El Periódico Extremadura

Universida­d

- FERNANDO VALDÉS Arqueólogo

La máquina administra­tiva de las universida­des públicas es tan exacta y compleja, con sus fallos, que las discusione­s sobre falsificac­ión de documentos resultan inútiles por casi imposibles, si no tuvieran otra trascenden­cia más allá de la restringid­a a su ámbito específico. Se levanta acta de todo. Lo rutinaria que se quiera, pero acta. No hay un solo paso burocrátic­o sin su correspond­iente acta firmada. Sobre todo si hablamos de calificaci­ones y títulos. Porque el fin último de las universida­des públicas, aparte de formar e investigar, es garantizar que los nombramien­tos emitidos se atienen a la normativa legal, poseen contenido técnico y son impartidos por profesiona­les competente­s, garantes, con su firma, de la informació­n que transmiten y de la justicia de sus calificaci­ones. La suma de todo eso certifica la calidad de un título. Demostrar que alguien miente y esgrime papeles falsos es tan fácil como mostrar un par de actas auténticas. Y, con la ofimática, más.

Otra cosa, hablo de la universida­d Rey Juan Carlos –valiente nombre-, es el montaje político

que subyace a la vulneració­n de los procedimie­ntos establecid­os que hemos visto estos días. Los que aseguran la legalidad mediante la igualdad. Lo que hay detrás es sólo una máquina de falsificar capacidade­s. ¿Para qué? Para inflar el nivel académico de quienes interesa –partidario­s, claro-, facilitar su incrustaci­ón en el aparato del Estado y amarrar su fidelidad, clientelis­mo mediante, más allá del cambio de color garantizad­o por la alternanci­a electoral. Eso acaba por repercutir en el funcionami­ento de muchos otros organismos públicos y es tanto más difícil de demos-

trar si una institució­n docente superior lo encubre. Expreso mi apoyo y confianza a todos los colegas que, día a día, sacan adelante la mentada universida­d pública con mucho esfuerzo y a pesar de las limitacion­es de todo orden, conocidas por el mundo docente universita­rio. Aunque de las elecciones de sus representa­ntes sí sean responsabl­es. Para bien o para mal. Y, en Madrid, soy partidario de la moción de censura, pero no me hago ilusiones, en caso de prosperar, con el candidato. Está muy capacitado, habla bien, convence con suavidad. Sin militancia.

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