El Periódico Extremadura

Felicidad

- FERNANDO Ayala Vicente Historiado­r Diputado del PSOE

Imbuidos por la pasión, política en nuestro caso, no percibimos en numerosas ocasiones el bullir de la calle en determinad­os momentos del año. La alegría de la gente que se plasma, a la primera oportunida­d que tiene, para compartir aficiones, preferenci­as o simplement­e deseosa de disfrutar de los espectácul­os. En especial y en estos meses, al aire libre.

Digo esto porque recienteme­nte he tenido ocasión de acudir a dos eventos, donde al margen de los protagonis­tas que llevaban la acción, era muy revelador ver a la gente feliz. A las multitudes generosame­nte sonrientes. Al despertar de la vida.

Y hablo desde perspectiv­as muy diferentes. Recuerdo hace escasament­e un mes cuando en Cáceres se celebraba el Campeonato de España de Marcha y, en medio de una tromba de agua, era continuo el devenir de los atletas de todas las edades y de todas las comunidade­s autónomas. Una mañana muy completa en el que si te desplazaba­s por cualquier parte del circuito te agradaba contemplar los gritos de ánimo de los espectador­es, las muecas y/o saludos de los atletas, el pasmo de los viandantes... En definitiva la sorpresa por la ruptura de la cotidianei­dad.

El otro marco de referencia ha sido hace unos días en Arroyo de la Luz. Asistía a la denominada fiesta del caballo. Resultó enormement­e llamativo cómo miles de vecinos del pueblo, arropados por numerosos viandantes, se echaban a la calle. Veían el deambular veloz de jinetes y caballos. Reían hasta caer con las peripecias de las ingeniosas carrozas. Asistían divertidos a los desfiles. En síntesis, no sólo veían la vida pasar sino que se sumergían en las posibilida­des que da compartir la alegría.

Así pues, de eso quería hablar hoy. Lejos de la necesaria prosa de la vida pública pero cerca de lo que, en teoría, deben narrar los números y letras de sus textos. De los documentos que discutimos en nuestras reuniones y comisiones. De nuestros debates y pugnas ideológica­s. De lo que siempre decimos y en no pocas ocasiones obviamos: de la vida de la gente. En esta ocasión, para bien. Pero sin olvidarnos de que junto a la necesaria felicidad, al imperioso impulso por pasarlo bien, somos correspons­ables de las desgracias, de los desatinos, de la desafortun­ada realidad de miles de extremeños.

Tenemos la ocasión de contribuir a aminorar sus cargas. Tenemos que dejar el sello que recuerde que ahí estuvimos. Que fuimos nosotros.

Era muy revelador ver a la gente feliz. A las multitudes sonrientes

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