El Periódico - Català - Dominical
Últimas noticias del bosque
lJoserra había crecido con el lamento infatigable del abuelo paterno, que murió después de maldecir –cada uno de los últimos días de los últimos años– el haberse trasladado del pueblo a la capital. Recordaba con intensidad las manos de barro, que olían a humo por los cigarritos leñosos hechos con tabaco de liar. Los pitillos sucios y callosos se confundían con los dedos amarillentos. Sentado en el balcón, oteaba el horizonte en busca de señales llegadas del villorrio, el vuelo coreográfico de unas aves que tal vez le notificaran las últimas noticias del bosque.
Tras la muerte de la esposa y ante la imposibilidad de dejarlo en la aldea después de la pulmonía que lo obligó a un ingreso hospitalario, el padre de Joserra cerró la vieja casona y la maleta del viejo y lo llevó al pequeño piso con su mujer y los tres hijos. Joserra compartió habitación con el anciano y el resuello de acordeón. Cada noche, le contaba entre toses las historias de las montañas, que ardían como fogatas en el corazón del niño. Aquel hombre se deshollinaba por los pulmones. Se lo llevó el silbido del enfisema. algo en el mismo distrito, cerca de los respectivos lugares de trabajo, y Joserra, por el contrario, de trasladarse al campo, pues la impresión de aquellas conversaciones nocturnas perduraba y en su corazón aún titilaba una pequeña llama. Convenció a su pareja de una idílica vida en la naturaleza, donde los gorriones no serían una lámina de libro.
Buscaron como espeleólogos y solo pudieron pagar una vivienda adosada en una urbanización de una ciudad dormitorio. La ventaja de ser gerente de garajes facilitaba el aparcamiento, pero no lo libraba de los atascos para entrar y salir de la capital, tiempo perdido que imaginaba recompensado con una cervecita en el
Convenció a su pareja de una idílica vida en la naturaleza, donde los gorriones no serían una lámina de libro
porche mientras intentaba descifrar el ballet de los pájaros para conectar con el espíritu tiznado del abuelo. Nunca lo consiguió: cuando llegaba a la vivienda, entraba en zona ocupada. La mujer necesitaba con urgencia ser sustituida para recuperar, aunque fuera un poco, su ser. Las dos pequeñas, una recién nacida, la otra de pocos años, exigían atención inmediata y permanente. Para el retorno al paraíso era necesario vadear antes el infierno. Alimentarlas, bañarlas y acostarlas requería de una organización solo al alcance de los estrategas militares.
Joserra se aficionó a los cigarrillos de liar y comenzó a toser con el ritmo de un batería. Añoraba los cines, los teatros, los restaurantes, las tiendas, incluso los supermercados, puesto que nada de aquello se encontraba en la cercanía, con el único punto de avituallamiento de una gasolinera. Con el corazón cubierto de ceniza, miraba el vuelo errático de los mosquitos en busca de las últimas noticias de la ciudad. www.xlsemanal.com/firmas