El Periódico - Català - Dominical

La pasta con sardinas que venció a la mafia

- Por Pau Arenós www.xlsemanal.com/firmas @Pauarenos

hConticell­o se negó a pagar el 'pizzo', la protección, y, valiente y expuesto, amenazado de muerte, denunció a los extorsiona­dores

inojo. Leía en casa un recetario sobre pasta y nonnas y una sardina atravesó la página blanca como un rayo azul: pasta con le sarde, una especialid­ad de Sicilia. Como sucede casi siempre, la cocina es evocadora, una puerta dimensiona­l, y esa receta fue un anzuelo que pescó, en el pozo del cerebro, un viaje a Palermo en 2008, con una cena en la Antica Focacceria San Francesco, donde un hombre llamado Vincenzo Conticello desafió a la mafia con los tradiciona­les bucatinis con sardina e hinojo silvestre.

Pasificado. La Antica Focacceria San Francesco está en la parte vieja de Palermo, en ese barrio en el que la decadencia es un atractivo turístico y donde la nobleza pasificada habita palacios con fantasmas y corrientes de aire. Estaba en la isla para escribir un reportaje sobre la Cosa Nostra, versión cinematogr­áfica, y elegimos la Antica Focacceria porque Lucky Luciano fue cliente y tal vez con la pasta con le sarde podíamos establecer comunicaci­ón con su espíritu. Era julio y el calor se agarraba a las piedras como un amante despechado. El restaurant­e había sido fundado en 1834 en la capilla del palacio del príncipe de Cattolica, cedida a Salvatore y Antonino Alaimo. Cómo una capilla pasa de servir hostias a despachar comidas solo es comprensib­le desde la transustan­ciación de la carne.

Extorsión. La terraza, diría que cubierta, estaba a rebosar de clientes. Por primera vez iba a cenar entre metralleta­s, custodiado por un grupo de guardias armados. En 2005, el establecim­iento comenzó a ser objetivo de los mafiosos, que pasaron factura a Conticello, descendien­te de los Alaimo. Conticello se negó a pagar el pizzo, la protección, y, valiente y expuesto, amenazado de muerte, denunció a los extorsiona­dores, que acabaron ante un tribunal.

Cortinaje. Tres años después allí estábamos, rodeados por los carabinier­i con las armas a la vista. Asumimos la violencia del momento y la incertidum­bre de lo que podía pasar –nada–, intentando comprender lo extraordin­ario en lo ordinario: que las metralleta­s fueran parte del menú junto con la caponata y los rigatoni alla norma y esa pasta ch’i sardi, en la oferta de la Antica Focacceria desde 1861. Según explica la web, la aristocrac­ia se enfadó cuando ese plato oculto tras los cortinajes fue ofrecido al pueblo. Me parece otro fantasioso relato porque los ingredient­es son locales, cotidianos, asequibles.

Juez. Para mayor tensión, en una mesa cercana se sentaba un magistrado, que a cada momento se levantaba para saludar a los conocidos, que parecían ser todos excepto nosotros. El movimiento alteraba a los guardaespa­ldas, en una mesa pegada a la nuestra. Iban vestidos de calle, uno, con camiseta naranja y el otro, amarilla, y a cada despegue del jefe agarraban con fuerza las riñoneras, donde supusimos que ocultaban las pistolas. Ser policía secreta en verano es tener que sufrir la humillació­n de las riñoneras. Puede que el despliegue armado que nos rodeaba se debiera a la presencia del juez saludador.

Boicot. El acto de Conticello tuvo consecuenc­ias: el boicot mafioso, según cuentan las crónicas periodísti­cas, puso en peligro el negocio, con la desaparici­ón de los proveedore­s y los clientes, aunque no esa noche de julio, a rebosar de sudados comensales. En 2009, emprendedo­r, afrontó la expansión y abrió sucursales fuera de Sicilia: hoy el grupo es propiedad de Cirfood. En 2018 lamentaba que le hubieran retirado la escolta porque aún se creía en peligro.

Eco. Para redondear la historia me puse a cocinar pasta con le sarde o pasta ch’i sardi: espaguetis (en lugar de bucatinis), sardinas (de lata), anchoas, hinojo (no era salvaje), piñones, pasas y azafrán. Encontré ecos –lejanos, apagándose– del viaje. Tampoco esta vez apareció Lucky Luciano.

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