El Periódico Extremadura

Aleaciones

«Opus diaboli» llaman a la política y aciertan cuando se lo llaman

- FERNANDO

Paseando (uno, yo, el que esto firma) te hablan (los otros que pasean, andan o respiran). La primera regla del paseante dice que para desplazars­e con bula (pase de pernocta, blanca o pasaporte) es imprescind­ible llevar algún documento en las manos. En la calle, para aparentar cierta ocupación (y cierta urgencia salvífica), conviene portar una cartera de asas o, al menos, un socorrido portafolio­s; eso te permite deambular ajeno a preguntas capciosas. ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes?

A veces contestamo­s sin ni siquiera esperar el garrotazo de la impertinen­cia. Las preguntas, además de las respuestas, pueden ser, y muchas veces son, impertinen­tes. ¿Es mejor mentir o callar? De mi tío Tomás, soberbio hacedor del bacalao al pil pil, aprendí la hondura torera de un oportuno: «¿De dónde vienes? ¡Manzanas traigo!» Puntito aldeano, pero expeditivo con los roedores. De la receta del pil pil no dejó nada escrito, y bien que lo siento.

Un concejal me asalta, le pregunto por las flores y me descerraja a bocajarro que les dejan sin mando en plaza. Giramos sobre nosotros mismos en el paso de cebra y, en una de las vueltas, escupe fuego. Templo con la izquierda, y trato de aletear un trincheraz­o. Yo, más bien, soy de no hablar de política hasta después de haber desayunado. Antes de matar el ayuno tiendo al jacobinism­o. Después, como por arte de magia, milito en una honda paz interior que aparta de mí todo afán revolucion­ario (y contrarrev­olucionari­o). Con hambre lo de Ciudadanos se me antoja propio del mundo animal. Ya harto, casi que se me quedan (los concejales naranja) en minerales sin vida

propia. Algo así como las aleaciones de metales. El bronce es una aleación de cobre y estaño. ¡Como el gobierno de Sánchez! ¡Una aleación! ¿Coalición? ¡No! ¿Cooperació­n? ¡No! ¡Aleación! Ahora le llamo a Redondo y se lo cuento… ¡Vive Dios que lo que no tiene nombre no existe!

El acero es hierro y carbono. ¡El Pacto de Acero! Visto lo visto, ahora caigo en que tal vez Hitler fuera acero y Mussolini carbono. ¿Acero o latón? El pacto de Sánchez se me antoja más cercano al latón; siempre más zinc que cobre. Pedro Sánchez es una aleación de sí mismo. Está en permanente fundición. Redondo, el herrero vasco. ¡Latonudo!

Le llamo a Gordillo y le cuento que, hoy a las doce, los pelirrojos asaltan palacio. Ni se inmuta; antes pelirrojos que rojos, debe pensar. Al segundo desayuno me vuelvo ultramonta­no (a Dios gracias). A estas alturas de la tostada, pringá por más señas, me siento viejo y descreído (ultramonta­no, pero descreído en el callejón del Gato). «Do ut des», me enseñaron en Salamanca. A la postre, todos somos rendidos escolástic­os de la barra del bar en que nos toca libar. ¡Pachanguit­a! Por ti, por mí,… no nos pisemos la manguerita, bomberitos de colores de la política. Y «donde dije digo, digo Diego» (otro dicho a la altura de, pongamos por caso, un bacalao al Club Ranero). ¡Qué feliz cuando el orbe mío se dividía entre pilpiles y vizcaínas! De niño era yo más bien de salsas vizcaínas para domar bacalaos, pero, con los años, me estoy haciendo de sopas y pilpiles! Sopas y caldos gordos de la política. Me da pena la política. Todo por un despachito de alcalde con firma en boletín oficial y derecho a meter la cuchara en la olla del presupuest­o. Me da pena que todo gire en torno a un sillón de más o de menos. Todo hasta exprimir su propia naranja. «Opus diaboli» llaman a la política y aciertan cuando así la llaman. Me da pena que no se sepa qué va a ser del voto de la buena gente. Me da pena que las reglas de este parchís de colores sean tan zarrapastr­osillas. Aleaciones de ocasión para un circo. Al asalto del puchero. Me da pena, porque hay días en que, antes de desayunar, sigo creyendo en palabras de plata pura, en caballeros sin tacha, en luceros ingrávidos y en revolucion­es pendientes.

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