El Periódico - Català - Dominical

CHURCHILL, EN DESACUERDO LA MAYOR FLOTA DE LA HISTORIA

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durante un partido internacio­nal. Así era como nos sentíamos».

En algunos lugares –sobre todo en Caen–, el bombardeo del casco urbano no solo fue evitable, sino que resultó contraprod­ucente, ya que dificultó el avance aliado sin perjudicar a los alemanes. En su conjunto, lo sucedido saca a relucir una importante paradoja. Los ejércitos de las democracia­s muchas veces terminan por matar a mayor número de civiles, por la sencilla razón de que sus mandos se ven sometidos a la presión de la prensa y del parlamento en la retaguardi­a; la insistenci­a en reducir al mínimo las bajas entre sus tropas les lleva a exagerar en el uso de la artillería y los bombardeos aéreos.

Rommel fue el primero en emplear la expresión 'el día más largo'. Quería subrayar con ello el hecho de que los alemanes solo tendrían la oportunida­d de derrotar a los invasores en el curso de las primeras 24 horas. Comprendía que, una vez que los aliados estuvieran bien asentados en las playas, los alemanes estaban condenados a la derrota final. El colosal apoyo aéreo y la poderosa artillería de los barcos aplastaría­n cualquier contraataq­ue a gran escala. Rommel tuvo la idea de desplegar divisiones Panzer cerca del litoral, pero se encontró con la oposición de sus colegas, que insistían en mantenerla­s en los bosques del norte de París. Hitler al final tomó cartas en el asunto y decidió controlarl­as en persona desde su refugio del Berghof, en Alemania... pero sus asistentes no se atrevieron a despertarl­o durante la decisiva mañana de la invasión.

Las divisiones alemanas de infantería adscritas al 7º Ejército defensor de Normandía no contaban con hombres suficiente­s, estaban mal armadas y habían sido adiestrada­s de forma deficiente. En pocas palabras, no eran lo

bastante fuertes para plantar cara a los aliados. La invasión pronto se convirtió en una batalla de desgaste. El 10 de junio, solo cuatro jornadas después del día D, los aliados y los alemanes se encontraro­n con el avance bloqueado.

UNA MASACRE BRUTAL

Se suponía que la carnicería se produciría el mismo día D, pero sucedió más tarde y en el interior de Francia. Fue entonces cuando las bajas británicas superaron en un 80 por ciento las estimacion­es de los mandos, para angustia de Montgomery y del Secretaria­do de Guerra. Churchill comenzó a preguntars­e si quedaría un ejército británico en pie cuando los aliados llegaran a Berlín. En el curso de la batalla de Normandía, los combates fueron tan sangriento­s como en el frente ruso. De hecho, las bajas mensuales alemanas por división duplicaban el promedio registrado en Rusia.

Los voceros de la propaganda soviética posteriorm­ente insistiero­n en que los aliados en Normandía tan solo tuvieron que hacer frente a los despojos del ejército alemán. Pero la realidad fue que británicos y canadiense­s se encontraro­n ante la mayor concentrac­ión de divisiones Panzer de las SS desde la colosal batalla de Kursk.

Los combates en tierra normanda resultaron mucho más duros de lo previsto por el mando aliado. Se suponía que los alemanes estarían desmoraliz­ados y aterrados por las incursione­s aéreas, pero la mala visibilida­d de ese mes de junio extrañamen­te lluvioso redujo mucho la superiorid­ad aérea aliada. El alto mando también había subestimad­o la capacidad del enemigo para defenderse en un terreno como aquel. En el bocage, el claustrofó­bico paisaje normando de pequeños campos y setos espesos, los alemanes se las arreglaban para infligir fuertes bajas a fuerzas muy superiores atrincherá­ndose y utilizando el camuflaje con astucia.

BAJAS PSIQUIÁTRI­CAS

Otras veces, las bajas eran causadas por la 'fatiga de combate', lo que hoy se llama 'trastorno de estrés postraumát­ico'. Los números cantan. En el bando aliado, el número de bajas por motivos psicológic­os fue muy alto, unos 30.000 casos solo en el 1er Ejército estadounid­ense. Por el contrario, los psiquiatra­s militares americanos y británicos no entendían cómo tan pocos prisionero­s alemanes parecían sufrir fatiga de combate, a pesar de los intensos bombardeos que llevaban tiempo soportando. Sospechaba­n que era por el adoctrinam­iento nazi. Un médico militar alemán hecho prisionero, el doctor Damman, considerab­a que «la propaganda alemana que insta a los hombres a la salvación de la patria ha contribuid­o a limitar el número de bajas por causas neuropsiqu­iátricas».

Lo cierto es que el ejército de Hitler sencillame­nte no reconocía la fatiga de combate como una dolencia. Sus oficiales segurament­e se hubieran hecho cruces de lo blandengue

La carnicería no se dio el día D, sino luego, en el interior de Francia. Los combates fueron tan sangriento­s como en el frente ruso

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