Toros sí, toros no
Emilio J. Martín Guerrero Correo electrónico No megustan los toros, ni siquiera las vaquillas, aunque no dejo de reconocer la parte de tradición y arte que tiene la llamada Fiesta Nacional, existente mucho antes que la inmensa mayoría de procesiones con vírgenes y santos que recorren los pueblos de este país, y que, precisamente por ser tan española tiene detractores capaces de rechazar las corridas sin atreverse a reconocer su atracción por ella. A pesar de considerarlos unos espectáculos con morbo reconozco que unos animales que han vivido con to- do mimo, más tiempo que todos los de su misma especie dedicados a producir carne, puedan morir en una plaza defendiéndose y siendo admirados por un público entendido es un privilegio para el astado. Aquí entra en juego la hipocresía de los modernos, y de los que rechazan todo lo autónomo, ya que olvidan como mueren, por ejemplo, las truchas que se comen, que son electrocutadas, o siendo más finos, las ostras o los percebes que son deglutidos vivos.
Ahora bien, entre unos y otros, y apoyados por políticos cobardes y oportunistas veremos el día en que sus futuras campañas nos llevarán a alimentarnos de modo etéreo. Jamás prohibiría l os toros aunque jamás asistiré a una corrida y, manifestación en Toledo ante el obispado. Por extremeño Ni una sola reivindicación sobre la extremeñidad del santuario toledano. Me parece de chiste que en pleno siglo XXI estemos en la provincia de Cáceres (Extremadura) y que algo que esté en nuestra tierra pertenezca a una diócesis de otra provincia. Lamentable. Es de tiempos arcaicos. Carl March Un poco de información. Desde el medievo Guadalupe pertenece a Toledo, ya que eran tierras que pertenecían a Talavera de la Reina a nivel regional. Cuando se separaron las regiones autonómicas, Guadalupe pasó a