El Periódico - Català - Dominical
Las votaciones y lo que no son votaciones
año anterior. Por eso llega siempre con un año de retraso y, pese a que la gente culpa a los intérpretes, la culpa de los malos resultados es del afán por imitar al ganador anterior. Si gana una balada, mandamos una balada. Si gana una chirigota, mandamos una chirigota. Pero sin reparar en que lo hacemos con un año de retardo. Lo único que me volvió a llamar la atención del concurso es que habilita de forma natural una votación compensatoria a través de los teléfonos. Provoca un viraje sobre los jurados y a nadie parece importarle que los países más turbios en el manejo de sus redes obtengan un resultado muy positivo en esa parte de la votación. En las elecciones municipales sucedió un error notable cuando se eligió en función del coste a una empresa distinta para hacer el recuento automático de concejales y votos. Por fortuna, el desastre ha sido localizado en algunos puntos y mesas, pero hemos rozado una catástrofe nacional.
La salvación de cualquiera de estos disparates pasa por premiar lo humano sobre lo tecnológico. Al final, la solución a los errores del automatismo en el recuento electoral viene desde los aplicados supervisores de mesa con sus lapiceros y bolígrafos. El voto presencial es al día de hoy la única garantía, pues todos los trámites tecnologizados corren el riesgo de estar intervenidos. Sucedió con las primarias en León de un partido, donde una candidata turbia logró ganar en primera instancia gracias a manipular los votos de militantes, y habrá sucedido en algunos casos más sin que tengamos noticia, pues se premia la ocultación. La intervención de mecanismos multiplicadores, de ejercicios de suplantación y variadas estrategias para desviar el voto apuntala una vez tras otra el mensaje de precaución. No despreciemos el contacto directo, el recuento personal y la emisión de voto presencial, porque son la única sólida certeza con la que contamos.
Todos los mecanismos de supuesta transparencia que se manejan con alegría para vender imagen de modernidad y agilidad contable están bajo sospecha. La guerra mundial larvada es cibernética. Es hora de preservar nuestra información personal, de luchar por los derechos y libertades civiles en la Red. Hemos visto que la promoción generalizada del referéndum popular se ha convertido en una baza oportunista ya sea para decidir cambiar la hora en los relojes continentales o el diseño del bulevar
El voto presencial es hoy la única garantía, pues todos los trámites tecnologizados corren el riesgo de estar intervenidos
en tu ciudad. Porque se ha encontrado el resorte para manejar la democracia al antojo de algunos. Ninguna de esas votaciones, pese a los alientos de democracia directa, ha sido concluida con garantías fiables. El peligro nos acecha. Las partes interesadas insisten. Y nosotros, si nos dejamos engañar, renunciaremos a la virtuosa esencia de emitir nuestro voto en mano frente a un comité de iguales que presencia y vigila la veracidad de los actos.
Ingredientes: 1 l de caldo de carne o verduras
1 cebolleta picada
2 dientes de ajo
100 g de jamón cocido picado 1 pizca de nuez moscada 1 coliflor pequeña 300 g de arroz de grano redondo 1 chorro de vino blanco seco 2 buenos puñados de rúcula limpia 1 sopera de queso mascarpone 2 soperas de
Comté rallado Cebollino picado
1 sopera de nata 1 limón
Aceite de oliva
Elaboración: se suelta la coliflor en ramilletes y se lava. Se divide la mitad en ramilletes muy pequeños y se reservan. El resto se lamina con una mandolina. Se sumergen las muy finas láminas de coliflor en agua con abundante hielo para que se ricen y queden crocantes: con ellas, escurridas, se hará una ensalada. Se tiene el caldo caliente en una olla. En un puchero ancho y bajo se sofríen la cebolleta y el ajo. Cuando ablanden, se añade el jamón y una pizca de nuez moscada, removiendo con una cuchara de madera. Se vuelca el arroz y se sofríe suavemente unos minutos, hasta que el grano quede translúcido y nacarado.