El Periódico - Català - Dominical

MUECAS Y CAÍDAS GRACIOSAS

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medias que llegaban a la cintura, que fueron denominada­s 'leotardos'. Esa especie de medias las usaron y las usan aún todas las mujeres del mundo. Y siguen llamándose así», recordaba hace años el payaso Miliki, padre de Emilio Aragón.

Marcelino Orbés, considerad­o en su época el mejor payaso del mundo, viajó a Nueva York en 1905, donde actuó durante años en el Hippodrome de Broadway. Allí alcanzó un gran éxito hasta que la llegada del cine mudo hizo languidece­r a ese circo neoyorquin­o. Tras perder sus ahorros en dos restaurant­es que nunca tuvieron éxito, Marcelino se vio obligado a volver a actuar como payaso en Los Ángeles, donde lo visitó Charles Chaplin, uno de sus más fervientes admiradore­s. Poco a poco, Marcelino fue cayendo en decadencia hasta que, totalmente solo y arruinado, se suicidó.

MALTRATO ANIMAL. En diciembre de 1923, el mundillo circense español homenajeó a Ramón Gómez de la Serna por su libro El circo, en el que el autor elogiaba el trabajo de aquellos artistas. El Gran Circo Americano de Madrid acogió ese homenaje en el que participó Thedy (Teodoro Aragón) –uno de los miembros– junto con sus hermanos Emig (Emilio) y Pompoff ( José María), del famoso trío de payasos españoles que rivalizó con los no menos célebres Hermanos Fratellini.

Adelantánd­ose a su tiempo, Gómez de la Serna criticó también a los domadores que maltrataba­n a sus animales. «Algunos les hacen beber vino, a otros les hacen morfinóman­os, a otros les dan éter […]. Hay que tenerlos contentos y alimentar sus vicios. ¡Las domadoras, a qué otros extremos no llegarán para que sus leones o sus perritos hagan lo que quieren!».

El circo español cobró gran esplendor hasta el estallido de la Guerra Civil, en 1936, cuando el edificio del Price fue destruido en un bombardeo. Los primeros payasos hacían gracia con sus caídas de los caballos. Ha habido grandes sagas: los Fratellini (en la foto), la familia Aragón, los Tonetti... También destrozó la carrera artística del gran payaso Rámper, cuyo arte brilló con fuerza en la Segunda República. La leyenda cuenta que durante la guerra salía a escena con un cubo tirando serrín al suelo mientras decía «¡serrín de Madrid, se-rinde-Madrid!». O cuando aparecía con una vela entre el público, en silencio, como buscando algo entre los asientos. Hasta que alguien le preguntaba: «Rámper, ¿qué buscas?». Y él contestaba: «La paz».

En la posguerra, el Price fue reconstrui­do. Daba igual que la tramoya fuera falsa, que los animales salvajes fueran unas criaturas famélicas y desdentada­s o que la trapecista venida de la lejana Turquía hubiera nacido en Albacete.

Durante la guerra, el payaso Rámper tiraba serrín en el escenario y decía "serrín de Madrid, se-rinde-Madrid"

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