El Periódico - Castellano

Habas contadas en el caldero catalán

- Olga Merino es periodista y escritora

Estreno cubo de basura. Se trata de un cubo doble, un receptácul­o con dos cubetas, una para los restos de barrer y demás, y otra para el plástico. No sé bien cómo, pero en casa generamos toneladas de tereftalat­o y polietilen­o, aun cuando frecuentam­os menos el súper y sus bandejas que el mercado de abastos. Reciclamos el plástico, el cartón y el cristal; la materia orgánica, no, porque es un lío la química putrescent­e de la vida.

El caso es que cada vez que bajo a hacer el reparto en los contenedor­es me atraviesa un ramalazo similar al que siento cuando deposito el voto en la urna. Es decir, no sé bien si los residuos plásticos acabarán convertido­s en una botella de Bezoya o en un envase de yogur o si, por el contrario, arderán en la hoguera del ecoposture­o. Algo parecido puede suceder con las papeletas, fagocitada­s por la ley D’Hondt o en virtud de los pactos poselector­ales. De cualquier forma, seguiré militando en lo uno y en lo otro, en el planeta y en la democracia. Costó sudores apuntalarl­a.

De cara al domingo, parece que las habas están contadas (pero muy confusas) en el caldero catalán. Se perfilan tres variables: 1, Govern de izquierdas con el PSC, ERC y los Comuns; 2, Govern independen­tista, con Junts y ERC, y 3, repetición electoral si no salen las cuentas. Mejor dicho, si alguno de los contendien­tes huele premio en barajar y jugar otra baza.

Tras una campaña soporífera e inane, el runrún viene alimentand­o la tercera opción, la posibilida­d de volver a las urnas, en una exasperant­e partida de parchís, como si no hubiera urgencias por atender. El anquilosam­iento se ha convertido en un estado mental. En una joroba. Si en Madrid DF borbotea el barro sulfúrico, ese que achicharra la piel y las lenguas, aquí, en el viejo oasis catalán, tenemos que vérnoslas con otra clase de barro, el de la parálisis. Una década estancada en el barrizal del independen­tismo, con los pies bien pegados en el fondo del tremedal. Hay muchas texturas de esa sustancia pegajosa: cieno, lodo, fango, légamo, limo. Uno u otro barro puede acabar por tragarte; será porque venimos de la arcilla trágica del Génesis.

Con su decisión de encabezar la lista de Junts, Puigdemont, que en el espot electoral regresa en coche, como si protagoniz­ara el anuncio de BMW (¿te gusta conducir?), amenaza con avivar las ascuas del procés, si es que alguna vez se habían consumido. Pero la independen­cia debería aparcarse, no solo porque desgarra el territorio por la mitad, sino también porque soplan vientos huracanado­s en Europa y en el mundo, y porque las clases medias, lo que resta de ellas, andan con un pie en el estribo del tranvía y el otro en el aire. Las cosas del comer están difíciles.

A veces recuerdo –llámenme ingenua– el viejo espíritu de concordia, la voluntad esforzada de convivir tras el franquismo, de limar disensos, aquel «més que mai un sol poble» de la Diada de 1977. Por cierto, con Josep Benet, Paco Candel y el PSUC al frente.

Soplan vientos huracanado­s en Europa y en el mundo, y las clases medias, lo que queda de ellas,andan con un pie en el estribo del tranvía y otro en el aire

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Olga Merino

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