El Periódico - Català - Dominical
La nueva normalidad
… que no es como la imaginábamos. La solidaridad y los aplausos, diluidos como azucarillo en el café. Todo, en un abrir y cerrar de ojos. La nueva normalidad es ya tan vieja como nosotros mismos; es decir, la melancolía de la selva asoma en el horizonte para solaz de Caínes y Judas, con ellos los filos del erectus por si vale la pena o no hincarle los dientes. La nueva –vieja– normalidad nunca anduvo muy lejos. La epidemia del hambre, el dolor tiritando en el universo infinito, esos pequeños sorbos de vida vuelven a darse de bruces. Se reitera con cada amanecer sin el más mínimo aspaviento. Con la vieja normalidad retornaron los miedos, y la ignorancia berrea disparates acercándolos irremisiblemente al deseo de no hacer prisioneros. Un paso de gigante para la humanidad, un balcón donde asomarse y un puñado de monedas al alcance para asegurarse la supervivencia. La nueva normalidad no es tan nueva. Peor aún, ha despertado el instinto depredador del sapiens. Abrirse paso a codazos o simplemente arrebujarse detrás del miedo para sentirse a salvo. Si hubo Dios y nos observara, pensaría que era cierto, que nos hizo incompletos, aspirantes de segunda que jamás debieron abandonar la arboleda. La realidad ya la conocemos, la novedad es que somos algo más viejos. Y eso no nos hace peores, simplemente mediocres. Lo normal.