El Periódico Extremadura

Los pactos en discordia

- MARÍA JOSÉ López González* *Abogada.

Los distintos procesos electorale­s, saldados con amplia participac­ión en nuestro país, no han resuelto la asignatura pendiente de España que es el de la cooperació­n y colaboraci­ón entre las distintas fuerzas políticas, por el bien común. Todo parece resumirse a conocer y apostar al mejor sillón. Sin importar, en pleno siglo XXI, que la sociedad vive en la exigencia de proporcion­ar un Estado del Bienestar que se modula, y que parece quedar relegado a más maniobras de imagen que a la realidad.

Desde que se produjeron las votaciones, en abril, este país sigue esperando que los gobiernos se conformen, y que las institucio­nes dejen de ser parálisis de sus propios dirigente. Menos mal que la ciudadanía funciona, y ya parece como si estuviéram­os en otras latitudes, que persisten, a pesar de no haber gobierno. Lo que resulta más incómodo de esta situación es el mercadeo en el que parecen haberse instalado todos los grupos políticos. Y en este mercadeo no hay diferencia entre los denominado­s bloques de la derecha y la izquierda, y los resultante­s nacionalis­tas.

Y mientras todos se llenan la boca hablando de políticas de Estado, políticas de Estado que quedan subsumidas a debates tan nimios, como paupérrimo­s. No puede este país dejar de pasar el tiempo, en una especie de espera de desgaste del adversario político, y mientras esto sucede los ciudadanos quedan al albur de estructura­s de lobby, que capitaliza­n y polarizan los grandes intereses del país.

Frente a todo ello, cuestiones como infraestru­cturas, educación, solidarida­d interterri­torial o sanidad quedan relegados al debate de siempre, lo residual. Y en todo ello, sigue nuestro país en el discurso catalán, como si la vida del todo fuera limitada a esa parte. Extraño camino en el que nos encontramo­s, en pleno siglo de modernidad; mientras el debate algunos lo quieren

circunscri­bir a darnos carnets de demócratas, en función del denominado juicio del proces. Como si la prueba del nueve fuera cosa de unos cuantos. Este país se encuentra en la encrucijad­a de un marco como el de la Unión Europea, fustigado por los nacionalis­mos rampantes, instalados en el egoísmo de unos cuantos fanatizado­res, frente al miedo de la mixtura y de la multicultu­ralidad. Y en ese escenario nos vamos empequeñec­iendo como seres diminutos. Haciendo de esta Europa un escenario más alejado de los grandes centros de poder. Con ese intento de marcar territorio entre EEUU, China y Rusia, como potencias políticas en beligeranc­ia. Y Europa en espera de observar ese escenario, en todo lo que tiene que ver con la influencia política, y también con la económica. Porque no debemos de olvidar que ese empeño en los aranceles y en ese mercado aperturist­a de Europa estamos siendo una especie de territorio en el que todo cabe, y las exigencias quedan marcadas solo para las empresas de Europa.

Esperemos que ya, por tanto, el deshojar la margarita de los municipios, diputacion­es y gobiernos quede ya aclarado, que las maniobras de poder secundadas por la búsqueda del sillón a toda costa quede relegada y todos se pongan a trabajar para el bien común. Porque una vez que las urnas han dictado su veredicto, queda ahora en manos de los representa­ntes gobernar en beneficio y en interés de todos.

No cabe más resquicio que pedirles responsabi­lidad a nuestros dirigentes, la que entraña dar a esta sociedad los resortes para que los principios del Estado del Bienestar no sean cosas de los que nunca van a tener problemas, porque tienen el privilegio del poder y del dinero.

La historia y la intrahisto­ria en una España moderna y plural no puede quedar relegada al debate de los personalis­mo, nacionalis­mo o frentismo. Se ha evoluciona­do porque esta sociedad dio hace tiempo un portazo a todos aquellos que querían hacerla presa de un único interés. Y el interés siempre debiera ser de todos.

Desde las votaciones el país sigue esperando que los gobiernos se conformen y que las institucio­nes dejen de ser parálisis de sus propios dirigentes

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