El Periódico - Català - Dominical
¿Cumpleaños feliz?
me cantara una canción patriótica rusa que despierta en mí un torrente de emociones. Ella accedió, y esas notas resonarán en mi cabeza para el resto de mis días. Lyuba estudia en Valencia, aquí reside su profesor. Su voz es infrecuente, potente y de amplia tesitura. Aprendió castellano en un año, tiene un comportamiento ejemplar y medios económicos para vivir aquí. Es talentosa, esforzada y ha conseguido que le ofrezcan un buen puesto de trabajo. Después de trámites tan tediosos como angustiosos, a Lyuba le deniegan el visado sin darle una oportunidad de aportar nueva documentación, pues rechazan la aportada. Le exigen que abandone el país. Lyuba brilla como una estrella, pero quieren arrancarla del cielo y arrojarla a la Tierra. Que no se confunda el egoísmo de su novio enamorado, que escribe estas líneas, con un reclamo más justo que los personales: que la dejen formarse y brillar, porque un día también actuará en el Palau de les Arts, se lo facilite España o no. El pasado 6 de diciembre, nuestra norma suprema cumplió 40 años. Yo, como el restante 64 por ciento de la población española actual con derecho a voto, no voté la Constitución. En toda su vida, solo se reformó dos veces mediante el procedimiento «menos grave», para adecuar a Europa el artículo 13 y después, en la crisis, el artículo 135. El problema que le veo a la Constitución, desde mi visión de 22 años, es que las Cortes Generales han recibido un poder de constituyente permanente, como vimos en 2015, que el legislativo recortó de alguna manera nuestros derechos más esenciales –recogidos en ley orgánica–. Además, hay derechos que se han marginado a lo puramente interpretativo, como los derechos económicos y sociales del Título Primero, Capítulo III. Como el famoso artículo 47: «Todos los españoles tienen derecho a [...] una vivienda digna y adecuada». La sociedad actual pide cambio, quizá no un cambio abrupto, simplemente ponerla a punto. Hemos heredado una Constitución muy progresista que blinda nuestros derechos como personas y ciudadanos, pero no termina de amparar todos aquellos derechos que se han ido consiguiendo en estos 40 años. Por todo esto y mucho más, los jóvenes no sentimos nuestra la Constitución del 78. Es necesario un cambio en ella que refleje los nuevos tiempos en los que estamos.