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EL RESPALDO LEGAL

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de violación de leyes bancarias, evasión fiscal, soborno, conspiraci­ón, extorsión y chantaje para ayudar a uno u otro cliente. Y, por supuesto, de beneficiar­se en último lugar. Nada de ello parecía hacerle mella. De hecho, se jactaba de no cumplir con sus contribuci­ones fiscales: «¡Todos evadimos impuestos! Algunos más que otros, sí, pero no me culpes a mí por tu falta de conocimien­to». La conclusión era clara: «La mala publicidad es mejor que la no publicidad». Roy Cohn disfrutaba estando en el foco de las cámaras.

Lo cierto es que siempre estuvo acostumbra­do a estar rodeado de gente con poder. Hijo único en una familia más que acomodada de Nueva York, de niño disfrutaba de las conversaci­ones sobre los casos de su padre Al, que llegaría a ser juez de la Corte Suprema del estado de Nueva York. Sus padres insistían en que Roy les acompañase a todos sus actos sociales y él aprendió desde muy joven que los favores son una valiosa moneda de cambio. Trump, en 1984, acompañado por Cohn, durante uno de sus numerosos pleitos. Aquí, en uno relacionad­o con un equipo de fútbol del que era propietari­o.

EN LA SENDA DE LA POLÍTICA. Para Nicholas von Hoffman, autor de la biografía no autorizada Citizen Cohn,

«la figura de Roy es una radiografí­a de cómo funcionan los estamentos de poder en América». Su nutrida red de contactos era una de las claves de su poder. «No quiero saber cuál es la ley, quiero saber quién es el juez» es una de sus frases más conocidas.

Su cartera de clientes no entendía de colores. Un día podía estar en una cena solidaria recaudando para el Partido Demócrata y otro apoyando una precampaña republican­a.

Cohn fue quien puso en contacto a Trump con Roger Stone, que acabaría siendo un asesor determinan­te en su carrera política. En 1979, Roger Stone, conocido en los círculos políticos por haber sido el más joven de los implicados en el caso Watergate, acababa de ser designado para llevar la campaña presidenci­al de Ronald Reagan en el área de Nueva York y necesitaba un espacio para sus oficinas. Cohn medió para que Trump atendiese a Stone y ya se mostró muy interesado en los mecanismos de la campaña de Reagan. Por aquellos años, Trump ya empleaba su discurso de la Great America que está siendo destruida por las malas decisiones económicas de sus dirigentes. Y de la que años más tarde se erigiría 'salvador'.

Tras la llegada de Reagan a la Casa Banca, Stone montó su propia firma de consultorí­a y lobby políticos. Trump fue uno de sus primeros clientes. Para muchos cronistas, Roger Stone creó la figura política de Trump. Estuvo a su lado en la campaña previa a las elecciones de 2016 hasta que Trump lo despidió por «utilizar la campaña para su propia promoción personal» y, en la actualidad, es una figura clave en la investigac­ión del hackeo ruso de las elecciones.

EL DURO TRAMO FINAL. Roy Cohn en su vida privada era un dechado de contradicc­iones; hacía discursos antisemita­s a pesar de ser judío o no dudaba en rechazar en público la homosexual­idad mientras disfrutaba del sexo con hombres. Siempre soltero y sin hijos, su fama de promiscuo lo acompañarí­a hasta sus últimos días mientras luchaba contra el sida. Pese a negar hasta el último día su atracción por los hombres y su enfermedad intentando hacer creer que padecía cáncer de hígado, la verdad era un secreto a voces. De hecho, poco después de su muerte, Tony Kushner lo incluyó como personaje en su multipremi­ada obra teatral Ángeles en América, interpreta­do por Al Pacino en la versión televisiva.

Aunque pretendier­a vender que su cáncer había remitido por completo, en el verano de 1984 Cohn comenzó a trabajar en sus memorias. Aseguraba que «sin importar lo bueno o malo que hubiera hecho en la vida, siempre se lo recordaría por ser la mano derecha del senador McCarthy». Ni siquiera él pudo imaginar que, décadas más tarde, sería su amigo y pupilo Donald Trump quien mantendría vivo su legado al llegar a la Casa Blanca empleando muchas de las lecciones de su mentor.

Y aunque hubo un tiempo, en los peores momentos de su enfermedad, en los que Cohn se sintió abandonado por Trump, este acudió a su funeral en agosto de 1986 y, cuando ganó las elecciones de 2016, le dijo a Stone: «¿No le encantaría a Roy ver este momento? ¡Cómo lo echamos de menos!».

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