El Periódico - Castellano

Bichos invisibles

La viabilidad de la humanidad depende de los insectos polinizado­res que perpetúan la masa forestal o de los manglares que purifican las aguas

- PELIGRO DE EXTINCIÓN JORDI SERRALLONG­A Arqueólogo, naturalist­a y explorador.

Un buen puñado de especies biológicas al borde de la extinción están en Catalunya. No es de extrañar que diversas institucio­nes catalanas, e incluso británicas (como es el caso del Chester Zoo), se pusieran las pilas para salvar al único vertebrado endémico: el tritón del Montseny. Es pequeñajo y poco vistoso, pero crucial para el ecosistema. Ahora bien, el impacto humano sobre el mundo animal no entiende de fronteras ni banderas. La semana próxima parto de expedición con destino a Uganda, una tierra donde chimpancés y gorilas (como en la recién estrenada película El reino del planeta de los simios) conviven junto a su primo más cercano: el Homo sapiens.

Proteger a los pocos centenares de gorilas de montaña (no alcanzan el millar) distribuid­os entre Uganda, Ruanda y R.D. del Congo no significa que este simio ya se encuentre fuera del peligro de extinción. Antaño, la caza deportiva, el tráfico de especies exóticas y la destrucció­n del hábitat para uso antrópico, dejó una herida difícil de curar: la población simia estuvo al borde de la desaparici­ón. Reaccionam­os a tiempo, pero con limitacion­es. La tasa de reproducci­ón del gorila de montaña es tan baja que, junto con la llegada de pandemias (nuestra proximidad genética les hace sensibles a las enfermedad­es humanas), la actividad furtiva, los conflictos internos y la explotació­n de recursos minerales, hacen que el gorilla b. beringei permanezca en la lista de especies amenazadas. Lo mismo le ocurre al rinoceront­e blanco con el que también tengo una cita en Uganda. Y el drama incluye a otros paquidermo­s cuando trabajo en Tanzania. Estúpidas modas, en auge entre gente con mucho dinero y poco seso, hacen que el elefante siga siendo diezmado en pos de sus colmillos. ¿Qué satisfacci­ón aporta una figura de marfil encima de la videoconso­la? ¿O que el rinoceront­e negro sea abatido para arrebatarl­e el cuerno de queratina? Las propiedade­s estimulant­es de la virilidad, atribuidas a esta defensa anatómica, son una quimera. Solo se sustentan en su forma fálica. ¿Acaso no sería más fácil hartarse a comer zanahorias y nabos con morfología de gran falo? Pero los tipos pudientes buscan diferencia­rse a través de la tenencia de bienes de prestigio tan inútiles como caros e ilegales; y algunos de ellos proceden de animales en grave peligro de extinción. Es triste saber que el futuro de una entidad biológica dependa de la demanda de productos afrodisíac­os para hombres impotentes en ideas.

Aves y repitles

Hemos hablado de animales invisibles icónicos: gorilas, elefantes, rinoceront­es... Pero existen otros bichos invisibles que habrían de merecer todo el respeto y atención. Me refiero desde las aves, pasando por los reptiles y anfibios, hasta llegar a las plantas y a los animales más minúsculos: insectos, moluscos, corales, hongos... Por ejemplo, es imposible la superviven­cia del gorila de montaña sin los árboles, cálaos, hormigas, caracoles, ranas e incluso mosquitos que habitan el bosque impenetrab­le. Un ecosistema en el que cada personaje (lejos de su tamaño o la simpatía que le profesemos) ha de ser conservado por igual.

En efecto, la viabilidad de la humanidad depende de los insectos polinizado­res que perpetúan las masas forestales o de los manglares que purifican las aguas. Cada año desaparece­n muchos de estos bichos invisibles a la opinión pública, y lo hacen en nuestras propias narices. ¿Dónde están las coloridas mariposas que antes revoloteab­an por las ciudades catalanas? Tomemos nota: la vida en el planeta no desaparece­rá, acabará tomando otros caminos y readaptánd­ose. Somos nosotros los que, en breve, podemos colapsar.

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