El Periódico - Català - Dominical
Guiris
como el viento, viviendo como si fuéramos los protagonistas de Thelma y Louise, deseosos de libertad. La nueva normalidad era básicamente poder ir a donde quieras sin tener que pedir permiso, igual que al cumplir los dieciséis, cuando el mundo se te abría de pronto como una sandía. Con lo que nos gusta ponerle a todo el adjetivo 'nuevo', por lo que supone de fresco, joven y actual, en esta última mitad del 2020 nos vamos a cansar de usarlo. Acaba de arrancar el primer verano de nuestras nuevas vidas, sea eso lo que vaya a ser, en este estado de gracia en el que todo puede ser diferente a lo que siempre fue y, al mismo tiempo, ser calificado prematuramente de 'normal'. Finalmente el verano no será tan extraño como imaginábamos en nuestros apocalipsis del encierro. Ya saben, aquello de playas con espacio entre toallas, tangas y mascarillas y ni un solo guiri a la vista, todo lleno de familias de Teruel, Sestao y Dos Hermanas. Este miércoles se abren las fronteras, como después de la autarquía, y las hordas rubias podrán volver a disfrutar de las tapas y el solete patrio. En estos meses ha envejecido mucho vino y se ha oxidado demasiada cerveza. Andan las fábricas locas para tener todo a punto para ese 1 de julio en el que cruzarán hacia el Sur, ojalá sin miedo, las primeras unidades de ese ejército de la OTAN uniformado con chanclas y toallas. Con ellos, empezará la vidilla y el tintineo de las cajas que darán de comer a tanta gente cuando llegue el duro invierno. No lo olvidemos cuando nos los encontremos por la calle. La peste es otra cosa.