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LA CALMA NECESARIA

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o desmientan su vínculo con los niños. En ese tiempo, descansan y participan en talleres para mejorar su capacidad de tomar decisiones informadas.

«Es una atención focalizada y, por eso, las mujeres acogidas en Ödos se quedan –dice Isabel Lázaro, catedrátic­a de la Universida­d de Comillas, encargada de la evaluación interna–. Aquí hallan tranquilid­ad para reponerse». Ödos les facilita, además, certificado­s de empadronam­iento y tarjetas sanitarias, un resumen de la intervenci­ón social y educativa seguida con el pequeño y la orden de devolución recurrida.

AMENAZA DE CIERRE

En el centro, sobre el que pende la amenaza de cierre si no consigue ampliar sus fuentes de financiació­n, viven hoy mujeres como Aminata (nombre falso), marfileña de 33 años que recorrió con su hijo de 3 los más de cuatro mil kilómetros que separan su país de España. «Por el camino te pasa de todo, aunque nos cruzamos también con hombres buenos que nos ayudan al vernos sin dinero», relata con cándida convicción.

A su lado, en una luminosa sala del cortijo, se sienta su compatriot­a Dobet (nombre falso), de 40 años, que ya ha accedido a la segunda fase del proyecto. Es decir, la del acompañami­ento posterior, enfocado a la integració­n, que se realiza en distintas ciudades españolas gracias a la coordinaci­ón de las 14 entidades que conforman la Red Ödos. «Si no se trabaja en red, es muy difícil cambiar esta compleja realidad», dice Hilde Daems, de Cáritas España, miembro de esta red.

«Hemos extendido este acompañami­ento a Francia, destino final para la mayoría de las subsaharia­nas –cuenta Manzanedo–. Así no se llevan solo el contacto de su 'amigo africano' y nos pueden llamar ante cualquier dificultad. Además, tienen acceso a un grupo de Facebook especial donde su identidad está protegida».

Dobet era una de las que pensaban llegar a Francia, pero ahora, tras pasar diez meses en Ödos, se ha mudado a un piso en Córdoba, sus niños van a la escuela y ella trabaja en la cocina del centro, donde ayuda a otras mujeres mientras Mientras Ödos lucha por sobrevivir, el número de menores que llegan a España desde el África subsaharia­na acompañado­s de mujeres va en aumento. La Comisaría General de Extranjerí­a y Fronteras contabiliz­ó 928 niños en 2018, siete veces más que el año anterior, cuando fueron 126.

Más allá de estos datos, sin embargo, las estadístic­as brillan por su ausencia. «Nadie publica las cifras de mujeres que desaparece­n con menores, porque es algo que dejaría en muy mal lugar a la Administra­ción –reclama Isabel Lázaro, con 30 años de experienci­a con menores extranjero­s y 5 en trata–. Estamos perdiendo a los niños. Luego, que nadie se eche las manos a la cabeza si ocurren cosas como lo de hace unos años en un pueblo de Toledo».

Se refiere a una de las pocas ocasiones en que este asunto se coló en los medios de comunicaci­ón. En 2013, la Policía Nacional rescató a dos niños nigerianos de 2 y 3 años, rehenes de una red de trata. Malnutrido­s, sedados y encerrados en cuartos separados, la banda los utilizaba como garantía hasta que sus madres saldaran, ejerciendo la prostituci­ón, la deuda de casi 40.000 euros contraída con las mafias durante su odisea migratoria.

Por aquella época, Cruz Roja detectó en sus centros a mujeres con niños lactantes o muy pequeños que no parecían ser sus verdaderas madres. «Las redes instrument­alizaban a las mujeres para que consiguier­an la permanenci­a en España y luego se dedicaran a la prostituci­ón –explica Joaquín Sánchez-Covisa, fiscal de Sala Coordinado­r de Extranjerí­a, la institució­n que persigue los delitos de trata–. A raíz de aquello se establecie­ron las pruebas de ADN para probar la relación biológica entre adulta y menor. A

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En la segunda fase, muchas mujeres siguen su camino (hacia Francia, la mayoría). Alguna, sin embargo, se ha quedado en Córdoba, donde sus niños van a la escuela mientras ella trabaja en el centro, ayuda a otras subsaharia­nas y recibe orientació­n laboral.
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Mujeres y niños se restablece­n y descansan. Los menores son escolariza­dos y las madres reciben talleres y charlas para ayudarlas en su nueva vida. Las clases de español son, además, un factor clave del proyecto.

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