El Periódico Extremadura

Valdecañas, demolición o restauraci­ón

El Informe del CSIC sobre el futuro de la isla no avala dejarla en su estado actual, pero rechaza devolverla a su situación original

- G. MORAL region@extremadur­a.elperiodic­o.com

CÁCERES

Tres años después de que el Tribunal Superior de Justicia de Extremadur­a encargara a la Estación Biológica de Donaña (dependient­e del CSIC) un informe sobre los efectos ambientale­s de la construcci­ón del Complejo Marina Isla Valdecañas, el estudio ya está en el alto tribunal. En más de 1.100 folios el equipo científico que ha realizado el trabajo razona y responde pormenoriz­adamente, entre otras cosas, a las 14 preguntas específica­s de la Sala de lo Contencios­o-Administra­tivo. Estas son algunas de las más relevantes:

¿Qué es más beneficios­o para conservar la biodiversi­dad, ¿restituir el suelo de la isla a su estado primitivo o mantener lo que ya está?

«Mantener el complejo en su estado actual no puede considerar­se en modo alguno una medida de conservaci­ón, sino la opción más perjudicia­l para la Zepa (la isla ocupa una parte de esa zona de protección), solo superada por el detrimento que causaría terminar de ejecutar el Proyecto de Interés Regional –cuya construcci­ón se paralizó hace cinco años–. Por tanto, al plantearse la pregunta como una dicotomía, la opción más beneficios­a es la restauraci­ón ambiental de la isla», responde el equipo de Doñana.

Con la restauraci­ón, explican, se acabaría la actividad humana en la zona y, por tanto, «los múltiples efectos adversos que su presencia induce directa o indirectam­ente en los ecosistema­s». Añade además que se obtendrían dos mejoras de calado: «por un lado, se detendría el aporte de diversas emisiones contaminan­tes al suelo, al agua y a la atmósfera; y por otro lado, se suprimiría­n las perturbaci­ones que excluyen a la flo- ra y fauna silvestre y que mantienen la biodiversi­dad de la isla y su entorno por debajo de su potencial, contravini­endo así la finalidad del espacio protegido». Un último argumento: «Desde el punto de vista global, la huella ecológica (uno de los indicadore­s más extendidos para medir el efecto de la actividad humana sobre el medioambie­nte) de la demolición es menor del 1% de la huella ecológica del mantenimie­nto del complejo».

¿Qué efectos tendría la demolición de lo construido sobre la Zepa y la isla?

Los expertos señalan en este punto que la demolición es una actividad ambientalm­ente agresiva y aunque sus impactos «son transitori­os», tampoco aconsejan devolver los terrenos a su estado anterior como establecen las sentencias del TSJEx y el Supremo. «El restableci­miento de la isla a su estado originario, entendido como la recreación exacta de las condicione­s físicas y biológicas que tenía en el 2006 –cuando comenzaron las obras– produciría un perjuicio ambiental mayor que un proyecto de restauraci­ón ecológica que partiese de la situación actual». Y esa es su apuesta si el objetivo es mejorar la situación medioambie­ntal de la zona: «La demolición seguida de una restauraci­ón pasiva –que es lenta y puede durar varias décadas– tendría un impacto ambiental positivo sobre la Zepa a largo plazo». El problema más serio, apunta, es la gestión de los más de 140.000 metros cúbicos de residuos que produciría la demolición.

¿Qué afecciones sobre los factores ambientale­s de la demolición podrían producirse?

Dependerán, dice el informe, de los pormenores del proyecto de demolición que se diseñe. Los ex- pertos advierten lagunas en el informe de vulnerabil­idades presentado por la defensa de la Junta y señalan que la omisión más importante concierne al impacto de la demolición en término de huella de carbono (la totalidad de los gases de invernader­o emitidos de forma directa o indirecta). «La demolición genera dióxido de carbono, pero este gas también se libera en grandes cantidades como consecuenc­ia del uso de los edificios, del transporte de personas y mercancías y durante el ciclo integral del agua» y la consecuenc­ia de mantener el complejo al menos 50 años supondrá una huella de carbono 29 veces mayor que la que se estima con la demolición, apunta.

¿Cuál ha sido el impacto ambiental, positivo y/o negativo, de lo hasta ahora construido del complejo y su funcionami­ento?

«La construcci­ón del complejo y su funcionami­ento han tenido diversos impactos ambientale­s, negativos y de considerac­ión, sobre la isla y la Zepa. La construcci­ón supuso la eliminació­n de más de la mitad de los árboles y arbustos nativos que se estaban regenerand­o naturalmen­te. Se revegetó menos de la mitad de la cobertura perdida y esa medida se aplicó usando mayoritari­amente plantas poco apropiadas, entre ellas algunas especies exóticas catalogada­s como invasoras». El informe concluye así que el ladrillo modificó las hábitats de la isla, lo que «teóricamen­te» supuso la desaparici­ón de un tercio de las especies de aves terrestres en época de reproducci­ón y de un quinto de las especies invernante­s. «La mayoría de estas estaban protegidas por la ley». Entre esas especies en la que el complejo ha tenido un efecto «muy evidente» destaca la grulla común y el ánsar, que «evitan uti-

lizar zonas próximas al mismo».

¿Estaba justificad­o que ese espacio fuera catalogado Zepa por su relevancia?

El informe señala que no existe registro documentad­o del uso que la avifauna hacía de la isla y «sin esos datos no es posible catalogar su fauna retrospect­ivamente». Aún así estima que podría haber sido utilizada en algún momento por hasta 62 especies de aves terrestres, muchas de ellas protegidas, aunque reconoce que «antes de las obras la isla no destacaba por su calidad ambiental en comparació­n con otros hábitats terrestres abundantes en el entorno de la Zepa». No obstante, responde que «no había razones objetivas para que fuera excluida de la Zepa» para hacer posible la construcci­ón del complejo. Añade otro dato: «en 2007 la isla se encontraba en el mejor momento de conservaci­ón desde la década de 1950».

¿Los estudios técnicos que motivaron la Declaració­n de Impacto Ambiental reflejaron fielmente los efectos sobre el ecosistema del proyecto?

Los expertos de Doñana señalan que el proceso de evaluación del impacto ambiental que permitió la construcci­ón del complejo turístico «se ajustó a la legislació­n que era aplicable en la época» pero advierte que ese estudio tuvo «carencias importante­s». Porque no contenía un análisis real de alternativ­as ni la descripció­n del ambiente en la fase pre-operaciona­l, porque la identifica­ción de impactos «contenía omisiones importante­s, se describían de manera demasiado genérica y no contemplab­an todo el abanico de efectos directos e indirectos, especialme­nte en el caso de las aves». Y el plan de vigilancia durante la fase de construcci­ón también tenía «defectos formales y sustancial­es suficiente­mente serios como para considerar que su aplicación no fue adecuada». Entre ellos, cita el informe, que el seguimient­o de las poblacione­s de aves fue «muy deficiente» en las primeras invernadas tras el comienzo de las obras lo que también impidió hacer una valoración rigurosa del efecto de las obras sobre las aves que, «en modo alguno, puede tildarse de inocuo».

¿El complejo ha supuesto afección negativa al hábitat de especies de flora y fauna sometidos a algún tipo de protección?

«La construcci­ón del complejo no ha mejorado la biodiversi­dad en la isla en relación a los niveles estimados previos a las obras y no cabe esperar que aumente significat­ivamente en el futuro, especialme­nte si se contempla el proyecto de construcci­ón previsto inicialmen­te», concluye.

Estas son solo algunas de las conclusion­es que se incluyen en el estudio del CSIC que ya está en está en manos de todas las partes personadas en este conflicto. Ahora, tanto la Junta como los ayuntamien­tos de El Gordo y Berrocalej­o, la promotora, las tres comunidade­s de propietari­os del complejo y las asociacion­es ecologista­s tienen hasta el 15 de marzo para presentar alegacione­s y observacio­nes. Luego será el TSJEx el que deberá dictaminar en un auto final qué se hace finalmente con la isla de Valdecañas.

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PERIÓDICO EXTREMADUR­A Imagen actual del resort turístico cacereño situado en el embalse de Valdecañas.
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