La vida en Villaverde de Pontones

ojeo el libro del cenador de Amós. Un volumen ilustrado cuenta muchas cosas en la primera pasada. Demasiados libros de restaurante muestran cocineros triunfadores y altivos, a veces en poses artificiosas. Muchas veces hay un exceso de ‘cameos’ de conocidos para darle más empaque al volumen y, en el peor de los casos, textos de profesional que ellos no han escrito, pero firman. En este Cenador de Amós, editado por Montagud, sin embargo, hay una voz contenida, una mirada íntima y sincera de la historia de toda una vida. Jesús Sánchez y Marián Martínez o Marián Martínez y Jesús Sánchez, monta tanto… se han alejado de las miradas pretenciosas y de la pólvora de colorines, entiendo que conscientemente, para contar quiénes son, qué han vivido y qué han creado. Curiosamente, cuando han querido dejar documento escrito, han recuperado una imagen muy cantábrica, hacia adentro, alejada de la que Jesús ha cultivado en los últimos años, gorra en ristre, basada en la socarronería y la vis social. En el libro mandan los platos y la fotografía, ambos tan importantes en su vida. Hay pocos textos, pero escritos con verdad. Los que firma la pareja resuenan realmente autobiográficos. El libro, en su conjunto, recopila bien esa cocina de raíz pero con alas, esa heterodoxia controlada que Sánchez ha desarrollado en estas décadas. La historia de esta pareja en la vieja casona de Matarrasa es también la del viaje hacia la cima de la cocina de Cantabria que inició un pionero llamado Víctor Merino en aquel Molino de Puente Arce. Allí se empapó de verde este navarro de Azagra llamado Jesús Sánchez que luego la desarrollaría hasta lo que es hoy.