El Periódico - Català - Dominical

"LA FAMA HAY QUE VIVIRLA CON SUBIDON, DISFRUTAND­O. SIN FALSA MODESTIA"

- XL. Supongo que la oferta incluiría un

MIGUEL

está sobrevalor­ado. Aunque lo peor es la gente que solo mira el dinero. ¿Cónoces la frase: «Eres tan pobre que solo tienes dinero»? Para muchos, así es.

XL. A los 18, ganó un Goya y dijo: «Espero no volverme idiota». ¿Lo ha conseguido? Miguel. [Se ríe]. Yo era un chaval muy conflictivo y temía creerme más que los demás, así que todo ha mejorado. Hoy me llevo muy bien con mi familia, tengo muy buenos amigos... Esther. Ahora es idiota, pero no cabrón [ríen]. Yo lo quiero.

XL. ¿Alguna vez pensaron en desistir de esta profesión? Miguel. Sí. Rodando en Guinea Ecuatorial

1898. Los últimos de Filipinas. Veía cadáveres y gente empalada camino del set. Un día les cortaron la cabeza a tres niñas para arrancarle­s el pelo. Yo tenía 18 años y el director ni me escuchaba; para él era un niño que no tenía ni puta idea. Joder, ¡en una escena me metió en un río lleno de cocodrilos!

XL. ¡Vaya panorama! Miguel. De no ser por Luis Tosar y Karra Elejalde, habría dejado el cine. Pon esto bien grande: «Enrique Cerezo, dedícate al futbol y no produzcas más cine».

orberó lleva en esto desde niña. Para Lorente, sin embargo, la fama y la popularida­d son una novedad. Ambos han abrazado el fenómeno con naturalida­d, aunque admiten que con esto de la fama surgen muchos amigos que, tal vez, no lo son tanto.

XL. Suena el teléfono y les dicen: «Vuelve

La casa de papel».

¿Cómo se quedaron? Úrsula. ¡Uf! Yo lloré. Jaime. Llevábamos rato sin hablar, pero en cuanto les colgué me llamaste tú. Úrsula. Ah, sí, sí, pero no podíamos decir nada a nadie. Fue algo así como: «¿Qué tal?». «Nada, ¿todo bien?». «Sí, bien, aquí. Con llamadas. ¿Y tú?» [se ríen].

Jaime. «Sí, también, con llamadas» [ríen].

aumento de sueldo. Úrsula. Claro, de sueldo y de todo. Imagínate, en la primera parte ya se hizo todo a lo grande con poco dinero; ahora que hay pasta... Es una sobrada constante. Bestial.

XL. ¿Cómo llevaron la estratosfé­rica popularida­d que desató la serie? Jaime. A mí me flipa sentirme una estrella, que te lleven a Milán, que te traten a cuerpo de rey... Pero cuando voy a hacer la compra, el asunto me flaquea. Úrsula. Yo, muy bien. Fue algo tan excitante..., como si fueras Madonna. Te sacan por las puertas de atrás, en coches blindados, con seguridad, te persiguen los fotógrafos y los fans... Creo que he nacido para esto. Me gusta sentirme una estrella. Luego, eso sí, llegas a casa, te pones el pijama

y te dices: «I’m not a star anymore». La forma más sana es vivirlo con subidón, disfrutand­o. Soy enemiga de la falsa modestia.

Úrsula. Yo ya viví eso a los 11 años. Hice una serie en Cataluña en la que mataba a mi hermano y las señoras en el Metro me querían pegar y me gritaban: «¡Mala, no se le hace eso a un hermano!». Me pusieron un psicólogo y todo. Igual eso me ayudó a lidiar con lo que nos ha pasado ahora [ríe].

XL. ¿ Sus amigos les piden favores para aprovechar su fama? Úrsula. Demasiados. Y te sientes culpable a veces, pero no puedes quedar bien con todo el mundo.

Jaime. Ser un bienqueda está sobrevalor­ado. Úrsula. Es que hay colegas que, estás en una cena y, de pronto, te suben a su Instagram sin decirte nada. ¡Hay que pedir permiso! Nos están endiñando narcisismo y egocentris­mo por todos lados. Y me incluyo, que a veces comparto cosas que luego digo: «¿Por qué subes eso, Ursu?».

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