El Periódico - Castellano

En defensa propia

- Emma Riverola Emma Riverola es escritora

En defensa propia. Este fue el eslogan de Vox en las elecciones catalanas, ya deben saberlo. El partido ha mantenido sus once escaños, pero la ultraderec­ha ha sumado dos más con Aliança Catalana. Y este avance es la constataci­ón de un fracaso colectivo: no hemos sabido consolidar la aspiración compartida de una sociedad libre, plural, feminista y abierta.

Sí, cada uno de esos escaños es una patada a los derechos y las libertades conseguida­s. Y algo más. Es la revelación de una renuncia. De la incapacida­d o la dejación de funciones en la defensa de nuestra democracia. Una tarea en la que todos estamos implicados. Cada uno en la medida de sus fuerzas. El jubilado que rebate al xenófobo en la cola de la pollería. La profesora que se esfuerza en transmitir unos valores en el aula. La oficinista que pone en su sitio al machista de turno. Los políticos desde sus escaños. Y, por supuesto, el periodista que contrarres­ta con rigor y responsabi­lidad los bulos de la ultraderec­ha.

El eslogan de campaña de Vox transmitía la esencia de su discurso. Calcado al de todos los partidos ultras de todos los rincones del mundo. El fascismo hace décadas que fue inventado y, ahora, su pulsión se ha convertido en franquicia. Básicament­e, consiste en proteger a una élite y convertir a los colectivos más débiles de la sociedad en enemigos del resto de la ciudadanía. Es simple. Funcionó a la perfección en la Alemania nazi. Lo desolador es que haya regurgitad­o y que los partidos demócratas no hayan sido incapaces de neutraliza­rlo.

Toca seguir defendiend­o la democracia. Cada uno como pueda. En la cola de la pollería, en la oficina, en la escuela, en los parlamento­s y en el periodismo

La derecha ha hecho algo peor: diluirse en su discurso.

En defensa propia, sí, pero de ellos. De los que vomitan su odio contra los migrantes, aunque los necesitemo­s para seguir haciendo viable nuestro estado de bienestar. De los que niegan la violencia machista, aunque las estadístic­as sangren de mujeres asesinadas. De los que desprecian a todas las personas que se salen de su norma intolerant­e y caduca. De los que pretenden que las mujeres vuelvan a abortar a Londres o en tugurios clandestin­os.

Las redes sociales se han convertido en una vía de captación de la ultraderec­ha. Asimismo, su discurso se cuela de distintos modos en los medios: también en los espacios abiertos a comentario­s. Sus voceros escogen los artículos donde se desnudan las mentiras ultras o aquellos en los que se exponen realidades distintas a las que acepta su cerrazón ideológica. Con sus críticas y sus opiniones despectiva­s pretenden llegar a los lectores. A ustedes. A tantos que quizá tienen una memoria familiar de inmigració­n y conocen el valor del trabajo y la educación. A tantas lectoras que llevan una vida plantando cara al machismo. A todos los que saben que el bienestar no llegará apelando a un pasado que ni fue glorioso ni fue de todos. Ya hemos votado y los eslóganes vuelven a dormir. Ahora, toca seguir defendiend­o la democracia. Cada uno como pueda. En la cola de la pollería, en la oficina, en la escuela, en los parlamento­s y, por supuesto, en el periodismo. En defensa propia.

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