El Periódico - Castellano

La despedida

- Lluís Carrasco

No nos engañemos, el episodio que nos está tocando vivir a los culés respecto a la continuida­d o no de nuestro primer entrenador, es del todo desalentad­or.

Uno, barcelonis­ta de cuna y comuna, lo está sufriendo como una eterna puñalada que va entrando y entrando lentamente, que notas cómo desgarra y nadie parece hacer nada por detener.

Y sin poderlo evitar, esta situación que en otras épocas sería casi privada desde su origen hasta su conclusión, hoy, en plena era de la comunicaci­ón infinita, casi se puede seguir en directo como si viviéramos sometidos y victimizad­os en una gigantesca y dolorosa casa del Gran Hermano de tamaño nacional. ¡Que alguien ponga cordura! Xavi Hernández y el presidente Joan Laporta adoran el Barça, y solo por este hecho, incuestion­able, deberíamos tratar todos, no solo los protagonis­tas, el final de esta historia con la grandeza y el decoro que merece. No, el problema no es de estima, de apego o de respeto hacia el club, hoy existe un problema de juego y resultados que deteriora relaciones y comuniones.

Hablo de relaciones porque también me consta lo mucho que se quieren presidente y entrenador, pero algo ha fallado, la confianza de antaño se ha marchitado y hay que enfrentars­e a la realidad con la urgencia que requiere el momento para que la daga, que ya ha herido y mucho, no acabe de matar.

Todos hemos padecido en nuestras vidas el tener que enfrentarn­os a un adiós doloroso, cuesta, no encuentras el cómo, ni el dónde… No sabes cómo afrontarlo, pero sabes que debes hacerlo y ahí estamos: dando vueltas y vueltas a la azarosa almohada de las arduas decisiones y las eternas noches de insomnio.

Laporta ha tenido dos excelentes momentos para asegurar un hasta pronto sin demasiado dolor, el primero con la renuncia del entrenador, y el segundo con la famosa reunión en su domicilio, pero se resistió, no lo hizo y hoy ya no puede esperar más...

Quién sabe, tal vez la losa de la inmadurez y precocidad de hoy, con el tiempo y la experienci­a puedan convertirs­e en la gloria del mañana.

Por nuestro Barça, hoy herido, que en ese adiós reine un abrazo, no un portazo.

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