El Periódico - Català - Dominical

Adam Lowe comenzó como artista, pero le fascinaron más las posibilida­des tecnológic­as de reproducci­ón

-

de lanza, y se consagró en las subastas con precios estratosfé­ricos. La carrera de Lowe, sin embargo, fue pronto por otros derroteros. Perdió el interés por exponer, al tiempo que se despertaba su curiosidad por las modernas técnicas de impresión. Y se transformó en un demiurgo, el artesano que hace de intermedia­rio entre el mundo de las ideas –algunas, muy locas– de otros artistas y el mundo real.

Sus primeros clientes fueron amigos, como Kapoor o el escultor Marc Quinn, pero pronto su fama se fue extendiend­o por su capacidad para resolver los retos tecnológic­os y conceptual­es que plantean los artistas del siglo XXI, sin importar la escala o la complejida­d de las 'visiones'.

E L G R AN ' C OPI ADOR'

Adam Lowe instaló su taller en una nave industrial de Madrid en 2001, junto con dos artistas españoles, Fernando García-Guereta y Manuel Franquelo, a quienes había conocido en Londres. Aquella sociedad comercial duró apenas unos meses. Se separaron, de común acuerdo, y Lowe se quedó con toda la empresa, que ahora también tiene sedes en Londres y Milán. Desde entonces desarrolla dos líneas de trabajo. Por una parte, materializ­a lo que se les ocurre a las mentes más creativas del mundo. Por allí pasa Anish Kapoor y le pide 742 triángulos de acero. Mariko Mori recrea uno de los infinitos Big Bang del multiverso en fibra de vidrio. Paula Crown 'trasplanta' un olivo de cobre –raíces incluidas– a escala natural. Y Marina Abramovic le encarga una reproducci­ón exacta de sí misma en alabastro o le pide que cargue su cuerpo con un millón de voltios de electricid­ad estática para provocar reacciones magnéticas insospecha­das... El lema de Lowe es que nada es imposible. Cuando menos, busca senderos y atajos para cruzar la frontera entre la imaginació­n y la realidad. «Forzar los límites siempre tiene una recompensa comercial para el artista», afirma.

Por otra parte, Lowe realiza copias fidelísima­s de todo tipo de obras, incluso si se han perdido o han sido destruidas. Pero no es un falsificad­or. Trabaja por encargo de gobiernos y museos, canalizand­o las colaboraci­ones a través de la Fundación Factum para la Tecnología Digital en Conservaci­ón, que creó en 2009 como complement­o a su taller para conservar y recrear algunas de las obras culturales más importante­s del mundo. Aquí también fuerza los límites –en este caso, filosófico­s– entre original y copia, a menudo indistingu­ibles.

L A F R AGUA DE V U L C ANO

Lowe dirige un equipo de 50 técnicos y artesanos en su taller, un espacio diáfano a medio camino entre la fragua de Vulcano y el loft del Soho, donde conviven el laboratori­o físico-químico, el atelier bohemio, el garaje del inventor y el estudio digital. Impresoras 3D, robots, materiales y software creado ex profeso para cada encargo se alían con el pulso del soldador, el ojo del maestro de obra a pie de andamio, la meticulosi­dad de la miniaturis­ta... Un ejemplo de su trabajo es la 'resurrecci­ón' de Churchill.

Clementine Churchill aborrecía

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain