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TODALA VERDAD SORBRE EL ESPIONAJE CHINO EN LAS UNIBERSIDADES ESTADOUNIDENSES
OLVIDEN A JAMES BOND. EL NUEVO ESPÍA ES UN CIENTÍFICO DE PRESTIGIO O UN PROMETEDOR ESTUDIANTE CON UNA BECA PARA REALIZAR ESTUDIOS DE POSGRADO. EL FBI LOS LLAMA 'RECOLECTORES DE INTELIGENCIA NO TRADICIONALES'. LA GUERRA FRÍA ENTRE CHINA Y ESTADOS UNIDOS HA
Charles Lieber sonaba para el premio Nobel desde 2011, cuando fue reconocido como el químico más influyente de la primera década de este siglo. Pionero de la nanotecnología y el mayor experto mundial en nanocables, hilos de un grosor miles de veces menor que un cabello humano, este investigador estadounidense dirigía el departamento de Biología Química de la Universidad de Harvard y lo más excéntrico que se podía decir de él es que cultiva calabazas en el patio de su casa.
El pasado 9 de junio compareció ante un tribunal federal de Boston, donde fue acusado de mentir sobre sus relaciones con el laboratorio de la Universidad Técnica de Wuhan (China) y de ocultar su participación en el Programa de los Mil Talentos, un plan del gobierno chino que busca atraer a científicos extranjeros a cambio de importantes sumas de dinero. Para el FBI, Lieber es un espía, aunque no lo pueda acusar de espionaje. Su detención (en enero) y ahora su procesamiento están obligando a revisar el perfil del espía moderno. Olviden a James Bond. Guarden las novelas de John Le Carré. Los espías ya no surgen del frío. Ni siquiera se ven a sí mismos como tales. El mejor espía tiene una cobertura perfecta: ni siquiera sabe que lo es.
El nuevo espía es un científico de prestigio internacional, como Lieber, o bien un prometedor estudiante con una beca para realizar estudios de posgrado. Es el caso de Zaoson Zheng, un investigador chino enrolado en Harvard que robó 21 viales que contenían células cancerosas del
Hospital Beth Israel de Boston, donde realizaba sus prácticas. Fue detenido en un aeropuerto el 28 de enero con el material biológico escondido en un calcetín cuando se disponía a volver a China. No cometió ese delito por amor a la patria, sino para impulsar su carrera y, de paso, forrarse. Pretendía replicar los experimentos y publicar los hallazgos con su nombre.
Aclaremos un par de puntos: Lieber no fue detenido por vender muestras del coronavirus, como señalan algunas teorías de la conspiración, sino por mentir. Y los viales que robó Zheng tampoco contenían nada relacionado con la COVID-19, sino cultivos empleados en la investigación contra el cáncer. Además, la realidad es más interesante que estas ficciones. Lieber no vendía secretos, China le pagaba por hacer lo que ha hecho siempre: investigar. Y tampoco hay pruebas de que Zheng recibiera instrucciones de su gobierno; no las necesitaba porque le movía algo más estimulante: la ambición.
EL TENEBROSO PLAN DE LOS MIL TALENTOS
La ciencia actual es un esfuerzo colectivo; los investigadores viajan y comparten conocimientos. El problema más acuciante de cualquier científico es el de la financiación. Hay que sacar dinero de debajo de las piedras: becas, mecenazgos, subvenciones... Y el que paga manda. Christopher Wray, director del FBI, declaró ante un comité del Senado que China estaba utilizando «recolectores de inteligencia no tradicionales». Por supuesto, los espías de toda la vida no se han quedado en el paro. El FBI tiene en busca y captura a Yanqing Ye, una teniente del Ejército Popular Chino que entró en Estados Unidos con un visado de estudiante tramitado por Harvard. Pero en la mayoría de los casos las actividades ilícitas no están dirigidas por los servicios secretos. La sutileza del Plan de los Mil Talentos consiste en crear las condiciones
CASI LA MITAD DE LOS INVESTIGAD RES EN LAB RATORIOS UNIVERSITARI S ESTAD UNIDENSES SON DE RIGEN CHIN