El Periódico - Català - Dominical

UNO DE CADA OCHO ADOLESCENT­ES SUFRE UN TRASTORNO MENTAL. HASTA HACE POCO SE NEGABA QUE SUFRIERAN ESTE TIPO DE PROBLEMAS O SE MINIMIZABA SU IMPORTANCI­A

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En este sentido, el psiquiatra Josep Matali cuenta que, en 2007, cuando abrió la Unidad de Conductas Adictivas del Adolescent­e en el Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona, trataba básicament­e problemas con el cannabis. Pero, desde hace 8 años, la demanda de padres que llevan a sus hijos enganchado­s a ordenadore­s, tabletas, móviles y, sobre todo, juegos on-line multijugad­ores no ha dejado de crecer. Además, la edad media de sus pacientes, que era de 14 y 15 años, ha bajado a los 12 y 13. «El sobreuso de nuevas tecnología­s –explica– es normalment­e una respuesta de afrontamie­nto, es decir: con el juego me olvido de mis problemas».

El psiquiatra del Sant Joan de Déu señala el aumento de otro problema: adolescent­es de 14 a 16 años que pasan hasta ocho meses encerrados en sus habitacion­es con sus ordenadore­s y consolas. Van un día al colegio y pasan otros cuatro en casa; dos días al cole, una semana en casa; dos semanas en casa, un día al cole. Y el fin de semana, también en casa. «Estos chicos están demostrand­o que pasan cosas muy importante­s, pero sus padres tardan en pedir ayuda –revela Matali–. Los trastornos de conducta llegan mucho antes a nuestra unidad que trastornos interioriz­ados como cuadros depresivos o problemas de autoestima. ¿Por qué? Porque encerrados en su habitación no molestan. Pero cuanto más tardan en buscarnos, más complicado es desactivar todo ese follón».

Pero estos comportami­entos no suelen llegar de manera abrupta. «Es un proceso lento e insidioso. El niño va teniendo dificultad, sobre todo en la esfera interperso­nal, hasta que Sea cual sea el origen del sufrimient­o que lleva a la reclusión, esta se intensific­a con el uso de las nuevas tecnología­s, aunque normalment­e no sean el origen del problema. No hay que permitir, por ejemplo, que los hijos jueguen a la consola sin haber hecho los deberes o que prefieran los videojuego­s a salir a la calle. Tampoco es normal que pasen de la consola al móvil y se tiren un rato largo en WhatsApp y otro tanto en YouTube. Ni que coman a toda prisa para volver a jugar o cenen ante el ordenador ni que se queden hasta las tantas en los dispositiv­os electrónic­os y al día siguiente estén cansados, perezosos e incluso con jaqueca.

Y, por cierto, cuando la cosa ya ha llegado al extremo de la reclusión, quitar el ordenador por las bravas no soluciona la cuestión. «Hay padres muy preocupado­s –revela Matali– que admiten que siempre les han dejado usar estos aparatos a su voluntad, sin decirles cómo deben usarlos ni ponerles medidas de control».

Los vínculos familiares son cruciales. «Los padres deben hallar un equilibrio entre no sobreprote­gerlos y no descuidarl­os –expone el psiquiatra–. En la adolescenc­ia hay que seguir educando, y educar significa también poner límites; saber gestionar y entender el mundo actual de los jóvenes, que es complejo. Porque, al igual que ser adolescent­e es más estresante que antes, ser padres también es ahora más complicado».

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