El Periódico - Català - Dominical

¿Cumpleaños feliz?

- F R ANCISCO F L ORO S OL E R . VA L E N C I A DEL G ADO. ELECTRÓNIC­O MI K E L DE ARALAR S ARDÓN CORREO

me cantara una canción patriótica rusa que despierta en mí un torrente de emociones. Ella accedió, y esas notas resonarán en mi cabeza para el resto de mis días. Lyuba estudia en Valencia, aquí reside su profesor. Su voz es infrecuent­e, potente y de amplia tesitura. Aprendió castellano en un año, tiene un comportami­ento ejemplar y medios económicos para vivir aquí. Es talentosa, esforzada y ha conseguido que le ofrezcan un buen puesto de trabajo. Después de trámites tan tediosos como angustioso­s, a Lyuba le deniegan el visado sin darle una oportunida­d de aportar nueva documentac­ión, pues rechazan la aportada. Le exigen que abandone el país. Lyuba brilla como una estrella, pero quieren arrancarla del cielo y arrojarla a la Tierra. Que no se confunda el egoísmo de su novio enamorado, que escribe estas líneas, con un reclamo más justo que los personales: que la dejen formarse y brillar, porque un día también actuará en el Palau de les Arts, se lo facilite España o no. El pasado 6 de diciembre, nuestra norma suprema cumplió 40 años. Yo, como el restante 64 por ciento de la población española actual con derecho a voto, no voté la Constituci­ón. En toda su vida, solo se reformó dos veces mediante el procedimie­nto «menos grave», para adecuar a Europa el artículo 13 y después, en la crisis, el artículo 135. El problema que le veo a la Constituci­ón, desde mi visión de 22 años, es que las Cortes Generales han recibido un poder de constituye­nte permanente, como vimos en 2015, que el legislativ­o recortó de alguna manera nuestros derechos más esenciales –recogidos en ley orgánica–. Además, hay derechos que se han marginado a lo puramente interpreta­tivo, como los derechos económicos y sociales del Título Primero, Capítulo III. Como el famoso artículo 47: «Todos los españoles tienen derecho a [...] una vivienda digna y adecuada». La sociedad actual pide cambio, quizá no un cambio abrupto, simplement­e ponerla a punto. Hemos heredado una Constituci­ón muy progresist­a que blinda nuestros derechos como personas y ciudadanos, pero no termina de amparar todos aquellos derechos que se han ido consiguien­do en estos 40 años. Por todo esto y mucho más, los jóvenes no sentimos nuestra la Constituci­ón del 78. Es necesario un cambio en ella que refleje los nuevos tiempos en los que estamos.

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