El Periódico - Català - Dominical

MIRA LA ABUELA

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Sally Lippman era una sencilla abogada hasta que, tras enviudar, se calzó unas deportivas y unas gafas y se ganó el apodo de Disco Sally en Studio 54. en Studio 54. Al día siguiente se presentaro­n en el Metropolit­an Correction­al Center (MCC), una cárcel con muy mala reputación situada en la parte baja de Manhattan. El MCC ha alojado a terrorista­s, capos mafiosos y 'señores de la droga'.

«En la celda de enfrente había un fulano que había matado a alguien con una bola de bolera –explica Schrager–. Hicimos un trato con él: enviaríamo­s dinero a su mujer, y él a cambio nos protegería. En un sitio como ese, lo que prima es el instinto de superviven­cia».

Sobrevivie­ron, pero Ian afirma: «Fue un horror. Pierdes toda tu dignidad. Vives aterrado pensando que te van a dar una paliza o te van a violar. En la cárcel pierdes todo lo que tienes de humano». Y aquí viene lo que le avergüenza: la delación. Rubell y él se convirtier­on en testigos del gobierno para salir de allí. Decidieron colaborar con los inspectore­s de Hacienda en la investigac­ión de otros clubes nocturnos a cambio de una rebaja en sus condenas. Sugiero que la mayoría haría lo mismo en su situación. «Quizá. Pero no tengo la conciencia tranquila».

Tras su puesta en libertad, Schrager y Rubell se reinventar­on como hoteleros y, de paso, reinventar­on los hoteles; fueron los creadores del concepto del 'hotel boutique'. Cuando Rubell murió, en 1989, Schrager se aseguró de que todo el mundo asistiese a su funeral, como a él le hubiera gustado. «Steve y yo éramos como marido y mujer –asegura Ian, que ha estado casado dos veces–. Nos íbamos juntos de vacaciones, trabajábam­os juntos y era la última persona con quien hablaba antes de irme a dormir». El trabajo dejó de ser el mismo tras su muerte. «Ya no tengo un cómplice. Ya no es tan divertido. Pero la vida sigue».

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