Campaña con la mirada en la ultraderecha
Alemania, Francia e Italia afrontan las elecciones con los partidos de extrema derecha ocupando puestos destacados en las encuestas y con la duda de si estas formaciones extremistas tendrán la llave de la legislación comunitaria durante la próxima legisla
El proyecto europeo se someterá al examen de las urnas del 6 al 9 de junio con sus tres principales motores en tensión. Alemania, Francia e Italia afrontan la campaña electoral con la extrema derecha disparada en las encuestas y con la incertidumbre de si estos partidos tendrán la llave de la legislación comunitaria durante los próximos cinco años.
1 La toxicidad ultra.
El giro a la derecha de Alemania, la primera potencia económica y demográfica de la UE, se da por imparable, mientras que la toxicidad de la ultraderecha neonazi asusta incluso al resto del extremismo europeo. Se da por segura la victoria del bloque conservador liderado por Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea que aspira a un segundo mandato. Los sondeos sitúan a la Unión Cristianodemócrata y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CDU-CSU) por encima del 30% de los votos. Es decir, el doble de lo que se pronostica al segundo, puesto en disputa entre la socialdemocracia del canciller Olaf Scholz y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), aunque algún sondeo coloque casi empatado a los cogubernamentales Verdes.
Del centrismo que representó la CDU en los 16 años de Angela Merkel en el poder no queda nada. Los conservadores alemanes han girado a la derecha bajo el liderazgo de Friedrich Merz, refrendado por el bávaro Markus Söder, quien siempre representó esta línea. Los acercamientos de la actual mujer más poderosa de Europa, Von der Leyen, hacia la italiana Giorgia Meloni no hacen más que agrandar esta dinámica, por mucho que a escala alemana los conservadores excluyan a la derecha radical como aliada.
AfD parecía tener el triunfo asegurado como segunda fuerza. Pero su extremismo y apuestas neonazis la ha convertido en proscrita. Que a dos semanas de las elecciones haya quedado excluida del grupo Identidad y Democracia (ID) -el de la francesa Marine Le Pen- es el resultado de una suma de escándalos. Mientras una parte de la ultraderecha europea modera su perfil para avanzar hacia el poder, la alemana es un espectáculo diario de toxicidad extrema. Además, le ha surgido un rival desde el populismo izquierdista: el nuevo partido liderado por Sahra Wagenknecht, con una línea antiasilo similar a las de los ultras. Es la nueva estrella del tablero alemán y araña electorado tanto de la AfD como de la izquierda clásica, en lucha por su supervivencia.
2 A las puertas de la victoria.
A estas alturas, si nada cambia, la extrema derecha francesa será la gran vencedora en estas elecciones europeas. Es tan evidente que, el jueves France2 presentó un debate únicamente a dos; entre el preferido de Emmanuel
Macron, Gabriel Attal, y el candidato de Marine Le Pen, Jordan Bardella. La pregunta no es quién ganará sino por cuánto ganará la ultraderecha francesa. Según los últimos sondeos, Agrupación Nacional (RN) ganaría con una abrumadora ventaja del 32%. Muy por detrás, con un 17%, Valérie Hayer, la elegida de Macron para encabezar su lista.
El jueves era un día clave para el candidato de la RN. Favorito en las encuestas, se mantuvo a la defensiva durante el debate, pero se mostró deficiente en cuestiones de fondo, como la cuestión migratoria y la idea de la ultraderecha de la «doble frontera». Bardella no consiguió poner entre las cuerdas a su rival, más bien al revés, cuando Attal, el primer ministro, le preguntó en reiteradas ocasiones cómo llevaría a cabo esta «doble frontera» sin obtener respuesta. «Vuestro programa es un rasca y gana, pero en vuestro caso cuando rascas no encuentras nada detrás», dijo Attal a Bardella, con una sonrisa de satisfacción.
No lo dijo por decir. El lepenismo siempre ha dicho no a Europa, pero ayer Bardella daba un paso atrás afirmando estar en «contra del funcionamiento actual, pero no contra la UE». A lo que el primer ministro le recriminó buscar un «Frexit camuflado».
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Mientras una parte de los radicales moderan su perfil , los alemanes van a escándalo diario
La apuesta de Giorgia Meloni.
Giorgia Meloni ya casi no grita. Viste a menudo opacos trajes de colores primaverales que transmiten tranquilidad y optimismo, un uniforme de campaña con el que se presenta a los grandes eventos de su partido, Hermanos de Italia. Es en este escenario donde estos días está hablando a los suyos y al ciudadano de a pie, de cara a las elecciones europeas de junio, a a la vez que intenta desmadejar el ovillo de su complicada realidad: la de rostro institucional al lado de líderes europeos de todos los bandos y la de jefa de un partido ultra que debe lidiar con el fuego amigo de socios de Gobierno, como La Liga de Matteo Salvini.
Como en otras citas electorales, el bicéfalo equilibro no está siendo fácil. Pero la balanza parece nuevamente inclinarse hacia la derecha. Prueba de ello: su decisión de participar por videoconferencia en el gran mitin de Vox en Madrid y la de no viajar a Francia, donde en el poder está un liberal como Emmanuel Macron, o Alemania, donde gobiernan los socialdemócratas de Olaf Scholz. Meloni ha evitado, así, una foto con Macron y Scholtz que podría haber permitido a Salvini atacarla por su supuesta cercanía a líderes más moderados.
No ha sido el único gesto en esta dirección. Otro ha sido la acogida dada al empresario Chico Forti, preso en EEUU durante 24 años y cuya repatriación tuvo a Meloni como protagonista. Lo que fue festejado por el ala más dura de la derecha. Según los últimos sondeos, Hermanos de Italia (entre el 25% y 27% de los consensos) y el PD (entre el 20% y el 22%) se estarían reforzando y distanciándose de otros partidos situados en su mismo bloque.
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— Busan y Barcelona están a 13.000 kilómetros de distancia. ¿Qué las une?
— Barcelona fue la primera ciudad hermana de Busan en Europa. Este año marca el 41 aniversario de esa hermandad y el alcalde Jaume Collboni y yo hemos firmado un tratado en el que renovamos nuestros compromisos y abrimos una nueva era. Nuestro principal motor es el comercio marítimo. El puerto de Busan es el mayor de Corea del Sur y el quinto del mundo y aspira a convertirse, como el puerto de Barcelona, en un hub internacional. Barcelona es un modelo de futuro para Busan. Queremos celebrar más conferencias internacionales y atraer a más turismo.
— ¿Cuando se maneja la segunda ciudad más importante de un país, es inevitable entrar en competencia con la capital?
— El problema de Corea es justamente que es un país hipercentralizado en Seúl. Hay una gran brecha rural-urbana y la solución para superarla pasa por promover sus otras ciudades, empezando por la segunda más grande, que somos nosotros. Queremos ser impulsores de una transformación industrial, de innovación y tecnología y ser un actor regional. Como puede ser para vosotros el Mediterráneo, así es para nosotros el Mar del Este.
— Entre Busan y la isla más próxima de Japón hay apenas unos 49 km por mar. ¿Cómo son las relaciones con sus vecinos?
— Japón y Corea han sido históricamente antagonistas por su pasado colonial (la ocupación japonesa duró 35 años, de 1910 a 1945). Pero su relación en el futuro es muy importante y Busan quiere tomar un rol para mejorar las relaciones con todos sus vecinos, fomentando el comercio y una industria integrada. Por ejemplo, con la fabricación de automóviles. Estamos tratando de establecer una economía regional, más allá de las fronteras de los países.
— ¿También con China, el gran gigante industrial y tecnológico del continente?
— Desafortunadamente la relación entre Corea y China tiene algunos desafíos debido a los países del G2 mundial, Estados Unidos y China. Nosotros seguimos siendo una nación dividida y Corea del Norte, el último régimen comunista totalitario del mundo, tiene el apoyo de China. A día de hoy, es el conflicto entre China y Estados Unidos lo que nos deja un delicado conflicto entre Corea del Sur y China. Es la guerra fría del presente.
— Y en ese tablero geopolítico, ¿cuál es el margen de maniobra a nivel ciudad?
— No podemos cambiar circunstancias más grandes que nosotros, pero en lo económico podemos establecer relaciones en buena parte de China, de hecho Shanghai es ciudad hermana.
— ¿Tienen alguna ciudad hermana en Corea del Norte?
— No (risas), pero sí en Estados Unidos, con Chicago y Los Ángeles. Aun así, Barcelona siempre será la primera.
«Tratamos de hallar un equilibrio entre las nuevas infraestructuras y la herencia cultural»