Festival de Mérida: coste millonario
El Festival no ha tenido superávit, la realidad es que ha perdido 2,5 millones de euros
Periodista
Si Ignacio Goirigolzarri –ese genio de las finanzas (sobre todo de las propias: se fue del BBVA con una pensión de 69 millones de euros, 11.500 millones de pesetas) que el PP puso al frente de Bankia para maquillar esa ruina– aplicase a las cuentas del quebrado banco los mismos criterios que la Junta de Extremadura y los gestores del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida (FITCM) han aplicado a las cuentas de este evento, veríamos el hermoso espejismo de que Bankia en realidad tiene beneficios –o superávit–, gracias a los 30.000 millones de euros de dinero público que Rajoy está inyectando en ese agujero negro.
Vender, como ha pretendido la Junta de Extremadura, que el FITCM ha tenido un superávit de 150.000 euros es una falacia que dice mucho de la inteligencia de quienes la propalan y del concepto (erróneo, afortunadamente) que tienen de la inteligencia ajena. Y lo que me asombra es que los medios hayan publicado dicho notición críticamente, como si fuese cierto.
La pantomima de la entrega de un cheque de 150.000 euros por parte de Jesús Cimarro, director del festival (teníamos otro concepto de este señor) al presidente de la Junta, como escenificación del éxito del mismo, se inscribe dentro del género de la comedia y parece una pieza más de la programación del evento, recogiendo una situación similar a lo más chusco que los dramaturgos grecolatinos concibieron para ridiculizar al poder y a sus servidores más obtusos. Lo que pasa es que, en este caso, los autores y actores de la burla son –aunque ellos no hayan caído en la cuenta del ridículo– precisamente esos cargos públicos.
LA REALIDAD
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es que el FITCM ha costado 3,6 millones de euros, más otros varios centenares de millares de euros que según mis noticias han hecho falta para cubrir los gastos disparados de la gala de los premios Ceres de teatro, que en realidad superan 1,1 millones de euros. Ateniéndonos tan solo a los 3,6 millones declarados, para que el festival tuviera 150.000 euros de superávit, tendría que no haber costado nada a los contribuyentes y a los patronos privados, es decir, tendría que haber vendido entradas por importe de 3,75 millones de euros. La realidad, es que la recaudación por taquilla solo asciende a 1,144 millones de euros, por lo que el déficit del evento, con su preciosa gala Ceres, asciende a casi 2,5 millones de euros.
Claro, ya sé que ellos, en sus ma- ravillosas cuentas, computan como ingresos las subvenciones de las instituciones públicas y de los patronos privados, pero la realidad es que el festival y la gala mencionada cuestan nada menos que 2.141.300 euros de dinero público que aportan la Presidencia de la Junta, el Ministerio de Cultura, la Consejería de Cultura, las dos diputaciones y el Ayuntamiento de Mérida; dinero público que no se recupera. Y la realidad es, por tanto, que lo que se quiere hacer pasar por superávit, no es más que el incremento que ha habido en la recaudación por taquilla.
La 58ª edición del FITCM ha estado muy bien y ha sido un éxito de público, de crítica, de repercusión social y de generación de ingresos para sectores económicos locales. Nuestra felicitación por ello. Pero la organización ha cometido el error de dilapidar más de un millón de euros con la gala de los premios Ceres. Si los tales premios no hubieran existido, no estaríamos ahora hablando de esto y todo serían parabienes para el festival. Pero la Junta ha cometido un error de libro en estos tiempos de brutales recortes de lo esencial y esto es imperdonable. Tengo pedido a la Junta el detalle de los gastos de la tal gala, para que la ciudadanía pueda ver hasta qué punto se malgastó el dinero, financiando a precio de oro la venida a Extremadura de un puñado de caras conocidas. Espero que me entreguen esos datos por las buenas, si es verdad que el presidente Monago practica una política de transparencia como la que proclama.
Las excusas que la Junta de Extremadura, y más concretamente la consejera de Educación y Cultura (a quien hasta ahora teníamos en alta estima y que se ha dejado contaminar por unas argumentaciones impropias de un intelectual) han dado para explicar el desaguisado, no se sostienen. Acusar a anteriores gobiernos extremeños y anteriores gestores del Festival de haber dilapidado dinero en otras ediciones para justificar los errores de hoy, no es propio de un buen político, ni mucho menos de alguien con la trayectoria profesional de la consejera. Toda corrupción y todo despilfarro pasados o actuales son condenables y lo que tiene que hacer la Junta de Extremadura es denunciar en el juzgado todos aquellos casos que conozca antes de que prescriban. Pero en esta ocasión hay dos cuestiones que los periodistas y los ciudadanos no podemos pasar por alto. Una: que en la gala Ceres se ha dilapidado más de un millón de euros. Y dos: que el festival no ha tenido superávit, sino que cuesta más de dos millones de dinero público. Lo demás son zarandajas.