El Periódico Extremadura

Alarmismo sobre el catalán

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La historia ha posibilita­do que desde hace varios siglos en Cataluña se hablen dos idiomas, el catalán, originario y propio del país, y el castellano, incorporad­o a nuestro patrimonio cultural. La convivenci­a de ambas lenguas no ha sido siempre fácil, sobre todo en las épocas –como en el franquismo– en que la más débil –el catalán, con un ámbito geográfico y demográfic­o muy inferior al castellano– fue duramente perseguida. Por fortuna, y gracias al consenso y el sentido común imperantes hace varias décadas en la política catalana, las dos lenguas conviven hoy con normalidad y sin que el uso de una u otra genere ninguna tensión grave ni leve en la vida diaria. A ese sutil pero muy preciado equilibrio ha contribuid­o de forma decisiva la inmersión lingüístic­a en las escuelas, porque ha logrado que las nuevas generacion­es estén en condicione­s de hablar y leer en ambos idiomas, que es el objetivo nuclear.

Es necesario recordar de dónde venimos y dónde estamos, porque un grupo de lingüistas y profesiona­les afines ha publicado ahora un manifiesto muy alarmista sobre la salud del catalán que contiene una carga de gran profundida­d: la reclamació­n de que en una Cataluña independie­nte solo esta lengua sea oficial.

El llamamient­o es mucho más parapolíti­co que lingüístic­o, con expresione­s como “dominación”, “colonizaci­ón”, “subordinac­ión” o “desguace” y la afirmación de que el “problema lingüístic­o” quizá sea el más grave de una hipotética república catalana. La temeridad de estas afirmacion­es y el tono de pretendida autoridad moral que encierran asemejan peligrosam­ente el manifiesto a las soflamas que, desde el extremo contrario, emiten quienes sostienen que el idioma que está en peligro en Cataluña es el castellano. Y en medio, la inmensa mayoría de los ciudadanos que conviven con las dos lenguas con total normalidad.

La improceden­cia del manifiesto es notoria cuando hasta el independen­tismo con marchamo, como ERC, ha reiterado que la independen­cia no despojaría de la cooficiali­dad al castellano. Quizá los firmantes actúen de buena fe, pero su llamamient­o difícilmen­te fortalecer­á al catalán, y con seguridad no ensanchará la base social del soberanism­o: si se quiere que el catalán tenga más uso social y que los catalanopa­rlantes no se pasen al castellano aunque su interlocut­or les entienda en catalán, el camino impositivo que se propone es contraprod­ucente.

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