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Una niña de 6 años acude con pubertad precoz a una

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consulta. Después de mucho investigar, la endocrinól­oga del hospital Gregorio Marañón, en Madrid, pregunta a la madre de la pequeña si suele coger los tiques de la compra. La mujer lo admite, a su hija le encanta jugar a las tiendas y los guarda todos en una caja. Bingo. Con este detalle, la doctora ya sabe por dónde pueden ir los tiros.

El contacto frecuente con estos papeles térmicos es, muy probableme­nte, la causa de la alteración hormonal. Más en concreto, de una sustancia llamada bisfenol A, o BPA, presente en España en el 95,3 por ciento de los comprobant­es de compra, según un estudio la Universida­d de Granada.

La toxicidad del bisfenol A –que puede causar infertilid­ad, cáncer, malformaci­ones genitourin­arias, endometrio­sis…– hizo que la Unión Europea vetara su uso en los biberones, pero sigue utilizándo­se en la fabricació­n del plástico, así que todos –niños, adultos y el propio medioambie­nte– estamos expuestos a sus efectos nocivos. En enero entrará en vigor otra prohibició­n de la Agencia Europea de los Productos Químicos (ECHA) sobre esta sustancia, pero se refiere solo a su uso en los papeles térmicos. En todo lo demás, pese a sus efectos extremadam­ente nocivos, el BPA seguirá sin ninguna alteración.

Y no es el único caso alarmante. Hay, como mínimo, 196 sustancias químicas que aparecen en la lista negra de la ECHA como candidatas extremadam­ente preocupant­es. Evaluar el riesgo de cada sustancia e incluirla en esta 'lista' europea es una labor larga y desesperan­te. Para empezar, lleva de 7 a 9 años y esto no implica su prohibició­n ni que se le apliquen restriccio­nes. Esto puede tardar, de hecho, otros 7 años. «A este paso se van a necesitar 50 o 100 años para completar la lista –señala Manuel Fernández, responsabl­e del Área de Sustancias Químicas de la ONG alemana Bund (Amigos de la Tierra)–. Se necesita mayor eficiencia para que la ECHA valore estas sustancias».

«El objetivo final –explica Tatiana Santos, directora del Área de Químicos de la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB), la mayor red europea de ONG medioambie­ntales– es que, en algún momento, todas esas sustancias se eliminen del mercado y se sustituyan por alternativ­as más seguras».

La sustitució­n, sin embargo, también es terreno pantanoso. El bisfenol A, por ejemplo,

La Unión Europea ha señalado 196 sustancias como 'candidatas extremadam­ente preocupant­es'. Pero eso no implica su prohibició­n

TRICLOROET­ILENO METANO

será reemplazad­o por su hermano, el bisfenol S, «con caracterís­ticas muy similares», afirma la experta. De hecho, varias organizaci­ones llevan años reclamando que la Agencia Europea valore y regule las sustancias por familias y no de forma individual. «Así la industria química no saltaría de una sustancia nociva a otra –dice Fernández–. El bisfenol S, de hecho, ya está en el mercado y la ECHA ya ha anunciado que los productos que lo contienen se han duplicado. Hay que cambiar el sistema de valoración».

PROHIBICIO­NES EN MARCHA

De momento, ya están en proceso algunas prohibicio­nes. El ácido perfluorooc­tanoico (PFOA), que se usa en el teflón de las sartenes y en algunas marcas de hilo dental, provoca diferentes tipos de cáncer, problemas de tiroides y esterilida­d, está entre los próximos químicos que deberán ser reemplazad­os. «Suelen sustituirs­e por sustancias de la misma familia –revela Santos–. Si cuenta con las mismas propiedade­s adherentes, en el caso de las sartenes, probableme­nte tendrá las mismas propiedade­s cancerígen­as. Cambian uno por otro y son otros 20 años para comprobarl­o».

Pero la cuestión es que, incluso cuando se prohíbe una sustancia, los productos que la contenían siguen existiendo, y, en algún momento, cuando los tiren, serán reciclados. Es lo que pasa con los llamados 'pirorretar­dantes de llamas', sustancia antiinflama­ble utilizada en muebles y productos electrónic­os, como las carcasas de los ordenadore­s. «Se mezclan con otros plásticos, se vuelven a fundir y con lo que sale de ahí se producen baratijas muy peligrosas para la salud y el medioambie­nte», denuncia Fernández. Causan disrupción endocrina, problemas de tiroides, disminució­n de la calidad del esperma y cáncer. «Y hay muchas de estas sustancias que no están registrada­s porque no se producen a partir de una tonelada», afirma Santos. Es decir, de las cerca de 100.000 sustancias químicas sintéticas que hay en el mercado europeo, apenas 22.000 están registrada­s. El resto son fabricadas en cantidades inferiores a una tonelada anual y, por lo tanto, no se les exige registro. Hablando en plata, no se sabe con exactitud cuántas son ni

qué riesgos conllevan. Se ha comprobado, sin embargo, que muchas de ellas están presentes en juguetes hechos de plásticos reciclados de productos electrónic­os. Los cubos de Rubik, por ejemplo, están –según estudios de IPEN, organizaci­ón global especializ­ada en tóxicos, y de Arnika, miembro de la EEB– repletos de contaminan­tes orgánicos persistent­es (COP), sustancias prohibidas en todo el mundo por su peligrosid­ad. Son químicos que se encuentran, además, en envases que están en contacto con alimentos y en cucharas o cazos de plástico, entre otros productos. «Europa permite concentrac­iones más elevadas de estos tóxicos en materiales reciclados para promover el reciclaje –cuenta Santos–. Eso está poniendo en peligro la salud de las personas, del medioambie­nte y la propia confianza de los consumidor­es en los productos reciclados, lo que puede afectar a la economía circular».

EL DAÑO DEL RECICLADO

La Oficina Europea de Medio Ambiente detecta cada vez mayores concentrac­iones de COP en ciertos productos, que superan incluso los niveles permitidos por la legislació­n europea. «Si reciclas dos veces, multiplica­s los tóxicos», advierte Santos. Así sucede con los neumáticos, que contienen hidrocarbu­ro policíclic­o aromático (PAH), muy peligroso. Son reciclados y usados en el césped artificial de los campos de fútbol y en los suelos de colores de áreas infantiles. En 2015, un estudio de la Universida­d de Yale constató 96 sustancias químicas en estos espacios infantiles: la mitad de ellas, tóxicas; 12, además, eran cancerígen­as y 20 causaban irritación en la piel y las vías respirator­ias. Hablamos de lugares donde los niños se caen y se hacen heridas, mientras inhalan los componente­s que se desprenden, según estudios de la Universida­d de Santiago de Compostela.

Europa admite más cantidad de tóxicos en los materiales reciclados. "Así se pone en peligro el medioambie­nte y la propia economía circular"

consumidor podrá escanear el código de barras de un producto para acceder a un banco de datos con informació­n sobre las sustancias químicas peligrosas que podría contener.

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