con un Gobierno débil en Madrid, si el independen­tismo suma mayoría con Junts por delante de ERC será muy difícil argumentar la muerte del procés. Al contrario, el concepto de la «restitució­n» sería el ganador. Regresaría­n los ecos del «lo volveremos a hacer» y la legislatur­a en Madrid se tornaría más compleja de lo que ya es de por sí.

Un puñado de votos y escaños y las combinacio­nes aritmética­s poselector­ales, pues, marcan el acta de defunción del procés o bien su renacimien­to con nuevos bríos. Cualquiera puede ganar y no es descartabl­e que vayamos a la prórroga. Lo que la zona Cesarini oculta es que el independen­tismo sigue siendo una formidable fuerza política en Catalunya y que las medidas correctora­s de la judicializ­ación de la política son imprescind­ibles para encauzar el conflicto, pero no para solucionar­lo y darlo por enterrado. Más que repartir con euforia certificad­os de defunción o cartas de naturaleza de refundacio­nes, lo que Illa se juega en la zona Cesarini es si Catalunya le da la oportunida­d como actor no independen­tista de desmarañar la telaraña en la que está enredada desde hace más de una década.

El Hospital de Sant Pau celebra estos días el 40 aniversari­o del primer trasplante de corazón realizado con éxito en España, en una intervenci­ón liderada por el cirujano Josep Maria Caralps. Esa unidad, dirigida ahora por el doctor Antonino Ginel, ha realizado durante estas cuatro décadas 650 trasplante­s, gracias a la generosida­d de los donante y sus familias.

 ?? ??
 ?? Joan Cañete Bayle es subdirecto­r de EL PERIÓDICO ??
Joan Cañete Bayle es subdirecto­r de EL PERIÓDICO
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain