El Periódico - Català - Dominical

Mi hermosa lavandería 'Vasil'

- Por Isabel Coixet Instagram: Isabel.coixet

hmean pasado ya... ¿seis años?, ¿seis años y medio?, desde que Avelina Prat dio a leer su guion Vasil. Me pareció uno de esos proyectos únicos, que como espectador deseas inmediatam­ente ver plasmado en imágenes. De esos proyectos que destilan una sutileza especial. Durante este tiempo (el 'inmediatam­ente' llevó su tiempito), Avelina encontró productora (Miriam Porté, de Distinto Films, que supo ver todo el potencial del guion), encontró actores y hoy, tras una larga travesía, porque las cosas especiales se hacen esperar, la podemos ver en los cines.

¿Cómo contar Vasil? Si decimos que es la historia de un emigrante búlgaro sin hogar, nos surgen imágenes y temas de cine social a lo hermanos Dardenne, que nada tienen que ver con ella. Si decimos que es el relato del nacimiento de una amistad entre un jubilado y un emigrante, la reducimos a algo que tampoco es. Si decimos que es un retrato de una sociedad hostil incapaz de asimilar que hay emigrantes capaces de mejorar el entorno al que van a parar, parece que estemos hablando de una fábula buenista. Y si hablamos de la relación distante entre un padre y una hija, incapaces de cruzar el abismo que los separa, nos lleva hacia un melodrama que tampoco es lo que es la película. La película habla de todas esas cosas con una delicadeza que para sí la quisieran directores más experiment­ados. Es cierto que el detonante de la trama es el momento en que Vasil (Ivan Barnev), un hombre búlgaro que intenta buscarse la vida en Valencia, va a dormir a casa de Alfredo (Karra Elejalde), un arquitecto jubilado misántropo y maniático, cuya hija Luisa (Alexandra

Jiménez) no da crédito a lo que su padre le cuenta al día siguiente sobre esta acogida temporal. Poco a poco, Vasil va abriéndose paso en la vida de Alfredo y de los que le rodean, Maureen (Sue Flack) y Carmen (Susi Sánchez), gracias a sus conocimien­tos de ajedrez y de bridge, que le permiten acceder a un exclusivo club de juegos de mesa, de las señoras valenciana­s de pro. La película nos enseña muchas cosas de un mundo que tenemos delante y que la mayoría de las veces ni vemos, y nos obliga a revisar nuestra mirada sobre el otro: nuestra mirada sobre los emigrantes, sobre las manías, los silencios, la ternura, el destino. Vasil es una ópera prima que emociona profundame­nte sin grandes gestos, sin grandes aspaviento­s. Es una película que juega limpiament­e y sin trampas con el espectador, tal y como lo hace Vasil con sus estiradas compañeras de bridge.

Capítulo aparte son las interpreta­ciones de los actores, empezando por Karra Elejalde, que da una lección de contención y mesura, construyen­do sabiamente un personaje entrañable,

'Vasil' es una película que juega limpiament­e y sin trampas con el espectador, tal y como lo hace Vasil con sus estiradas compañeras de 'bridge'

y terminando por el propio Ivan Barnev, que sabe encarnar con mesura la inocencia y la sabiduría de su personaje.

Hay películas que gritan, otras braman, otras lloran y otras, las menos, susurran. Vasil susurra. Pero susurra magistral y tiernament­e. No se la pierdan.

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