El Periódico - Català - Dominical
La blancorexia, obsesión por una dentadura lo más blanca posible, es algo cotidiano en las consultas
de agua, que es lo que se tiñe debido a los líquidos o las verduras», explica Roig. Los blanqueamientos deshidratan el diente, pero el efecto no es definitivo. Si no se realiza correctamente, puede provocar sensibilidad gingival.
Existen, en todo caso, otras opciones. «Las carillas son una de las grandes revoluciones de los últimos años. Muy estéticas, poco invasivas y, si están bien puestas, ni siquiera un profesional las ve», dice el dentista Eduardo Anitua. Las carillas (o venners) son finas capas de porcelana o materiales plásticos, como el composite, que corrigen una rotura, una decoloración o la irregularidad de un diente, y que los protésicos dentales modelan y personalizan para cada cliente.
F U R OR P OR L A ORTODONCIA
Sin embargo, hoy las ortodoncias son las grandes estrellas de las consultas. Los antes odiosos aparatos se observan ahora casi como un accesorio entre los más jóvenes e incluso entre los adultos. «Cuando prescribes una ortodoncia a un señor de 50 años, no solo quieres que quede una dentadura bonita y bien alineada, sino que mejore su salud, que mastique mejor o que facilite su higiene», comenta Roig.
Al fenómeno de las ortodoncias a cualquier edad contribuyen los nuevos materiales, más discretos o directamente invisibles. Aunque la gran revolución son los alineadores extraíbles de plástico transparente (o silicona) modelados con un software
3D tras escanear la dentadura. Se sustituyen cada cierto tiempo en función de la evolución de la dentadura y permiten simular el resultado final. También son los más caros.
Los precios son, en general, un misterio difícil de desentrañar. Muchos dentistas informan de que se debe «desconfiar de las gangas», pero resulta difícil tener una referencia sobre cuál es un precio normal o razonable. «Un implante o una carilla no tienen un precio. Detrás están las manos de quien lo coloca. Su experiencia y los conocimientos para solucionar problemas que otros no saben cómo abordar», reflexiona Autrán. «Creemos en las especialidades –abunda Roig–. Hay gente que está tres años estudiando ortodoncia o cómo colocar carillas o implantes. Y eso tiene un valor».
Además, explican los expertos, cada tratamiento suele conllevar reparaciones previas que los encarece. Por eso, las carillas pueden oscilar entre 200 y 800 euros; una ortodoncia invisible va de los 2000 a los 8000; y un blanqueamiento, entre 200 y 600. «La odontología es costosa, pero es mucho más barata en España que en nuestro entorno», asegura Roig.
Este baile de precios se explica por la enorme competencia del sector. La proliferación de cadenas como Vitaldent, Dentix o Vivanta ha transformado el panorama nacional.
«Las franquicias surgen porque en España cualquiera puede montar una clínica dental –dice Autrán–. Pero también por la cantidad de licenciados anuales. Hay muchos tiburones que contratan a la última hornada y bajan los precios. Estos chavales se ponen a trabajar por 1000 euros al mes en una profesión de enorme estrés que requiere muchísima especialización. Un recién licenciado no puede poner según qué tipo de implantes».
E L DI E NTE S ANO NO S E QUI T A Los expertos advierten de que, en el ámbito de la estética dental, existe la mala praxis. Como norma, se debe dudar cuando un especialista recomienda un tratamiento masivo. Por ejemplo, los que implican la extracción de muchas piezas. «El tratamiento más peligroso es el del paciente cuya boca presenta cierto deterioro y el dentista propone sustituir todos los dientes por implantes. Nunca hay que quitar dientes sanos», explica Eduardo Anitua, uno de los mayores expertos nacionales en implantología.
La búsqueda de la sonrisa perfecta conlleva otros riesgos, incluidos trastornos psicológicos. La blancorexia, definida como la obsesión por tener una dentadura lo más blanca posible, es una realidad cotidiana en la consulta de muchos especialistas que a menudo (y si se atienen a su código deontológico) desalientan a los pacientes.
El empeño por tener los dientes perfectos también puede derivar en la llamada 'dismorfia dental', un trastorno obsesivo sobre la apariencia de nuestra sonrisa. «No hay muchísimos casos, pero esos pocos nos llegan normalmente a los especialistas en estética dental. Son pacientes muy exigentes», explica Joan Autrán, quien en ocasiones desaconseja ciertos tratamientos. Según los expertos, detrás de este tipo de trastornos está la obsesión contemporánea por documentar nuestras vidas (o la parte más publicitable de ellas) en las redes sociales. Y eso incluye una sonrisa a prueba de selfies. O lo que es lo mismo: una 'sonrisa Instagram'.
PARA SABER MÁS
Web del Consejo General de Dentistas de España. www.consejodentistas.es.