El Periódico - Català - Dominical

La mujer que lloraba en un Ferrari

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como solía: Me quieren dar papeles de india, y a mí no me da la gana. Los papeles de india los hago en mi país y los de reina en el extranjero.

Si quieren ustedes descubrirl­a o enamorarse de ella hasta las cachas, basta con ver una de sus películas, Enamorada, en la que tiene de coprotagon­ista al enorme Pedro Arméndariz, su pareja ideal en el cine. Pero ésa es sólo una de las cuarenta y siete que rodó, y muchas fueron verdaderam­ente buenas. Todo cinéfilo como Dios manda asentirá sin dudarlo ante El peñón de las ánimas, Doña

Bárbara –de ahí retuvo para siempre su apelativo La Doña–, La mujer sin alma, Río Escondido, Maclovia –donde logró

algo casi imposible en ella, parecer humilde–, La cucaracha, Los ambiciosos, Doña Diabla, La mujer de todos y tantas otras. De sus películas y entrevista­s de prensa proceden las famosas frases a las que antes aludí, tan vinculadas a ella que es imposible establecer si eran sus personajes los que se encarnaban en María Félix o era ella la que inyectaba su fascinante encarnadur­a en los personajes: Las flores son un mal negocio, duran un día y hay que agradecerl­as toda la vida… Ningún hombre se mata por una mujer, se mata por cobarde… Vale más dar envidia que dar lástima… Y quizá la más cínica entre las suyas: El dinero no da la felicidad, pero siempre es mejor llorar en un Ferrari.

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