La tragedia de Maria Schneider en ‘El último tango en París’
Jessica Palud presenta ‘Maria’, donde recuerda la historia de la actriz francesa, marcada por el infame episodio de la sodomía con mantequilla.
Una película tan problemática como
El último tango en París no puede ser considerada una gran película. Lo afirmó ayer la directora Jessica Palud tras presentar en el Festival de Cannes el biopic Maria, en el que recuerda la historia de la actriz francesa Maria Schneider. En 1973, con 19 años, Schneider protagonizó junto a Marlon Brando la película de Bertolucci, que la lanzó a la fama pero también destruyó su vida por razones hoy bien conocidas: la escena de
El último tango en París en la que el personaje de Brando sodomiza al de Schneider usando mantequilla como lubricante no figuraba en el guion original, y la actriz ni fue avisada de que iba a rodarse ni por supuesto dio su consentimiento al respecto; Bertolucci y Brando –encarnado en la nueva película por un voluntarioso Matt Dillon– decidieron que, si la joven no sabía nada de antemano, su interpretación resultaría más creíble.
Palud construye la mayor parte de
Maria alrededor de la infame filmación, y la recreación que hace de ella transmite una convincente autenticidad. El problema es que el episodio tiene lugar apenas pasada media hora de metraje, y lo que sucede después no es más que el relato del todo predecible de un descenso a los infiernos; y, en lugar de contextualizar ese ocaso demostrando cómo la opinión de la época contribuyó a estigmatizar a Schneider, se limita a apilar escenas en las que la joven o bien se arrastra por la noche parisina o bien se inyecta heroína. Pese a ello, en cualquier caso, Maria es una obra valiosa en virtud de su mera existencia, en cuanto que estimula el debate sobre si es conveniente repensar el lugar que hemos asignado a ciertas películas en la cultura popular, y sobre qué debería estar permitido y qué no en nombre del arte.
Exquisitez de Miguel Gomes
Como casi todo su trabajo, el nuevo largometraje del portugués Miguel Gomes es una película extraña. Primera de las ficciones a concurso presentadas ayer, Grand Tour está ambientada en 1917; en su primera mitad, un funcionario británico instalado en Rangún huye de su prometida recorriendo Asia, de Bangkok al Tíbet pasando por Saigón, Manila, Osaka, Shanghái y Chongqing; en la segunda, la vemos a ella haciendo prácticamente el mismo recorrido; entretanto, la película alterna el color con el blanco y negro, las voces en off de más de media docena de narradores –cada uno en un idioma distinto– y las escenas protagonizadas por esos dos personajes con imágenes documentales contemporáneas de las ciudades por las que el relato va pasando. Una película extraña, decimos, y a la vez tan extravagante como elegante, tan épica como íntima, y tan melancólica como seductora.
Llama la atención, considerando la exquisitez general de su filmografía, que Grand Tour sea la primera película de Gomes que aspira a la Palma de Oro. Sin embargo, resulta mucho más inexplicable el cariño que el certamen demuestra estar cogiéndole al brasileño Karim Aïnouz. Su nuevo trabajo, Motel destino, dramatiza un triángulo amoroso en el interior de un love hotel donde el ruido de fondo de los jadeos y los gemidos nunca cesa, y entretanto parece querer reformular la propuesta de clásicos del noir como Perdición y El cartero siempre llama dos veces, pero sus intenciones se ven frustradas tanto por su tosquedad narrativa como por la idiotez extrema de todos sus personajes.
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Ashley Madison: sexo, mentiras y escándalos.
El trabajo, compuesto de tres episodios, aborda la trayectoria de Ashley Madison desde dentro de este lucrativo negocio. Muchas de las aportaciones las hacen exempleados. Ellos cuentan, por ejemplo, el caos que se vivió cuando en julio de 2015 sus sistemas fueron hackeados por un misterioso grupo, Impact Team, que les dio un mes para cerrar el negocio o publicarían sus bases de datos con las fotos de desnudos, nombres, direcciones y fantasías sexuales de los usuarios. «No buscaban dinero, sino que fue un ataque por razones ideológicas», explican.
Estaban a punto de salir a bolsa, así que el CEO de la empresa, Noel Biderman, se negó al chantaje y contrató a dos expertos
El biopic sobre la actriz reabre el debate sobre el papel asignado a algunas películas