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¿Qué hay de nuevo en Nueva Orleans?

Es el nuevo destino 'cool'. Coincidien­do con su 300.º aniversari­o, ha recuperado barrios enteros y se ha convertido en un centro gastronómi­co único. El 'New York Times' ya la califica como la mejor ciudad del mundo para visitar este 2018.

- Por Ixone Díaz Landaluce

La historia nunca ha sido benévola con Nueva Orleans. Sobrevivió al terrible incendio de 1788, que hizo arder el 80 por ciento de su famoso barrio francés. Las epidemias se cobraron miles de vidas en el siglo XIX mientras los esclavos se subastaban al mejor postor en sus calles. Todo mientras mantenía un pulso permanente contra el río Misisipi por no ahogarse en su cauce rebelde. Para colmo, es una de las ciudades del mundo más azotadas por los huracanes. En 2005, el Katrina se cobró 1500 víctimas solo en el estado de Luisiana. Y, pese a todo, Nueva Orleans nunca se ha dejado marcar por la tragedia.

Este año, la ciudad cumple tres siglos. En 1718, el explorador francés Jean-Baptiste Le Moyne fundó el barrio francés junto al Misisipi. Infestada de serpientes y mosquitos y rodeada de humedales, la zona se inundaba con facilidad, pero los convictos y los esclavos llegados de África y usados como mano de obra fueron poniendo en pie la ciudad. De hecho, en el siglo XIX, Nueva Orleans se convirtió en uno de los mayores centros de venta de esclavos de Estados Unidos. La ciudad pasó a manos españolas en 1763 hasta que, cuatro décadas más tarde, Francia

ES UNA CIUDAD MESTIZA. POR AQUÍ HAN PASADO FRANCESES, ESPAÑOLES, INGLESES...

la recuperó durante un breve periodo antes de que Napoleón vendiera todo el estado de Luisiana a Estados Unidos.

POR AQUÍ HAN PASADO franceses, españoles, ingleses e irlandeses. El resultado es una ciudad mestiza que ha convertido esa diversidad en su mayor reclamo turístico. Sus mansiones sureñas, sus fachadas color pastel y sus balcones son la postal típica de Nueva Orleans, pero hay otras: desde el barrio negro de Treme hasta Bywater, un vecindario conflictiv­o que después de ser fuertement­e azotado por el Katrina se ha convertido en el hogar de hipsters autóctonos y visitantes. Por todo eso sigue siendo la menos americana de

las ciudades de Estados Unidos.

Y, pese a una historia convulsa, catastrófi­ca e incluso violenta, Nueva Orleans nunca ha dejado de ser sinónimo de música y fiesta. Cuna del jazz y de Louis Armstrong, la ciudad es un incesante desfile de gente bailando, tocando instrument­os y bebiendo en los clubs de Bourbon Street, epicentro de la juerga, o en las angostas calles del barrio francés. Los turistas se mezclan con músicos profesiona­les y aficionado­s, con bohemios y algún homeless. De hecho, sus bares son uno de sus patrimonio­s emblemátic­os. Con más de 1500, tiene más bares per cápita que cualquier otra ciudad del país. Pero eso conlleva su correspond­iente precio: la tasa de trasplante­s de hígado y la de criminalid­ad también son las más altas del país.

PERO ESO NO HA CONSEGUIDO ahuyentar a los turistas. Entre otras cosas porque en Nueva Orleans siempre está pasando algo. Además de su famoso festival de jazz y del Mardi Gras, su apoteósico carnaval, cada año se organizan más de 135 festivales diferentes. Y la gastronomí­a siempre está en el centro de la fiesta. La fusión de culturas, desde la cajún y la criolla hasta la caribeña y la africana, ha convertido la ciudad en un paraíso para los foodies. Por eso, toda una nueva generación de chefs está reinventan­do la cocina sureña y reinterpre­tando algunas de sus variedades, como la soul food, herencia de la comida de los esclavos en las plantacion­es de algodón, o la comfort food, la cocina más tradiciona­l de la zona. Ninguna de estas versiones es precisamen­te light, pero las sabrosas especialid­ades locales merecen saltarse la dieta. Desde el po'boy (un bocadillo de ostras rebozadas) o el jambalaya (una especie autóctona de paella) hasta el pollo frito o el gumbo, un guiso cajún que puede llevar de todo: gambas, pollo, ostras, salchicha, pato, conejo…

Para rentabiliz­ar la fiebre gastronómi­ca, una legión de nuevos restaurant­es ha abierto sus puertas, mientras barrios como el Warehouse District se han puesto de moda y han dado la bienvenida a nuevos hoteles. Quizá por eso el New York Times señalaba recienteme­nte Nueva Orleans como la mejor ciudad del mundo para visitar en 2018.

UNA GENERACIÓN DE NUEVOS CHEFS Y RESTAURANT­ES ESTÁ REINVENTAN­DO LA COCINA SUREÑA

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Puro 'jazz' Los músicos callejeros, profesiona­les o aficionado­s, amenizan el recorrido por la ciudad.
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millennial. En el lobby suelen pinchar DJ.
Moxy Hotel Este hotel está pensado para el viajero millennial. En el lobby suelen pinchar DJ.
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sour en el patio. También tiene una azotea con vistas.
Pontchartr­ain Hotel Su restaurant­e, The Caribbean Room, está de última moda. Se encuentra en Garden District. Catahoula Hotel Muy recomendab­le tomar un pisco sour en el patio. También tiene una azotea con vistas.
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Henry Howard Hotel Cada una de sus habitacion­es es diferente y están decoradas con instrument­os musicales.
 ??  ?? ACE Hotel Este edificio de los años veinte se ha convertido en el templo hipster. No es necesario ser huésped para disfrutar de una copa en el lobby.
ACE Hotel Este edificio de los años veinte se ha convertido en el templo hipster. No es necesario ser huésped para disfrutar de una copa en el lobby.
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 ??  ?? The Jazz Playhouse Según muchos, el mejor club de jazz de los hoteles de Bourbon Street. Conciertos cada día, por 20 dólares.
The Jazz Playhouse Según muchos, el mejor club de jazz de los hoteles de Bourbon Street. Conciertos cada día, por 20 dólares.
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Shaya Desde que abrió sus puertas, en 2015, es el restaurant­e de moda. Su chef es Alon Shaya.

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