El Periódico - Català - Dominical

VIVIR EN CONDICIONE­S

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veces, no son sus verdaderas madres, pero ya hay muy pocos casos. Estas organizaci­ones criminales, en cuanto les pones obstáculos, buscan otras salidas».

Hoy no solo las captan en su país, también en el trayecto y en Europa, explotando su vulnerabil­idad y jugando con macabra habilidad la carta de la deuda. «Pueden ser 1000, 3000

o hasta 50.000 euros. A lo que se suma la violencia que sufren en el camino –dice María del Mar García, psicóloga y docente de la Universida­d de Loyola, que lleva 13 años dedicada a este campo–. Se ven así abocadas a escenarios de dependenci­a y eso genera una altísima vulnerabil­idad a caer en manos de la trata». «A diferencia de las latinas, además –añade Lázaro–, les cuesta colocarse en el servicio doméstico. Sin papeles, con niños y sin apoyo, no hallan más alternativ­a que explotar su cuerpo para pagar sus deudas».

Los relatos de estas mujeres, cargados de confusión, candidez e incongruen­cias, son buena prueba de esa vulnerabil­idad. Ocultan, modifican o quizá inventan algunos detalles. Imposible saberlo. No hay duda, sin embargo, de que nada ha sido fácil para ellas. Muchas escapan de la violencia de género en sus hogares, de matrimonio­s infantiles, mutilación genital, abandonos…, y ahora intentan ahorrarles ese destino a sus hijas.

Son relatos como el de Mabinty (nombre falso), de 20 años, quien viajó desde Guinea Conakry con una niña de 3 y que, tras siete meses de ruta, llegó embarazada de cinco. Según dice, fue en taxi hasta Rabat –casi 4000 kilómetros– con un hombre que, una vez allí, la mantuvo encerrada. Escapó con su pequeña y mendigó para reunir el dinero para la patera hasta que... «Un hombre se apiadó de mí y me dejó venir gratis». ¿Y no te dijo que ya se lo pagarías en España?, le preguntamo­s. «Si lo viera le pagaría, pero no creo que suceda», responde. Y explica que cuando salga de Ödos, irá a Barcelona con su niña, donde está el padre de su bebé. «Me fue a ver en Rabat cuando estuve cautiva».

Tras años de experienci­a, Teresa Girón –directora del Centro Ödos– sabe bucear entre la confusión e incongruen­cias para detectar los indicios de trata. Por ejemplo, «cuanto más rápido sea el viaje, más dinero han tenido que pagar». Carecer de informació­n sobre el familiar

«Desde un punto de vista penal –añade el fiscal Sánchez-Covisa–, no puedes perseguir ningún delito, porque no hay datos objetivos para un procedimie­nto. Solo van a darse cuenta de su tragedia cuando lleguen a su destino y sean obligadas a ejercer la prostituci­ón o esclavizad­as de alguna manera». Las mujeres, de hecho, no suelen admitir ser víctimas de trata.

«La ley no exige que se reconozcan como tales, pero al final se lo exigimos porque no detectamos bien los indicios –enfatiza Lázaro–. Nos extraña que no nos digan: 'Antes de subirme al barco, me violaron siete veces y por eso llego embarazada'. Pero para expresarse a ese nivel hay que darles unas condicione­s. Ese viaje habrá sido, además, lo más doloroso de su vida, que no habrá sido nada fácil hasta entonces». De ahí, resalta, la necesidad de una intervenci­ón muy especializ­ada como la que ofrece Ödos.

EL AMIGO AFRICANO

Yediane (nombre falso), que llegó a España desde Costa de Marfil con su niño de 6 años, es un buen ejemplo de los vínculos positivos que se crean en el centro. El ADN ha confirmado que Ibrahim es hijo suyo y, después de tres meses en Ödos, prepara las maletas. «Al principio, no quería quedarme. Ahora siento tristeza por dejar a las amigas, aunque estoy feliz porque mañana me voy a Francia». En concreto, a Marsella, donde se reunirá, dice, con su pareja, que vive con un hermano. «No sé en qué trabajan, pero al hermano le ha ido muy bien», cuenta esta marfileña de 27 años que tampoco admite haber contraído deudas ni haber sido amenazada.

En Ödos desean suerte a Yediane y esperan que se mantenga en contacto desde Francia. Mientras tanto, el equipo del proyecto seguirá saliendo hacia las costas de Cádiz, Málaga, Granada o Almería cada vez que se reciba un aviso de la Policía Nacional. Lo hará con alguna residente del centro que ayude a mitigar el rechazo de las recién llegadas con niños a subirse a la furgoneta camino de la campiña cordobesa. Al fin y al cabo, ignoran todavía que esa simple decisión, ocupar alguna de las 35 plazas del proyecto, bien podría cambiarles la vida.

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En Ödos trabajan psicólogos, educadores, intérprete­s... Arriba, la directora, Teresa Girón (en medio), departe con Patricia (izquierda)
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y Trinidad, trabajador­as sociales.
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