Toni marca un gol al paro
Hibernar
A un año de cumplir medio siglo de vida se ha quedado en paro y ahora recurre al balón de fútbol que tanto pateó desde pequeño para que le ayude a salir de este difícil momento. Antonio Mendo Jiménez (Badajoz, 30-12-1962) fue futbolista del CD Badajoz en los años 80 y posteriormente en Tercera militó en el Puebla Patria, La Estrella, Orellana, Azuaga y Sanvicenteño. Tras entrenar durante 25 años en todas las categorías inferiores de numerosos clubes pacenses y al Sanvi de Tercera, ve que ha llegado su momento de ser entrenador profesional. “Al quedarme sin trabajo como administrativo he enfocado mi vida a lo que realmente siempre deseé, que mamé desde pequeñito y he sido profesional”.
Toni tiene tres opciones principales, todas ellas a miles de kilómetros de su ciudad natal, “una oferta de un equipo de Primera División de Angola para el mes de diciembre, porque la temporada empieza dos meses después, otra como director deportivo en unas escuelas en Venezuela o una tercera opción en Brasil, trabajando en las escuelas que dirige el ex jugador Zico”.
Antes de preparar las maletas para conocer sus posibles destinos, Toni Mendo ha estudiado los sistemas de juego y entrenamientos de dos equipos de Primera División, el Celta de Vigo y el Rayo Vallecano. “He desaprendido y ahora estoy asimilando lo aprendido”, explica. Para ello, pidió ayuda a su amigo Paco Herrera, entrenador del Celta de Primera División. “Fue mi primer compañero de habitación en el Badajoz y le tengo muchísimo aprecio. Aparte de ser una gran persona, es un grandísimo entrenador y he aprendido “Se está trabajando bastante bien la cantera extremeña pero tenemos que darle todavía una vuelta de tuerca a los sistemas de entrenamiento. Están anticuados y desfasados y deberíamos meter a gente titulada”.
El técnico pacense reconoce que es complicado que mejore el fútbol base extremeño “porque prácticamente no se paga en las categorías inferiores, pero hay que mejorar mucho en la educación deportiva y la preparación física, en donde vemos auténticas barbaridades con niños, a los que piden dar dos vueltas al campo, subir escaleras o hacer abdominales”.
Es demasiado pronto para hablar del invierno un diez de septiembre. Nos quedan tardes soleadas, noches de abanico y el veranillo del membrillo antes de que las rebequitas salgan de los armarios. Pero un botón del ordenador me trajo a la memoria el verbo hibernar, que escrito con hache y con be parece una trampa para escolares en la olimpiada de ortografía. Pensé si podríamos imitar a esos seres vivos que consiguen adaptarse a condiciones climáticas extremadamente frías y sobreviven varios meses medio dormidos. Acostarnos y despertar en una primavera en la que ya no hubiera más expedientes de regulación de empleo, en la que no se torturara a los animales y se televisara en horario infantil, en la que no te preguntaran tu nacionalidad cuando vas al médico, en la que los colegios de los pueblos no se cerraran, en la que hubiera trabajo, consumo responsable y ausencia de violencias de todo tipo. Pero todavía no es posible ni realizar una hibernación colectiva para ver si escampa, ni tampoco acortar los meses para que acaben el día 20 y así poder llegar hasta el final con algo en los bolsillos. Otros animales se zafan de las inclemencias del tiempo viajando hacia tierras más cálidas y cada invierno hay millares de aves que huyen del gélido norte de Europa en búsqueda de la luz del sur. Los humanos no poseemos las características físicas para poder hibernar y solo nos queda la posibilidad de imitar a las aves aunque sea sin volar. Lástima que hayamos parcelado el mundo con esas estúpidas rayas que llaman fronteras y que nos convierten, por decisión propia, en los seres vivos más estúpidos de la tierra.