El Periódico - Català - Dominical

Memorias de un elefante

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mNunca pensé en escribir mis recuerdos, aunque es cierto que los elefantes tenemos una gran memoria. Hay científico­s que han estudiado nuestros cerebros, de hasta cinco kilos de peso, como un bebé gordo de mujer blanca. El humano es de unos 1300 gramos, raquítico como vuestros cuerpos. Soy el más anciano de la manada, un animal de un gran tamaño y larga vida –y por qué no decirlo: de nobleza–. Mis congéneres pueden alcanzar hasta los 70 años: yo he superado los 60. He sobrevivid­o a las enfermedad­es, a los safaris para ricos y a los furtivos del marfil, así que espero conservar los colmillos –la dignidad de los colmillos– hasta el fin de mis días, ya no tan lejanos.

Hace poco vinieron a verme los responsabl­es de una importante editorial de libros políticos interesado­s en mi biografía. No sé cómo supieron de la historia: hace años me topé con un rey con el que intimé unas horas durante una noche de insomnio. Según me contaron los editores, el tal rey, ya jubilado, había vuelto a la actualidad al hacerse públicos unos audios de una amante, o examante, o amiga especial, o amiga entrañable, no me quedó clara la relación, donde se le acusaba de chanchullo­s, de cómo la había usado como testaferro y había cobrado comisiones. No sé si será verdad o mentira, nada de eso me explicó –¿y por qué tendría que haberlo hecho si solo fui la trompa de una noche?–, de manera que en un primer momento les dije que no me interesaba, si bien después de la insistenci­a, un cheque con muchos ceros y la promesa de una buena campaña de publicidad, acepté. ¿Por qué los paquidermo­s más conocidos del mundo tienen que ser el símbolo del partido republican­o, Babar, Dumbo y Joseph Merrick, el Hombre Elefante?

Sentando ante el ordenador recuerdo la noche en la que conocí al rey. Estaba en mi bar preferido, donde no permiten la entrada a los leones, lo que agradezco porque son muy agresivos y dejan pelo, y me estaba fumando un puro: los turistas se quedan embobados cuando lanzas el humo por la trompeta. Acababa de beber una cerveza Delirium Tremens,

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