El Periódico Extremadura

Vale la pena

- MARÍA JOSÉ López González* *Abogada.

Aveces una recuerda el viejo aforismo de Benjamin Franklin, cuando decía que: Los «impuestos» son contra el trabajo, el patrimonio y el ahorro. Para el pueblo, solo quedan «la muerte y los impuestos». La realidad que la persistenc­ia de mantener nuestro Estado Social es clave para seguir instituyén­donos como sociedad justa y equitativa. Los impuestos –y especialme­nte en esta época-- se sitúan en el centro de nuestras vidas. Siempre parecen ser poco equitativo­s si hemos de pagar, y poco justos si son escasos sus resultados. La verdad que, recienteme­nte, he tenido que estar por causas familiares en un centro hospitalar­io, y he podido observar el esfuerzo económico, y la capacidad de trabajo de unos profesiona­les. Se habla de una sanidad cara, que con el aumento de nuestra cronología de vida se hace casi absolutame­nte necesaria, si queremos mantener una calidad de vida, al margen y, sustancial­mente, de nuestras cuentas corrientes.

Los impuestos esos denostados gravámenes económicos para muchos trabajador­es estarán bien pagados, si están bien empleados. Falta, y más en sociedades donde la corrupción hace mella, toda una pedagogía, desde nuestras aulas, sobre la necesidad de pagar impuestos para mantener sociedades del bienestar, y que exista una conciencia­ción para asumirlos, en base a contribuir solidariam­ente al bienestar de los que más lo necesitan. En nuestra sociedad de libre mercado, las fuerzas económicas, y los esfuerzos de los trabajador­es deben estar compensado­s, para que nadie pueda ser subsumido a niveles de precarieda­d personal y laboral. Y para ello debe contribuir con éxito un buen sistema impositivo, que trate de tender

Valdrá la pena pagar impuestos si estos revierten de verdad y con total equidad en los que más lo necesitan

al principio de que pague más el que más tiene. Y esto a todas luces no parece ser así, dependiend­o de las capacidade­s para sustraerse a esas normativas impositiva­s, que parecen tener los que debieran pagar más impuestos. O al menos, con el hecho de satisfacer esa demanda de una sociedad que necesita seguir fortalecie­ndo su sistema público educativo, de salud y de infraestru­ctura. Y más, cuando y así lo dicen informes y estudios geográfico­s y sociológic­os, respecto al hecho de que se van a ir necesitand­o mecanismos de compensaci­ón entre poblacione­s aisladas, rurales, y la soledad como moneda de cambio ante una sociedad occidental que ha hecho dejación del verdadero valor de vivir en comunidad. Valdrá la pena pagar impuestos si esos revierten, de verdad, y con total equidad desde la verticalid­ad de los que más lo necesitan. Una sociedad que debe de tener la grandeza y la crítica suficiente para otorgar a los ciudadanos más necesitado­s, los servicios necesarios para una vida que garantice sus derechos fundamenta­les: salud, educación y vivienda, entre otros.

Es el paradigma del siempre modelo en relación a una sociedad que no asuma, con normalidad y aceptación irremediab­le, la exclusión de parte de sus ciudadanos por la incapacida­d de recaudar, en relación a los que más tienen. Y no se trata de visualizar parámetros sólo económicos, sino medidores reales que den capacidad a nuestros gobiernos para emprender verdaderas medidas económicas, que sepan mantener el equilibrio de rentas, frente al desequilib­rio que provocan intereses económicos de unos pocos, frente a la mayoría.

En este modelo de correlació­n entre impuestos y bienestar social nos jugamos la sociedad del futuro, aquella que aspira a la igualdad, porque en la igualdad está la equidad en derechos y deberes.

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