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UN MUNDO EN DISRUPCION: LOS NUEVOS RETOS Barcelona
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#XLDesafíoVidaDigital
de la disciplina entre los aliados. Sus nuevos soldados llegaban a punta de bota. Y si se disparaban en la mano o el pie, eran ejecutados sin más. Un Obergefreiter asignado a la 91ª División Luftlande, relataba en una carta fechada el 15 de julio: «Krammer, un muchacho competente y valeroso, ha cometido la estupidez de pegarse un tiro en la mano. Ahora van a fusilarlo».
Las unidades alemanas tenían un problema muy distinto. El odio visceral generado por las muertes de amigos en combate, de novias o de familiares fallecidos bajo las bombas aliadas produjo el fenómeno de los verrückte Helmuts, 'los Helmuts locos'. En casi todas las compañías había al menos uno de estos personajes, convencidos de que ya no tenían razones para seguir viviendo, a la vez que obsesionados con matar para vengarse.
No todos los soldados alemanes eran fanáticos
o miembros de las SS. En las divisiones de infantería, las actitudes podían ser muy distintas. Eberhard Beck, integrante de la 277ª División de Infantería, escribió: «Teníamos claro que la guerra había terminado tiempo atrás. Lo único que nos importaba era sobrevivir. Por mi parte siempre estaba pensando en lo mismo». Y agrega: «Una herida, hospital de campaña, hospital en Alemania, el hogar, el final de la guerra... Lo único que me interesaba era escapar de aquella desolación».
EL VALOR EN EL COMBATE
La cuestión del valor en el combate reviste inmensa importancia. Hay muy pocos hombres que no sepan lo que es el miedo; de hecho, los valientes son aquellos que llegan a superarlo. Un informe británico realizado poco después de la invasión de Normandía dejaba claro que, en un pelotón de unos 30 hombres, un pequeño puñado acostumbraba a asumir el peso del combate, otro reducido grupo hacía lo posible por evitar la lucha y hasta por desaparecer del combate, mientras que la mayoría situada entre ambos grupos secundaba a los luchadores si las cosas iban bien... pero se dejaba llevar por el pánico y se escaqueaba cuando iban mal dadas.
Montgomery se quedó tan anonadado al leer este documento que hizo que lo suprimieran. Sin embargo, sus conclusiones eran veraces en lo fundamental, y así lo confirmaron otros estudios realizados por otros ejércitos. En general, los soldados incluso se abstenían de disparar sus armas durante el combate. Curiosamente, en los archivos rusos he encontrado indicios de que los oficiales del Ejército Rojo sospechaban lo mismo de sus propios hombres. Un oficial muy condecorado llegó a decir que sería cuestión de revisar todos los fusiles inmediatamente después de entablar la lucha con el enemigo y de fusilar en el acto como desertor a todo soldado cuya arma no hubiera sido disparada.
Los alemanes pronto advirtieron que los británicos eran muy arrojados al defenderse pero cautos en la ofensiva. El fenómeno se explicaba por numerosas razones, pero conviene reordar que, en 1944, el país llevaba casi cinco años en guerra, por lo que el cansancio era considerable. Y a medida que se acercaba el final de la contienda, cada vez más hombres querían salir vivos como fuera. Además, soldados y suboficiales también se habían politizado mucho más que en la Primera Guerra Mundial. Como resultado desarrollaron una mentalidad 'sindicalista' que influía en lo que, a su modo de ver, podía exigírseles o no. Una mentalidad que les llevaba a limitarse a hacer la labor asignada y punto. Un canadiense observó que los zapadores británicos consideraban que eso de disparar al enemigo no iba con ellos y que la infantería se negaba «a cubrir un cráter