La paradoja de Rotterdam
De Holanda se debate entre el cosmopolitismo y el discurso antieuropeo y xenófobo de los extremistas se ha convertido en el alcalde de la ciudad
El favorito Mark Rutte, líder del Partido Popular por la Libertad y actual primer ministro. En el centro de Rotterdam, la capital económica de Holanda, nada recuerda la inminencia de las elecciones al Parlamento, que se celebran mañana. Salvo en pulcros y ordenados soportes publicitarios del metro y las estaciones de tren, los carteles electorales brillan por su ausencia. En cambio, las grúas y las taladradoras rugen en casi cada esquina.
El primer puerto de Europa y tercero del mundo parece estar muy lejos de la catástrofe griega o española. Pero los ciudadanos estan inquietos. Los ajustes para cumplir con la reducción del déficit han desembocado en un avance electoral – l os comicios se celebran mañana– y han puesto a prueba su tradicional europeísmo.
“No tenemos la sensación de que vaya a cambiar nada. Primero habría que lograr estabilidad en Holanda, y después plantearnos si queremos salir o no de Europa”, opinan Tess y Leslie, dos estudiantes de márketing, decepcionados con las querellas de la clase política. “Mi novio trabaja en la cons- trucción, no le falta el trabajo, pero empieza a notar la presión”, sostiene Tess. “Europa es buena para la exportación pero debe ser más pragmática para superar la crisis del euro. Hemos enterrado mucho dinero en Grecia y no parece que sirva de nada”, subraya Annelous, estudiante en gestión de empresas. Sin embargo, tanto ella como su amiga Levern, de origen inmigrante, ven el futuro con optimismo. “Si no encontramos trabajo aquí no tenemos ningún problema para irnos a otro país”, dicen con naturalidad.
Cargar con el error griego
No es este el estado de ánimo de Anneke, comerciante de unos 50 años. “Lo que dice Wilders (el líder de la extrema derecha) me parece bastante acertado. Yo no he trabajado duro toda mi vida para ver como ahora tengo que jubilarme más tarde y perder prestaciones y poder adquisitivo”, lamenta.
“Los holandeses no tenemos por que sufrir las consecuencias de los errores que han cometido los griegos. Ya tenemos bastante con nuestros propios problemas de integración”, apunta en alusión al tema estrella de Wilders, que ha construido su popularidad con un inquietante discurso contra “la islamización” del país, además de promover la salida de Europa y la vuelta al florín.
La dinámica y cosmopolita Rotterdam alberga una llamativa paradoja. El 47% de sus 558.000 habitantes –más de un millón en la conurbación– es de origen extranjero y su alcalde, Ahmed Aboutaleb, que pertenece al partido laborista, es el primer marroquí y musulmán que ocupa el cargo. Al mismo tiempo, la proliferación de velos y
LA OPINIÓN DE WILDERS mezquitas en las calles ha alimentado una ideología xenófoba relativamente reciente. La ciudad de Rotterdam es la cuna de la ultraderecha, donde nació el movimiento extremista Leefbaar Nederland, de Pim Fortuyn, asesinado por un ecologista radical en el 2002.
Si en el conjunto de los 16 millones de habitantes los musulmanes representan un 5,7%, en Rotterdam suponen cerca del 20%. Tradicionalmente tolerante y de- fensor de la integración, una parte del país deriva hacia la hostilidad a los extranjeros atizada por el heredero –aunque en versión más ligth y pragmática– de Fortuyn, Wilders. “Para mí es un fascista que juega con el miedo de la gente a la crisis convierte a los extranjeros y a Europa en culpables”, se indigna Jeroen, en la cuarentena, promotor de programas ecologistas para la ciudad. “El populismo es un fenómeno generalizado en Europa, con la crisis gana inevitablemente terreno”, argumenta.
Si Aboutaleb se proclama “más holandés que algunos holandeses” y fustiga “a aquellos que no aceptan los valores de los Países Bajos”, Wilders considera que designarle alcalde “es una locura tan grande como nombrar a un holandés alcalde de La Meca”. Levern, cuyos padres son de origen africano, cree que con su actitud los políticos dan una imagen de la conviviencia “más deteriorada de lo que está en realidad”. Como el 30% de holandeses, aún no ha decidido su voto. “Tengo dudas, quiero mirarme bien los programas”, admite, haciéndose eco de un cierto clima de indiferencia. Ayer, en la mayoría de diarios y teles, el protagonismo lo acaparaba la princesa Máxima en traje de neopreno participando en la anual travesía a nado de Amsterdam.