El malecón
El Real Madrid gana porque sí. Sobran más vueltas cuando se quiere explorar un fenómeno tan sobrenatural como machacón. Pero a ese ‘porque sí’ le caben matices que solo corresponden al Madrid.
final (2013) ha descontado a Klopp, Gündogan, Dembélé, Haaland y Bellingham, entre otros muchos. Sin un entrenador o jugador bandera ha regresado a la cima.
El Dortmund vende y el Bayern compra, pero como el fútbol no es una ciencia exacta los bávaros se quedaron por el camino en el Bernabéu. Su preparador, Thomas Tuchel, puso de su parte con un planteamiento medroso. Intervino tarde cuando Vinicius dio con una ruta de evacuación ante Kimmich -el mejor arquitecto del equipo sometido al arresto del bras ileño-. Y se olvidó de que en el Bernabéu los partidos acaban cuando lo dicta el Madrid, así que se apresuró al retirar a Kane y Sané, sus mejores fusileros.
Mientras, el Real a lo suyo. Como trapecista tampoco tiene semejanza. Es tal su poder de intimidación que Neuer, el mejor del Bayern, hizo de Karius y Joselu, maquillado como Gerd Müller, subrayó el principal credo de este Madrid, una fe infinita. Al Bayern, que siempre fue espadachín, le quedaba una bala, pero el árbitro y un asistente actuaron de forma precoz en tiempos de paciencia y paciencia cuando se trata de un fuera de juego.
Con todo, el Madrid de los imposibles por fin había sido mejor que su adversario en una eliminatoria. No lo fue ante el Leipzig y el City, y tampoco en Múnich. Pero nadie da con mejores atajos, nadie se maneja igual en las malas y en las buenas. Y no digamos en las finales. El 1 de junio afrontará la 18ª después de haber sucumbido solo en tres y en tiempos de los bisontes de Altamira (Benfica, 1962; Inter, 1964, y Liverpool, 1981). Un historial abrumador para cualquier rival, pero este Dortmund también merecería al menos un capítulo de Alejandro Dumas.
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